OPINIÓN: Desescalada... con pies de plomo, por Carlos Grande
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Afortunadamente, hemos comenzado la desescalada. Tras semanas confinados, la flexibilización de la cuarentena se inició con la salida a la calle de los niños, y el 2 de Mayo con el inicio de la practica deportiva al aire libre, tras ello diferentes CCAA o territorios han comenzado a cruzar fases en dirección a lo que se ha denominado “Nueva Normalidad” que ciertamente desconocemos cómo será.
Diferentes territorios ya han cambiado de pantalla y han podido iniciar la apertura de comercios, mientras los dos grandes polos económicos del país, Madrid y Barcelona, permanecen en la Fase 0 debido a la gran incidencia que en ellos ha tenido la pandemia, aunque ya con cierta apertura que va a permitir abrir los comercios.
Aunque con limitaciones, hemos empezado a ver la luz al final del túnel, si bien la actitud de muchos de nosotros me hace dudar si hemos entendido la situación en que nos encontramos.
El COVID-19 continúa siendo un perfecto desconocido para la comunidad científica, y aunque es cierto que los investigadores avanzan, aún no estamos cerca ni de un tratamiento ni de una vacuna. En esta tesitura, caminando hacía los 5 millones de contagiados y con más de 300.000 muertos en el mundo y creciendo, y con una situación, que en principio comienza a ser controlada en España, pero con casi 30.000 muertos y 55.000 casos activos, hay quienes creen que esto ya está superado.
Lamentablemente, la travesía que aún nos queda para alcanzar la orilla de las certezas en esta pandemia es amplia, y el riesgo de rebrotes alto, como lo indican científicos e informes alrededor del mundo, e incluso han experimentado países que creían tenerla superada. Los ejemplos de Alemania, Corea o China nos explican la delicadeza con que debemos caminar.
Sin duda esto amenaza la recuperación económica, a pesar de lo cual desde diversos lugares han comenzado las presiones para acelerar la superación de fases y apertura económica, sin entender que eso será posible siempre que cumplamos la premisa de “controlar” el virus. Muchos no aciertan a observar cuan negativo sería iniciar una desescalada de apenas un par de semanas para tener que volver a confinarnos un mes. Esta posibilidad sería peor para la economía,y para el propio ánimo de nuestra sociedad, que la posibilidad de que la desescalada sea lenta.
Las decisiones han de abordarse poniendo en la balanza riesgo y beneficio, y no "muerte o ruina", ya que estas pueden ir de la mano. Nuestro país, o cualquiera, puede encontrarse con muerte y ruina, si la salida es acelerada y errónea y hay que volver al confinamiento. Si esto sucediera, no sólo sería desastroso a nivel interno, sino que el prestigio del país caería por los suelos. Esta circunstancia en un país como el nuestro, cuyo máximo exponente del PIB es el turismo y los servicios de él derivados, puede generar un daño económico terrible, cuyos efectos no serían a corto plazo. De esta manera acumularíamos a las muertes generadas por un rebrote y un nuevo colapso sanitario, la ruina de la pérdida de confianza de viajeros e inversores.
Por tanto, considero firmemente que el foco de la desescalada y progresiva apertura económica ha de estar en el dilema “riesgo-beneficio”. Alguien puede evaluar que ocurriría si, como en Seúl (Corea), tras la apertura de bares, pubs y discotecas del primer fin de semana un rebrote provocará volver a cerrar un mes?
Sin duda que cuanto antes comencemos a reabrir menores serán los daños, pero presionar a las administraciones para intentar saltar de fase, o estar continuamente presionando como están haciendo algunas asociaciones como ANGED, puede tener efectos nefastos. Si los políticos fruto de las presiones priorizan las opiniones partidarias de las científicas pueden provocar un colapso cuyos efectos pueden ser catastróficos.
Es cierto que cuanto antes comencemos a reabrir menores serán los daños, pero presionar a las administraciones para intentar saltar de fase, o estar continuamente presionando como están haciendo algunas asociaciones, puede tener efectos nefastos.
Toda la sociedad, y en especial toda la estructura económica, quiere volver a la vida pre-COVID, incluso el tenista Rafael Nadal ha declarado públicamente que él no quiere una nueva normalidad sino recuperar su anterior normalidad. Es lo que se denomina sesgo de normalidad, la tendencia de las personas a creer que las cosas siempre funcionarán de la manera en que normalmente han funcionado y por lo tanto a subestimar tanto la probabilidad de un desastre como sus posibles efectos. Esto puede dar lugar a que la desescalada pueda fracasar trágicamente, pues no estamos preparados mentalmente para la nueva situación, como se ha podido ver en cada fase de apertura, dónde muchos ciudadanos han llevado sus acciones más allá de los límites de apertura.
Yo no tengo dudas que Europa no se atrevió a tomar las medidas que aconsejaba la pandemia en China por no perjudicar la economía, igual que ha ocurrido en Estados Unidos. Ahora, la situación es acelerar la reapertura para no perjudicar la economía, pero no podemos olvidar los riesgos.
Sin ir más lejos, el caso de Estados Unidos puede mostrar claramente la balanza “riesgo-beneficio”. El país esta reabriendo a pesar de que los datos no indican que la pandemia esté controlada, lo que supone el riesgo de un severo repunte. De hecho, un informe de la Agencia Federal para la Gestión de Emergencias (FEMA), algo parecido a la Protección Civil en nuestro país, prevé que esto puede provocar 3.000 muertos y 200.000 positivos diarios para el 1 de junio. Si esa predicción se cumple, el “pico” en Estados Unidos todavía está muy lejos, y los efectos económicos derivados de este también, que se sentirían en todo el mundo probablemente. En este sentido, el epidemiólogo de la Casa Blanca, Anthony Fauci, uno de los mayores expertos del mundo declaro ante el Senado estadounidense que «habrá muerte y sufrimiento innecesarios» si se reabre el país demasiado pronto, contraviniendo las indicaciones dadas por los expertos.
En mi opinión, se hace indispensable andar con pies de plomo en la desescalada y asegurar cada paso. Igual que un escalador no puede comprometer una escalada, y su vida, por ir deprisa, tampoco puede acelerar a unos pocos pasos de alcanzar la cima, menos aún si va a caer sobre unos seguros precarios. Hemos recorrido un camino lo suficientemente duro, y el que nos queda, y con unos efectos tan significativos que creer que corriendo lo solucionaremos es un error. Como dice el refrán, “Las prisas son malas consejeras”