La multinacional catalana Carinsa investiga cómo sustituir los elementos perjudiciales de algunos alimentos para aditivos más beneficiosos para la salud
Convertir la comida basura en comida saludable
“Hemos desarrollado un chicle que comienza teniendo sabor a fresa y acaba teniendo sabor a menta”, explica Vanessa Martínez. Es la directora general y presidenta del Grupo Carinsa, una multinacional catalana especializada en la creación, fabricación y comercialización de aditivos alimentarios. Sus productos permiten cambiar el color, la forma, el sabor y el olor de la gran mayoría de alimentos que podemos encontrar en los supermercados. Pero no sólo se dedican al sector de los comestibles. “Cuando nació en 1993, enseguida nos dimos cuenta de que teníamos que diversificar”, recuerda Martínez. Es por ello que actualmente también desarrollan aditivos para piensos y aromas para productos de limpieza. Seguramente, Wonka habría compartido gran parte de la filosofía de Vanessa Martínez: “Innovar es la clave para crecer”, revela.
Para ello, el Grupo Carinsa destina actualmente un 40% de su plantilla en el departamento de investigación y reinvierte el 20% de los beneficios anuales a encontrar nuevos aditivos. “Cada año nos centramos en un subsector completamente nuevo para nosotros: contratamos expertos que conozcan la materia y en 24 meses terminamos una nueva mejora”, explica Martínez. De esta manera han logrado tener patentes a nivel mundial en el sector lácteo y crecer en cuota de mercado año tras año.

De hecho, la empresa también participa desde este año en varios proyectos del Programa Estratégico CIEN, convocado por el Ministerio de Economía y Competitividad y que quiere fomentar la investigación industrial para solucionar posibles problemas del futuro. “Las empresas de aditivos podemos contribuir a mejorar la salud de las personas”, defiende Martínez.
Según el departamento de Salud, el año pasado el 30,4% de la población catalana de entre 6 y 12 años tenía sobrepeso. Para detener este problema, Carinsa marcó un reto: hacer que los niños coman alimentos más saludables, pero sin darse cuenta. “Sabemos que el chorizo tiene un sabor muy bueno, pero también tiene un montón de grasas saturadas que aumentan el colesterol”, explica Martínez. Para solucionarlo, Carinsa busca grasas vegetales y modifica el sabor y el olor para que no cambien el producto original. “Engañando positivamente el cerebro podemos reducir hasta un 50% los componentes perjudiciales de un alimento”, argumenta la directora general.
La empresa está investigando también cómo extraer las proteínas beneficiosas de insectos y de algas para inyectarlas en otros alimentos como, por ejemplo, unas magdalenas. De esta manera, buscan estar preparados para el año 2050, fecha en que la Organización Mundial de la Salud prevé que se habrán acabado las proteínas cárnicas. “La principal dificultad es separar las propiedades sin conservar el color verde, el gran enemigo de los niños”, explica Martínez. Con unos setenta trabajadores en España, Carinsa factura cerca de 35 millones anuales, que prevé convertir en 50 el año 2018 y en 200 el año 2025. Un crecimiento que quieren conseguir diversificándose y especializándose aún más: en sectores, pero también en mercados. De hecho, actualmente ya tienen filiales en 30 países y exportan a 20 países más a través de distribuidores. El año próximo se establecerán también en Sudáfrica, en la Costa de Marfil, en Turquía y en Cuba. Con esta filosofía, Carinsa busca hacerse un lugar en el mercado mundial tal y como ya hizo el chocolatero Willy Wonka: innovando, innovando e innovando.