Opinión: Muro superado, por Jaume Ferrer
Quienes hayan corrido alguna carrera de larga distancia, bien en asfalto o bien en tierra, habrán oído hablar del temido muro. Es ese momento en el que uno cree que no va a poder continuar ni un solo kilómetros más porque sus reservas están a cero.
El running, como segmento, se ha encontrado muchos muros en los últimos años. Y casi siempre, por la misma razón: porque en algún momento de la carrera, pecando de optimismo, ha acelerado el ritmo más de lo deseable. Más de lo que podía aguantar. Y su gran suerte es que, en esos momentos de dudas, siempre ha tenido un aliado inesperado que le ha dado un extra de energía para continuar la carrera.
Al sector siempre le ha costado mucho gestionar los éxitos. Cuando algo ha ganado mucha fuerza se ha explotado en exceso, quemando oportunidades a un ritmo vertiginoso. Y eso ha pasado con una lista interminable de artículos y, también, con algún que otro segmento. Entre ellos el running.
Con la crisis de 2008 el running, como tantos otros deportes, dio un salto cuantitativo espectacular. La fiebre del running lo llamaron algunos expertos económicos. Con la economía tambaleándose y la gente en plena crisis de miedo, ahorro y caída en picado del poder adquisitivo, el running emergió como una muy buena alternativa de ocio. Era asequible, accesible y muy saludable. Y encima estaba de moda. Por eso, en un tiempo récord, la práctica se disparó y se pasó de mirar con cierta sorna a quienes corrían habitualmente por la ciudad -sobre todo sí lo hacía de noche- a, prácticamente, desdeñar a quienes no habían incorporado al running en sus hábitos diarios.
La madurez que ha alcanzado el running en los últimos años ha sido clave para gestionar el fuerte repunte postencierro infinitamente mejor de cómo gestionó el gran boom que se dio tras la crisis de 2008.
El sector, lógicamente, vio la oportunidad y se lanzó con todo a ello. Sin pensar demasiado en el medio y el largo plazo. La práctica estaba disparada y lo que había que hacer sí o sí era multiplicar la oferta. Y casi todos los actores del sector se dejaron llevar por la euforia. Unos abrían tiendas especialistas sin tener la más remota idea de cómo se gestiona un negocio y creyendo que para hacerlo bastaba con ser un aficionado al running, y otros -las marcas- no analizaban en exceso quien había detrás de cada proyecto y se cegaban en colocar producto para disparar sus números. Y claro, llegó el temido muro. Con una oferta exageradamente disparada comenzó la previsible guerra de precios y, aunque la práctica seguía siendo relativamente buena, el segmento empezó a tambalearse. Cierres uno tras otro -y alguno poco esperado- y las marcas haciendo equilibrios para recuperarse de la cantidad de impagados que tuvieron…
El segmento poco a poco empezó a resituarse. Ayudó, y bastante, el boom del Trail, que además de ser un poco más tardío, también fue más “racional” y supuso un buen empujón para que las marcas y las tiendas de running pudieran abrir nuevas vías de negocio en un segmento menos pervertido. Las cosas se fueron poniendo en su sitio y, con una práctica manteniéndose en niveles muy buenos, el running maduró. Y ha sido esa madurez la que, entre otras cosas, le ha permitido gestionar el fuerte repunte post encierro infinitamente mejor de como gestionó ese gran boom que se dio tras la crisis de 2008. Y tal ha sido esta buena gestión que, pese a los problemas que han tenido muchas marcas a nivel de suministros, prácticamente todas han conseguido excelentes resultados. Y lo mismo ha pasado con las tiendas.
Que un sector sea maduro no es malo. Todo lo contrario. Madurez no es sinónimo de haber tocado techo. Es sinónimo de hacer las cosas bien, de solidez, de tener como objetivo el buscar un ritmo constante.
El running, como tantos otros segmentos, ha entendido que el éxito no es conseguir fuertes repuntes de vez en cuando. Y menos si estos repuntes tienen que ver más con una crisis -económica o sanitaria- que con el trabajo que se pueda haber hecho desde el propio segmento. El verdadero mérito es encontrar un buen ritmo que te permita terminar la carrera sin problemas. Algunos, quizás, lo llamen madurez, y puede que sea eso. Pero una madurez bien entendida. Que implique saber dimensionar el mercado y adaptarse a él. Saber gestionar los éxitos con cautela y pensando en el largo plazo y no en un boom efímero que sea pan para hoy y hambre para mañana. Que un sector sea maduro no es malo. Todo lo contrario. Madurez no es sinónimo de haber tocado techo. Es sinónimo de hacer las cosas bien, de solidez, de tener como objetivo el buscar un ritmo constante. De entender, en definitiva, que es más importante llegar lejos que llegar rápido.