Entrevista a José Fernando Sánchez Bódalo, presidente de Acevin
Las cifras recién publicadas por Acevin muestran de nuevo el auge del 'enoturismo', incluso en un momento de crisis internacional….
Efectivamente, los datos de 2009 fueron para nosotros muy alentadores porque significaron un crecimiento de visitantes en torno al 19%, llegando casi al millón y medio de visitantes en las rutas y establecimientos asociados a Rutas del Vino, un dato muy positivo. Los datos del primer semestre de 2010 sobre la cualificación de la demanda, que aún se están analizando, también son muy satisfactorios.
¿A qué es debido?
Yo creo que viene acompasado con el interés del turista nacional por conocer los destinos locales y también motivado, en parte, por la situación de crisis. Ha renunciado a viajes y destinos largos, más exóticos y costosos, para conocer los nuevos productos turísticos que ha desarrollado nuestro país y que no eran tan conocidos para este público que invierte en turismo cultural. Y el 'enoturismo' tiene mucho de eso.
¿Cuándo comenzó este fenómeno turístico?
En España vamos tarde. Siendo una potencia vitivinícola, lamentablemente, no lo es en turismo del vino. Además, si bien España es una potencia turística de primer orden, ocupando el primer o el segundo destino de turismo vacacional internacional, en lo referente al ecoturismo no lo es tanto. Quizá se ha especializado mucho más el concepto de turismo rural pero en cuanto al turismo cultural, gastronómico o vitivinícola, llevamos cierto retraso.
Ha sido durante estos últimos cinco años cuando se ha dado una explosión de infraestructuras, de productos y de oferta para ofrecer un producto que ya existía, porque es verdad que este país tenía ese tipo de turista pero no tenía el producto articulado, por eso, iniciativas como Rutas del Vino en España y otras, que intentan potenciar el turismo enológico y gastronómico, están teniendo una grandísima respuesta.
¿Qué países están por delante de España?
Estados Unidos, con el Valle de Napa en California o Italia, que ha hecho del turismo rural la particularidad del turismo enológico, otro tipo de turismo espléndido. Incluso algunas zonas alemanas también tienen una oferta del turismo del vino muy interesante. Aunque es verdad que el potencial en España es enorme y creo que en muy poco tiempo nos vamos a posicionar a unos niveles incluso superiores a los más avanzados del mundo.
Usted que está en contacto directo con bodegueros, ¿qué ha supuesto para ellos todo este auge? ¿Qué impacto económico puede tener para una región y empresa?
Visto así, parece casi una obligación abrir las puertas de la bodega al público…
Hay que tener en cuenta que exige un cambio de mentalidad. Los bodegueros son productores de vino y lo comercializan en el canal de un producto alimenticio, vitivinícola. El turismo es otro sector. El de los servicios, por lo tanto, se comercializa un horario, una atención al visitante, unos servicios, la capacidad de dar de comer y de contar bien o no la historia de la bodega. Es un sector distinto.
Se trata de convencer de algo a alguien que no es experto en vino, que simplemente es curioso. No tienes que convencer a un enólogo para que te compre un vino de unas determinadas características sino a una persona que le interesa comprar el vino por lo que tiene de valor, cultural, simbólico, pero no por sus cualidades organolépticas porque no es experto. Por eso, se debe cambiar el chip.
Y teniendo en cuenta eso, ¿puede cualquier bodega acondicionar su infraestructura y establecer un régimen de visitas a sus instalaciones?
Sí. Tienen que pasar de ser una “fábrica” a convertirse en un establecimiento de pública concurrencia en el que debe haber unos servicios para los visitantes, unos horarios, una persona encargada de comunicar e informar y una contabilidad diferenciada, ya que ahora debe vender también merchandising, recuerdos, camisetas, corchos con el recuerdo de la visita y, en muchos casos, se convierte en hostelero porque establece un restaurante, con una empresa de catering o cocineros. Es entrar en otro sector económico, el de los servicios, el turístico, pero cualquier bodega puede.
