Desafíos sectoriales y tecnológicos en la transformación del sector naval

Cuando hablamos del sector naval y marítimo en España, lo hacemos de una industria que cuenta con una rica y extensa historia, siendo uno de los sectores económicos más antiguos y arraigados del país. Desde la era de los grandes descubrimientos y la expansión colonial, España ha destacado por su destreza en la construcción de buques y su habilidad en la navegación. Es más, hablamos de un sector que se ha convertido en un pilar fundamental de nuestra economía, no solo por su impacto directo en el PIB y el empleo, sino también por su papel en el comercio internacional, la innovación tecnológica y, por supuesto, en el desarrollo general de nuevos buques, especialmente de tipo militar.

Según PYMAR, sociedad que agrupa a los principales astilleros privados españoles, estamos ante una industria estratégica para España, con un impacto de 10.000 millones de euros y responsable de más de 75.000 empleos, que dedica cerca del 80% de su producción a la exportación y cuenta con un consolidado prestigio internacional.

Pero para llegar al punto actual, el sector naval ha tenido que saber evolucionar y modernizarse para adaptarse a las nuevas demandas del mercado global. Uno de los puntos de inflexión de esta transformación lo marcó el ingreso de España en la Unión Europea (UE), que implicó la necesidad de acometer una serie de reformas estructurales que impactaron profundamente en la industria, así como de inversiones tecnológicas que resultaron esenciales para mantener la competitividad frente a otros países grandes constructores navales.

Esta evolución ha permitido a nuestra industria naval mantenerse relevante en el mercado internacional a día de hoy, donde España se ha labrado un prestigio que la sitúa en los primeros puestos en los rankings mundiales de contratación; particularmente en los mercados de construcción de embarcaciones avanzadas y especializadas que incorporan la tecnología más novedosa y el mayor valor añadido. Sin duda, aquí, España tiene gran potencial y mucho que decir.

Sin embargo, aunque estamos ante un sector que se posiciona como palanca económica para el crecimiento del país, también debe hacer frente a varios desafíos significativos en los ámbitos económico, tecnológico, ambiental y social.

La competencia global se ha intensificado, con países como China, Corea del Sur y Japón dominando la construcción naval debido a sus capacidades de producción a gran escala y costes laborales más bajos. Esta situación obliga a los astilleros de otras regiones, entre ellas España, a buscar maneras de ser más competitivos, ya sea mediante la especialización en nichos de mercado o por su apuesta por la innovación tecnológica.

A esto se suma la obligación de cumplir con regulaciones medioambientales más estrictas que requieren importantes inversiones en tecnología. No obstante, la integración de estas conlleva una considerable inversión en I+D+i y una presión creciente para operar de manera más sostenible, lo cual abarca no solo la reducción de emisiones y la descarbonización, sino también una correcta gestión energética, de residuos o la adopción de prácticas de economía circular, entre otras.

Atraer y retener talento cualificado es otro desafío constante para la industria naval, que necesita ingenieros y técnicos, así como otro tipo de perfiles capacitados para desarrollar e implementar las nuevas tecnologías. La formación y el desarrollo profesional son esenciales para asegurar una fuerza laboral competente y que cubra las necesidades en este ámbito.

La propia digitalización y la mayor conectividad del sector -donde cada vez son más habituales los despliegues de sistemas IoT, gemelos digitales, herramientas de inteligencia artificial y análisis de big data, o la implementación de tecnologías de bajo mantenimiento y conocimiento programado-, aumentan la superficie de ataque y hacen que los sistemas de control y navegación queden más expuestos a potenciales ciberataques.

Esto puede tener graves consecuencias tanto para la seguridad de la tripulación como para las operaciones, lo que, a su vez, sitúa a la ciberseguridad como un elemento transversal y crítico a toda el área tecnológica. A pesar de ello, estos retos tecnológicos abren la puerta a oportunidades significativas para la innovación y el crecimiento.

Enfrentar estos desafíos supone trazar una estrategia integral que combine innovación, inversión en formación y capital humano, cumplimiento regulatorio y sostenibilidad ambiental. Esto implica una acción coordinada del sector naval y la industria marítima: de empresas, universidades y administraciones públicas. Esta colaboración público-privada tan crucial será la que promueva el viento a favor para mantener competitivo y sostenible al sector naval en el futuro.