Respondiendo a la pregunta del título: sí, y, es más, es algo fundamental. Sin planificación, no hay futuro. En el último de mis artículos ya hablamos de la importancia de la planificación estratégica y de que hay que tomar en consideración los riesgos potenciales que pueden afectar a las empresas familiares durante la elaboración o revisión de los planes estratégicos, también en el largo plazo. Esto permite disminuir el elevado grado de incertidumbre actual en el terreno económico y empresarial, debido a la crisis de la COVID-19, y permite a los negocios estar más preparados ante otros acontecimientos futuros que puedan hacer peligrar su continuidad.
Pero no solo se planifica la estrategia empresarial. En una empresa familiar, también se debe preparar la sucesión a la siguiente generación en la dirección del negocio, como futuros líderes y sucesores, y en la posesión del capital, como accionistas responsables. Todos estos aspectos se encuentran interconectados: el futuro de la empresa, de la familia y de la propiedad van de la mano. En este artículo me centraré en la importancia de planificar adecuadamente el relevo generacional, incluso y especialmente en tiempos de coronavirus, ya que no hacerlo es una de las principales causas de desaparición de este tipo de negocios, sobre todo cuando no se prepara y se deja a la improvisación.
Desgraciadamente, durante este año muchas familias empresarias han conocido en primera persona el riesgo que supone no tener prevista la sucesión y tener que tomar decisiones precipitadas en caso de un evento repentino. En nuestra consultoría de empresa familiar, tenemos clientes que incluso han estado en la UCI y tanto ellos como sus familias han visto muy de cerca como de importante es estar preparados, porque un día el fundador ya no estará ahí para dirigir el negocio y esto puede ocurrir sin previo aviso. No olvidemos que muchos de los líderes de las empresas familiares son personas de 60 años o más, que entran en el grupo más vulnerable frente al coronavirus. Además, muchos de estos negocios son pequeñas empresas familiares, lo que suele conllevar un modelo de gestión muy personalista basado en la figura del fundador o del sucesor, que acentúa más la dependencia del líder.
Todo esto ha hecho que, en los últimos meses, haya aumentado la concienciación sobre cuán importante es prever la sucesión de las posiciones clave del negocio y de que lo mejor para la empresa familiar es empezar cuanto antes a preparar el relevo generacional, para poder hacerlo de forma paulatina, con tiempo y buscando el consenso en un Protocolo familiar. A pesar de la gravedad del momento y de la difícil situación en la que nos encontramos, esto no deja ser una buena noticia, puesto que la experiencia nos demuestra que una de las claves para transmitir con éxito una empresa familiar generación tras generación es precisamente anticiparse y planificar, especialmente en tiempos de incertidumbre como los que estamos viviendo actualmente.
El relevo generacional, una asignatura pendiente
Si bien es cierto que la pandemia ha aumentado el apremio por planificar la sucesión, el proceso de relevo generacional siempre ha sido un momento especialmente sensible para las empresas familiares. De hecho, en un estudio del Instituto de la Empresa Familiar de 2015 se estimó que solo un 33% de las empresas familiares logran sobrevivir a la transición de primera a segunda generación (33 de cada 100 empresas). Y, de estas, menos de un 50% (13 de cada 33 empresas) consigue pasar de la segunda a la tercera generación de la familia. Es muy probable que, en la actualidad, estas cifras hayan empeorado todavía más.
La sucesión en la empresa familiar no es un tema baladí, sino el resultado de un proceso planificado y gradual. El traspaso a la siguiente generación requiere tomar decisiones trascendentes y delicadas sobre el futuro de la empresa familiar, así como trabajar, desde la empresa y desde la familia, para alinear la visión de las diferentes generaciones, infundir confianza entre los profesionales y formar a la generación entrante. Esto, que ayuda a evitar conflictos, frustración y pérdida de oportunidades y, a largo plazo, a conseguir la continuidad del negocio familiar, no es tan fácil como podría pensarse, por lo que históricamente muchas familias han tendido a posponer el proceso.
A menudo por pereza, porque entran en juego las emociones familiares y porque es un asunto complejo, la generación saliente es reticente a abordar el relevo generacional y pospone indefinidamente la decisión, postergando el momento de jubilarse. Tampoco quiero recomendar una edad concreta en la que haya que plantearse empezar a planificar el relevo generacional, pues cada familia y cada empresa es un mundo, pero sí que quiero remarcar que entraña tiempo, por lo que debería plantearse como un proceso paulatino que durará varios años. Si no, se corre el riesgo de tener que hacer el proceso muy deprisa, no poder aprovechar lo que la generación anterior podía aportar, desencadenar conflictos e, incluso, desmotivar a los sucesores, que terminarán alejándose del negocio en ver que ‘nunca llega su momento’. Así pues, os animo a iniciar el proceso cuánto antes, incluso ahora, en tiempos de coronavirus, para asegurar la continuidad de vuestra empresa familiar.
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