Incluso aquella bodega visualmente menos espectacular…
Por supuesto. Es más, existe el arquetipo en el imaginario colectivo de que para entrar en el turismo de vino hay que tener unas bodegas espléndidas, preciosas, costosísimas… Y ese es un tipo de turismo fantástico que existe y que, por cierto, en España tenemos de los mejores. De hecho, no existe ningún otro país que tenga cinco o seis bodegas realizadas por los arquitectos más prestigiosos del mundo.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que también hay turistas que se encandilan con la visita a una bodega-cooperativa de La Mancha o Extremadura, que realmente no son bonitas pero sí reflejan otro tipo de cultura, una agricultura de subsistencia, colectivizada y que es el reflejo de una tierra y un territorio. Por tanto, son visitables y en ellas se hacen visitas, catas, degustaciones, eventos, comidas…
En definitiva, todas las bodegas que tengan voluntad de abrir sus puertas, pero insisto, todas, tanto las magníficas como las normales, que lo hagan ya que la gente también busca lo auténtico, el lugar donde realmente se hace el vino.
Entendemos que un reclamo pueden ser las instalaciones, o incluso la gastronomía de la zona, pero el vino debe ser el primer atractivo ¿Cuáles son las bodegas y rutas más “deseadas” y por qué?
En nuestros datos existe una clara asociación entre el prestigio del vino y el número de visitantes a esa ruta. Hay una tendencia hacia los vinos de más prestigio como son por ejemplo, Penedés, Rioja, Ribera de Duero o Jerez, que actúan como un imán ya que en general la gente cree que asociado a ese buen vino tiene que haber una buena ruta turística. Pues bien, no tiene que ser así. Lo desmiento. Hay vinos que no tienen en ese imaginario colectivo ese marchamo y sin embargo, tienen unas rutas o un producto turístico fantástico. Eso es lo que funciona.
Como decía, las rutas que mejor funcionan son las que he mencionado. También es cierto que están cerca del País Vasco, de Cataluña y de Madrid, los tres mercados emisores más importantes.
¿Viene mucho turista extranjero?
Contrariamente a lo que se podía pensar, el visitante extranjero que más recibimos es el alemán y después, el británico. Los franceses van muy detrás. Principalmente es un turismo nacional, más del 80% son turistas españoles que hacen una ruta de dos o tres días de duración.
¿Qué tipo de ofertas son las más demandadas? Es decir, ¿qué quiere el turista que consume ese producto, conocer la bodega, los procesos, obviamente degustar, pero se incluyen otras actividades?
Fundamentalmente el turista quiere conocer pero también quiere hacer. Este es un dato muy importante. No solo quiere que le enseñen cómo se elabora el vino, por dónde circula o dónde están los depósitos sino que también quieren hacer una cata, comer, degustar, hacer una actividad gastronómica en la bodega. Pero es que además, también le interesa el paisaje. Se siente muy atraído por la cultura y quiere pisar las ciudades, los pueblos. Es un tipo de turista al que le gusta ver cómo vive la gente del lugar. Por lo tanto, comprará vino en la bodega pero también comprará el embutido o los dulces en las tiendas del pueblo. Y por tanto la Ruta del Vino lo que quiere no es solo que la bodega esté preparada sino que la ciudad, el destino lo esté.
No se pueden visitar todas las bodegas de un lugar, imagínese en la Rioja, ver todas sería un empacho. A este turista le gusta ver la iglesia románica, el castillo, comer y que no lo absorban. Aquella bodega que coge al visitante y no lo suelta hasta que se va a su ciudad, no funciona. Ese turista deja muy poco dinero, funciona mal y no aporta nada al territorio.
¿Es un tipo de viaje que se organiza mediante agencia de viaje o son viajes que uno puede hacer a su medida por Internet?
