Una historia de identidad y armonías en La del Terreno

Hija de padre madrileño y madre manchega, Julia Casado está transformando la forma de hacer vino en su tierra, Murcia. Asentada en el Parque Regional y Reserva de Aves de la Sierra de Lavia, en la DO Bullas, esta virtuosa de la música y del vino creó en 2016 La del Terreno, una bodega propia autofinanciada donde elabora vinos naturales y armoniosos que le dan la importancia que merece al terroir. La del Terreno es una muestra de que crear un proyecto personal de éxito es posible y Julia Casado, la muestra de que el vino es arte.

“No vengo de una familia relacionada con el sector del vino”, me explica Julia Casado al iniciar nuestra conversación. Aunque pueda parecer un dato irrelevante, es importante porque Julia se ha ganado todo lo que ha conseguido sin la ayuda de nada ni nadie. Su historia es la de muchos, la de aquellos que aman la tierra y tienen vocación de servicio hacia ella, los que apuestan por pequeños proyectos que dan vida al territorio y que no olvidan el pasado para poder asegurar un futuro. Julia Casado es pasión, autenticidad y emoción.

Y es que esta viticultora independiente no es solo un genio haciendo vino, lo es también en el ámbito musical: “Aunque me decanté por estudiar Ingeniería Agrónoma, a los 20 años me salió la oportunidad de ampliar mis estudios de música, especializándome en violoncello a través de una beca en la Musikhochschule de Mannheim (Alemania). Como la carrera de agrónomos no me gustaba, decidí aprovechar la oportunidad e intentar ser músico de orquesta. Tuve que dedicarle muchísimas horas y me vi obligada a dejar apartada la carrera de agrónomos durante un tiempo. Finalmente, pude combinarlo y hacer prácticas en la misma Alemania en 2008 y fue allí cuando me decanté por trabajar en el sector del vino”.

Tras varios años aprendiendo alemán y viviendo en el país germano, Casado sintió la necesidad de tener contacto directo con la tierra, con el suelo: “Me apetecía mucho trabajar fuera de la bodega y del laboratorio, tenía ganas de tocar y trabajar la tierra y cuando lo hice, me fascinó. Me gustó tanto que al terminar las prácticas en Alemania me fui a hacer un curso de agroecología y desarrollo rural a La Habana (Cuba). Estas dos experiencias me trastocaron un poco los planes y cambiaron mi relación tanto con la música como con la agricultura, ya que esta última la tenía como una obligación y en Cuba se convirtió en mi pasión. Además, en Cuba aprendí muchísimo sobre temas que realmente me importaban y que hoy en día sigo aplicando, lo que me ayuda a mantener algunas tradiciones y a no reducir el vino a algo puramente tecnológico sino a algo vivo, natural y diverso”.

Julia Casado terminó su diplomatura en Violoncello en Alemania y se matriculó en Enología en la Universidad Miguel Hernández. En 2010 consiguió una beca para realizar sus prácticas en Vega Sicilia y ya nunca más se separó del mundo del vino. Pasó por Argentina y Uruguay antes de asentarse en España, donde dio sus primeros pinitos como profesional en tres bodegas de Jumilla: Casa Castillo, Casa de la Ermita y en Hacienda del Carche.

Pero lo que realmente despertó la magia fue su cruce con el vino natural: “En 2015 me reencontré con un amigo violinista, antiguo compañero de orquesta, que produce vinos naturales y limpios en Francia y me dejó catar algunos. Aquello lo cambió todo. Por primera vez pensé: esto es lo que me gusta y esto es lo que quiero hacer”, afirma Casado.

Aquel sentimiento la motivó a subirse a su coche e irse de Jumilla a Bullas a buscar viñas y parcelas de pequeños propietarios, a hablar con la gente, a preguntar sobre el funcionamiento de la zona… “Tenía claro que quería empezar un proyecto propio en mi tierra pero estaba sola, no tenía a nadie que me guiara o ayudara ni sabía la magnitud de lo que me estaba proponiendo, pero lo hice”.

Pero, ¿por qué se fue a Bullas? “Porque me habían dicho que era una zona mucho más alta que Jumilla, más fresca, que no necesitaba acidificar… Y tenían razón. Literalmente, la primera vez que paseé por allí me enamoré de los parajes con sus viñas viejas altas de montaña. Sentí una conexión con el paisaje y sentí que quería quedarme y trabajar allí”, explica.

