Normandía, ¿región vitivinícola?
En Normandía, un microclima seco y cálido en una colina orientada al sur, ha permitido a Les Arpents du Soleil, primer viñedo normando, desarrollar una actividad que con la agudización del calentamiento global inspira a otros agricultores a producir vinos en esta región fría y lluviosa del noroeste de Francia. Su propietario, Gerard Samson, es ahora considerado un visionario aunque en 1995, cuando plantó su primera media hectárea, fue visto como un loco. Hoy tiene 6,6 hectáreas y una clientela internacional atraída por sus vinos ‘Made in Normandy’.
Mientras que el resto de viñedos de Francia terminaron la vendimia entre mediados de agosto y mediados de septiembre (tres semanas antes de media que en los años 1980), Samson se encontró la primera semana de octubre en las últimas horas de la recogida.
Este antiguo notario, que compaginó su trabajo con este laboratorio de vinos hasta dedicarse plenamente a ello en 2009, advierte a los advenedizos de que cultivar la viña no es como el trigo, y admite la expansión del sector con el calentamiento global, aunque mantiene sus reticencias: “Va a llevar mucho tiempo saber si Normandía puede ser una buena tierra de vino. No tenemos posibilidades hidrotérmicas tan importantes como en el sur de Francia, aquí hay que pensar en la calidad más que en la cantidad”.
El aumento de las temperaturas y las sequías en los últimos años ha llevado a muchos viticultores a interesarse en trasladarse en busca de mejores condiciones climáticas. Otros quieren probar suerte fuera de las tradicionales regiones vinícolas de Burdeos, Borgoña, o el Ródano.
Los viticultores se organizan
Este año, varios agricultores y productores se asociaron con el impulso de la región de Normandía creando la primera Asociación de Viticultores Normandos (Les Vignerons de Normandie), que acoge a unos 40 participantes, aunque solo tres están en actividad. “Hay que construir todo el sector: información, educación, productores...”, explica Xavier Gandon, vicepresidente del colectivo, que empezará a plantar su viñedo en abril. Hasta ahora, Gandon, de 48 años, ha compaginado su trabajo como fabricante de motores eléctricos para automóviles con una formación de viticultura y enología.
El colectivo normando está compuesto por una mitad de agricultores que buscan reconvertir su actividad y otra mitad de curiosos, aficionados al vino. El calentamiento global juega un papel “muy importante” en el despertar del interés vitícola de la región, donde se están implantando variedades como el Pinot Noir y otras híbridas, más resistentes a las enfermedades, explica Gandon.
Temperaturas extremas, cambios en el paisaje, aparición de nuevos insectos y hongos son algunos de los efectos que están teniendo un impacto en los ingresos de los viticultores, que finalmente podrían verse obligados a buscar otras regiones más favorables.
Buscando tierras
Safer, un organismo privado que colabora con el gobierno regional, aconseja a agricultores y vigila que no haya especulación en las tierras, y también ha lanzado un estudio para evaluar la calidad de los suelos para viñedos.
“Se tienen que dar un cierto número de factores esenciales para la producción de vinos de calidad: la topografía, el clima y los suelo”, además de análisis de características como la exposición al sol y la inclinación, explica uno de los investigadores de este estudio, Patrick Le Gouée.
Le Gouée asegura que Normandía tiene una cantidad interesante de suelos calizos, superficiales y drenantes, que pueden beneficiarse al máximo del calor y del sol, “si las condiciones climáticas se prestan”. Los primeros resultados del estudio se conocerán en pocos meses.
En 2012, el Instituto para la Investigación Agronómica de Francia (INRAE) lanzó un estudio sobre los efectos del cambio climático en los viñedos. Entonces, solo un tercio de los agricultores reconocía sentir sus efectos. Hoy, un 70% dice ser consciente de esta realidad. “Este sector de la agricultura se convenció muy pronto”, explica uno de los responsables de este estudio, Jean-Marc Touzard, responsable del INRAE en Montpellier (sur).
Experimentos con varidades resistentes
En esa zona se encuentra el mayor laboratorio francés de variedades de uva y se realizan experimentos para adaptar los viñedos o cambiar las variedades locales, pues el calentamiento global está afectando a la calidad del vino: con más azúcar y mayor porcentaje de alcohol, menos acidez, cambios en el aroma y en el color, entre otros.
Desde 2019, las autoridades permiten que los viñedos experimenten con otras variedades hasta un 10% de su producción o un 5% de su superficie, por lo que se han introducido variedades de uvas españolas, italianas, griegas o portuguesas en algunas zonas.
Touzard recuerda que hasta la plaga de filoxera que arrasó los viñedos franceses en el siglo XIX, la vid se cultivaba en casi todas las regiones. Tras la plaga, “las regiones se especializaron, dando preferencia a las que tenían mejores condiciones”, explica.
Normandía se especializó en manzanos, remolacha y leche, y abandonó los viñedos. La vecina Bretaña (noroeste), también zona de prados y vacas, es otro potencial objetivo para el retorno de la viña. “En nuestras previsiones, dentro de 30 años, con el calentamiento global, toda Bretaña podría ser potencialmente vitícola”, asegura.