Entrevista a Sal·lustià Álvarez, presidente de la DOQ Priorat
17 de noviembre de 2010
Priorat es una de las dos DOQ (Denominaciones de Origen Calificadas) de todo el país. ¿Qué supone para los viticultores y bodegueros de la zona el disponer de una calificación de este tipo? ¿De qué manera influye esta calificación en el funcionamiento de la denominación de origen?
Básicamente, es un reconocimiento al esfuerzo realizado en el cultivo de la viña y la elaboración de los vinos. También representa el tener la máxima distinción a la que puede aspirar un territorio vitivinícola en España: conlleva calidad y prestigio. Respecto al funcionamiento de la DOQ no nos obliga a ningún trámite más de los que ya hacíamos en los años anteriores. Ser una DOQ no es un fin, y como tal en la nuestra trabajamos con el rigor y los objetivos que son propios de una DOQ.
A grandes rasgos, ¿cuáles son las principales líneas de actuación de la DOQ Priorat? Básicamente, ¿cómo valora la evolución de esta denominación de origen calificada en los últimos años? ¿Cree que todavía quedan aspectos en los que se debería trabajar más?
En concreto, la evolución de la DOQ Priorat, en los últimos 15 años, ha sido espectacular. Por fortuna, ha sido una trayectoria integradora, respetuosa y equilibrada. Me parece que es lo máximo a lo que puede aspirar cualquier territorio vitivinícola. Nos ha llevado 15 años el llegar a una situación inimaginable, que, sin lugar a dudas, ha consistido en situar al Priorato en el lugar que se merecía. Y, desde luego, en todos los campos de actuación dentro de la DOQ Priorat se debe mejorar. Por ejemplo, en la identificación de los suelos, la materia vegetal y la ampelografía; en relación al control y calidad de los vinos y la comunicación… en todos todavía quedan cosas por hacer.
El cultivo de la vid en el Priorat se lleva a cabo de forma singular: en terrenos de pendientes acusadas, cepas que se plantan en bancales donde resulta imposible la mecanización y sobre suelo donde abunda la pizarra parda, conocida también como licorella. Así pues, el concepto francés de ‘terroir’ está fuertemente vinculado a los vinos de la DOQ Priorat. ¿No resulta una contradicción elaborar vinos ‘de autor’ para competir en un mercado vinícola cada vez más globalizado?
En la DOQ Priorat tenemos la suerte de que el gran autor es el suelo de licorella, que con su particular microclima configura una identidad a los vinos muy acusada. En un mundo global lo más apreciado son los territorios con fuerte identidad y el Priorat es uno de ellos.
Básicamente, ¿cuáles son las claves que definen a un buen vino de la DOQ Priorat?
Un buen Priorat no se puede definir en una frase. Me gusta presumir de que un buen Priorat es un vino que se identifica con la tierra. En nuestro caso, son vinos que concentran mucho de todo: elegancia, volumen, estructura, profundidad y, especialmente, equilibrio.
Según el mapa de sòls (mapa de suelos) elaborado por la Generalitat de Catalunya, el 90% de las viñas de la DOQ Priorat se plantan sobre suelo formado por licorella (pizarra parda). ¿Cómo influye la abundancia de este mineral en la producción de los vinos autóctonos? ¿Qué otras conclusiones de interés para la DOQ se desprenden de este estudio?
La llicorella es un suelo que hace difícil la vida de cualquier planta: es hostil, pobre y, por situación, especialmente seco. Estas particularidades configuran plantas de poca producción pero a la vez, las uvas son muy concentradas y aportan un marcado carácter mineral a los vinos.
El estudio de los suelos de la DOQ Priorat nos permite de una forma muy particular e interesante analizar dónde tenemos las actuales viñas y seguramente, de este estudio sacaremos conclusiones que nos van a permitir entender la relación entre suelos, viñas y vinos.
La vendimia del año 2009 se caracterizó por un exceso de producción de uva que obligó a varios agricultores a vender la uva a precio de coste o incluso por debajo del mismo. ¿Cuáles son las previsiones para esta temporada? ¿Cómo se podría paliar la reducción de ingresos que experimentan los agricultores?
La primera parte de la pregunta es una afirmación que no comparto en absoluto. La cosecha 2009, en el Priorat, fue muy buena en calidad y correcta en cantidad. La reducción en el precio de la uva en algunos viticultores y la situación general de precios en el conjunto de la DOQ se debió, principalmente, a la situación de crisis generalizada del conjunto de la economía, y en un segundo plano, a la adaptación de las bodegas a esta nueva situación económica. La cosecha 2010 ha sido más estable, no exenta de situaciones puntuales complejas. Pero ya quisieran estar la mayoría de las DO como estamos en el Priorato.
Respecto a los agricultores, el objetivo es producir uvas de calidad y en estos momentos es evidente que se debe sacrificar cantidad en favor de la calidad. No es fácil, pero es el futuro. No por producir más vamos a tener viñas más rentables o competitivas; todo lo contrario, solo cultivando más calidad se van a poder mantener los precios.
En una entrevista reciente aseguraba que el futuro de la viña en el Priorat depende de la viticultura de precisión. ¿A qué se refería exactamente?