Mayoritariamente por Internet, a través de amistades o en el propio destino, con los informadores locales. Es un tipo de viaje muy independiente. También hay segmento que prefiere el viaje organizado, e incluso este prefiere que le dejen respirar, porque si no, se va insatisfecho.
¿Cómo es el perfil del ‘enoturista’?¿Es gente con amplios conocimientos de vino?
No, en general es gente aficionada. En ocasiones son profesionales que acompañan a un grupo de aficionados. Entre el grupo siempre hay alguno que sabe un poco más y que quizá haya tenido la iniciativa de visitar esa ruta. Es gente que viaja en grupo y muchos proceden de esa nueva cultura vinculada a la gastronomía y al vino.
Tienen, además, un perfil de edad una muy interesante para el mercado, entre los cuarenta y los sesenta, con una estabilidad económica y capacidad adquisitiva superior a la media, 120 euros al día frente a los 100 euros de media. Y además se aloja en buenos hoteles porque busca pasarlo bien y vivir una experiencia muy placentera.
Háblenos de Acevin, ¿cuándo y con qué objetivos se fundó?
Acevin es una asociación surgida en el año 92 para ayudar desde las ciudades al sector vitivinícola. Ahora dicen que hay crisis pero también la hubo entonces. En ese contexto, Acevin surgió fundamentalmente para intentar diversificar nuestra economía y aprovechar el vino para introducirlo en otros sectores, por ejemplo, en el turismo.
Somos 79 socios, principalmente ciudades pequeñas, a excepción de Logroño y Jerez. Y nuestro principal punto de trabajo es el Club de Producto Rutas del Vino de España que gestionamos con el Ministerio del Medio Rural y Marino y con la secretaria general de turismo para la promoción exterior.
También nos dedicamos a la formación de trabajadores y a estimular la diversificación económica en territorios con una gran dependencia del sector vitivinícola, agricultura y producción de vinos. Nosotros, desde el principio, comenzamos a trabajar en lugares con grandísimos productores de vino pero ni un solo turista. Ahora, en La Mancha, Extremadura, en pueblos de la Rioja, Ribera o Ribeiro están aprovechando el potencial de su vino para fidelizar más a los consumidores, a través de un canal de promoción diferente al tradicional, donde hay más competencia.
¿Qué supone la marca Rutas del Vino de España?
Es un sello de calidad. La ruta que consigue certificarse como Rutas de Vino de España está sometida a un proceso de control y verificación de que cumple unos requisitos de calidad, tanto la ruta como los establecimientos adheridos a la misma. Asimismo, tener el marchamo de Rutas de Vino de España permite dos cosas: un autodiagnóstico de la propia ruta para evaluar su calidad y la de sus establecimientos y permite que el turista sepa que cada una de estas rutas, a pesar de ser diferentes, tienen unos estándares de calidad similares que otras no tienen. Esto influye a la hora de decidir el viaje.
Estamos muy orgullosos porque ha permitido que muchos territorios vitivinícolas diferentes tanto peninsulares como insulares nos pongamos de acuerdo, que todos trabajemos bajo unas mismas normas y que estas nos permitan trabajar juntos para que el destino funcione globalmente con iniciativa pública y privada. Es difícil pero es muy fructífero.
Para concluir, ¿qué les diría a aquellos bodegueros y municipios que les gustaría potenciar o iniciarse el turismo enológico? ¿Cómo les animaría?
Yo les diría, es un filón. Pero deben renunciar al individualismo, que no crean que este es un producto solo de ellos, por muy buena bodega que tengan. Este es un producto que funciona muy bien si se trabaja conjuntamente con los hosteleros, hoteleros, municipios, las tiendas de comestibles, la policía, los bomberos… es un producto integral de territorio.
Una bodega sola puede actuar como icono, pero esta no dejará nada en el territorio y termina por agotar el producto en sí mismo porque el viajero se cansa de ver bodegas o de que le tengan todo el día en una. Hay que cooperar, aunque luego cada uno compita por atraer un mayor número de visitantes porque dé de comer o atienda mejor.