Cargada de ganas y entusiasmo, compró las primeras uvas y alquiló unas barricas para elaborar su primer vino en Casa Castillo, La del Terreno 2015, y comprobar si era capaz de comercializarlo. Y lo fue. Es así como nacía un proyecto que sigue creciendo y es que recientemente La del Terreno se ha trasladado con su bodega modular sostenible diseñada por ella misma con materiales prefabricados a Caravaca de la Cruz, un espacio donde Casado puede vinificar tranquilamente y que cuenta con la ventaja de ser transportable –además de energéticamente eficiente–.

Actualmente la bodega cuenta con una producción de alrededor de 4.000 botellas de su vino La del Terreno, 2.000 de La Cañada del Jinete, 3.000 botellas de Ninja de las Uvas Macabeo y 5.000 de Ninja de las Uvas Garnacha. Además, este año Julia Casado ha colaborado con el periodista de Decanter, Darren Smith, en la elaboración de Moratella Rosado 2020, un rosado del que se han comercializado 900 botellas en exclusiva en Reino Unido.

Con estas cifras, la mitad de las cuales se venden en España, La del Terreno está presente en 14 países por todo el globo: Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Canadá, Chile, Reino Unido, Alemania, Bélgica, Suiza, Japón, Tailandia, China…

A Casado le gusta trabajar con variedades autóctonas de Bullas y con parcelas certificadas en ecológico que le permitan conectar con la tierra y sentir una vinculación emocional con el proyecto: “Siempre parto de viñas cultivadas sin agroquímicos y el Parque Regional de Bullas me facilita mucho el trabajo. La diversidad de tipologías de suelos de la zona que escogí me sigue cautivando, sus orientaciones, su altitud, los casi 50 años de las vides con cepas muy altas y una uva muy levantada del suelo, lo bien aireada que está… Sigo trabajando con la misma parcela de 2,5 hectáreas de Monastrell que el primer día porqué me entendí muy bien con el propietario y poco a poco hemos ido evolucionando y probando la mejor forma de trabajar para los dos”.

Algo curioso es que la parcela está recortada por un sistema de ramblas, por lo que se ve todo el perfil del suelo. Es un suelo que se caracteriza por su capa de grava calcaría y granítica, con una textura franco-arenosa que facilita el drenaje. Debajo del todo hay una capa de arcilla roja que optimiza mucho la vegetación de las plantas. “Si le sumas las temperaturas que caracterizan la zona, que hasta en verano hace fresco, te encuentras con una acidez muy interesante y, en definitiva, con una parcela que reúne las mejores condiciones para elaborar el vino en el que creo”, subraya la bodeguera.

“La Monastrell con la que trabajo no se parece en nada a la idea que se tiene de la Monastrell del sur-este de la península. Me gusta decir que es una variedad morena, de sol, pero creo que se parece más a la Monastrell del sur de Francia por su buena acidez y por su ciclo de maduración muy largo. Un ejemplo de ello es que no es hasta finales de septiembre o principios de octubre que iniciamos la vendimia. Además, necesita casi un año de embotellado para sacar su expresión más interesante. Creo que es una Monastrell muy fina, muy expresiva y tiene una muy buena evolución tanto en la botella como en la copa. Y todo esto es mérito de la parcela, no mío. Yo me limito a fermentar en hormigón o en tinas abiertas de madera”, indica.

Aunque la Monastrell es la uva predilecta de Casado, también cuenta con una parcela más joven de Garnacha con la que elabora la gama Ninja de las Uvas en la cooperativa Bodegas del Rosario. Se trata de la primera y única Garnacha 100% vinificada por separado de Bullas, algo que sorprendió mucho cuando Julia Casado lo propuso, pero que ha dado grandes resultados y con la que la propia Julia dice estar “muy contenta”.

Este año Casado se ha atrevido con su primer blanco de Macabeo, un blanco brisado cultivado en una pequeña parcela a 800 metros de altura.

Con su reciente traslado a una finca de Caravaca de la Cruz, Julia Casado está afrontando nuevos retos con los que dice sentirse muy ilusionada: “Me siento muy arropada y muy en sintonía con el resto de productores de la finca. Tenemos todos los mismos objetivos y eso se nota en el día a día. Contamos con una Academia de Agricultura Regenerativa y un vivero de ideas e iniciativas de empresas locales y emprendedores que están siendo una motivación personal. Ya hemos plantado una viña conjunta de Cariñena, Monastrell, Garnacha y Garnacha Blanca y espero que eso nos permita seguir creciendo”, concluye Julia Casado.