Ya en el siglo XVII, los monjes tenían claro que no todas las uvas servían para hacer vinos de calidad. Estas uvas que ellos definieron como las idóneas son las que en el Priorat debemos desarrollar. Hemos de evitar costes en la producción, sabiendo que por la naturaleza del suelo estos ya son más elevados que en cualquier otra parte, y sobre todo, dedicándole a la viticultura el papel fundamental que debe desarrollar. Es decir, de la misma manera que hemos avanzado mucho en la calidad y capacidad técnica en el interior de las bodegas, ahora debemos hacer lo mismo en la viña. ¿Cómo lo haremos? Aportando conocimientos y estudio, capacidad de evaluación de la calidad de los suelos, metodología en el equilibrio del desarrollo de la planta y madurez de las uvas, adaptación de las viñas al hábitat… En definitiva, viticultura de precisión, porque los grandes vinos solo se obtienen de las mejores uvas.
¿De qué manera les ha afectado el resurgimiento vitivinícola en la comarca del Priorat, aupado por el fenómeno del enoturismo? ¿Ha sido este último uno de los recursos para difundir la marca Priorat? En general, ¿cuáles son las principales acciones que llevan a cabo para difundir los vinos de la DOQ Priorat dentro y fuera del país?
La marca Priorat es, sin ninguna duda, una marca de vino, promovida y reconocida en el mundo gracias al trabajo bien hecho de la mayoría de nuestras bodegas. Por lo tanto, asociado al prestigio de los vinos se genera un enoturismo que tiene interés por conocer, saber y entender lo que los vinos le expresan. Vino, enoturismo y gastronomía evolucionan muy unidos y, en los últimos años, han sido reconocidos elementos fundamentales en la calidad de vida. Asimismo, se asocian a factores culturales que permiten dar a conocer los territorios al mundo y en consecuencia, se convierten en embajadores de una tierra.
En el Priorato, nuestros vinos cumplen ampliamente esta función y el consejo regulador se esfuerza en garantizar a los consumidores la confianza que depositan en el mensaje de las bodegas, en mantener la singularidad de esta tierra, preservarla de abusos o de actuaciones que vayan en detrimento del paisaje y de la calidad del mismo. En definitiva, si todos somos capaces de sorprender a nuestros visitantes por tener un territorio singular, protegido, cuidado y respetado, esta es, sobre todo, la mejor labor que se puede desarrollar desde una DOQ. Lo que nos dio a conocer al mundo no fueron ni campañas de promoción ni grandes producciones, todo lo contrario: singularidad, calidad, belleza...
Tras dos años de trabajo interno recogiendo información académica sobre el territorio, la comarca del Priorat opta a ser declarada Patrimonio Mundial por la Unesco en la tipología de paisaje cultural agrario. En su opinión, de lograr este reto, ¿qué supondría para la zona y los vinos acogidos a la DOQ Priorat?
En estos momentos, en la DOQ Priorat ya aplicamos directrices muy próximas al paisaje cultural agrario. El reconocimiento, por parte de la Unesco, sería la confirmación de este hecho: es algo parecido a ser calificada, salvando las diferencias. Probablemente, no seríamos mucho más conocidos de lo que somos actualmente, pero sí que nos exigiríamos más a nosotros mismos en diversos aspectos de gestión del territorio. Ser reconocidos por la Unesco no es ni una meta ni un fin, nos lo planteamos como un paso muy importante en el reconocimiento de nuestra singularidad.
En la actualidad, Sal·lustià Álvarez compagina su labor de presidente de la DOQ Priorat con el cargo de gerente y director enológico de las bodegas Vall Llach, fundadas por el cantautor Lluís Llach. El porqué de esta última faceta lo explica así: “Tras plantearnos y preguntarnos qué se podía desarrollar en el Priorat para que fuera una tierra donde se pudiera trabajar y vivir –hablo de los años 70, 80 principios de los 90– y sin hallar demasiadas respuestas, la producción de vino nos aportó lo que somos en estos momentos. La tierra fue la que nos permitió llegar hasta este punto, aunque no habría sido posible sin la actuación de hombres y mujeres, con conocimientos enológicos, recursos, mundología e ilusión. Y ahí es donde me parece que yo tuve la suerte de encajar: un hombre de la tierra que traté de entender lo que me decían y aglutinar los esfuerzos de todos para llevar el Priorato a lo que somos hoy en día. Compaginar ambas facetas no le resulta difícil: “La verdad es que me lo ponen fácil, gracias a los dos grandes equipos que tengo en ambos cargos. Tanto los propietarios Lluís y Enric como todos los compañeros de Vall Llach tienen una visión amplia de la DOQ y entienden perfectamente cuál es mi situación y función. Por otra parte, en la DOQ tenemos un gran equipo humano tanto en la dirección de la DOQ (me refiero a los miembros que constituimos la junta) como a los que llevan la gestión. Es fruto de su trabajo, esfuerzo y dedicación el que todo vaya funcionando”. De raíces viticultoras familiares, Sal·lustià Álvarez es un hombre polifacético muy arraigado al hecho de haber nacido y vivido en el Priorat. “Al igual que todos los que nos sentimos prioratenses, tenemos un extraño y profundo sentimiento de pertenecer a esta tierra. Un sentimiento que me permite entender que sin el equilibrio social entre agricultores y bodegueros esto no tiene ni sentido ni futuro”. “En este momento, la dificultad que viven los viticultores –continúa– es muy parecida a la que soportan los bodegueros. Sin embargo, la mayoría trabajamos y vivimos aquí. Y así seguirá siendo, por lo que es imprescindible que haya comunicación entre las partes, rigor en el trabajo de cada una y compromiso. El viticultor ha de ser conocedor de la realidad de su producto y del mercado y el bodeguero ha de entender que sin viticultores no hay producto de calidad”.