La industria del automóvil necesita previsiones realistas
En los últimos meses hemos oído todo tipo de comentarios con respecto a la desaparición de los motores de combustión y la entrada masiva de coches eléctricos en el parque automovilístico español. Hemos asistido a una controversia curiosa entre el Ministerio de Industria y el de Transición Ecológica, normal por otra parte, pero vamos a intentar poner datos en todo esto.
En primer lugar, vamos a ver la introducción en el mercado del coche eléctrico. Hasta octubre de este año se han vendido en España 1.249.714 vehículos nuevos, de ellos 18.800 son eléctricos, sumando turismos, motos, vehículos industriales y autobuses. Se espera llegar a las 65.000 matriculaciones para 2020, objetivo ambicioso porque supone casi triplicar las cifras de este año.
Esto supone que el 1,5 % de los vehículos vendidos en nuestro país son eléctricos.
Según datos de distintas entidades, en España circulan hoy en día unos 80.000 vehículos eléctricos, de los cuales un 40% son coches, un 28% son motos y el resto son vehículos industriales y autobuses. El parque de vehículos es de casi 28.000.000 de unidades a día de hoy.
Según declaraciones del secretario de Estado de Energía en funciones D. José Domínguez, realizadas la semana pasada, el texto final del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima del gobierno español prevé que para el año 2030 habrá 5.000.000 de vehículos eléctricos circulando por nuestro país. Esto supone que tendremos que pasar de las aproximadamente 23.000 matriculaciones de este año a una media de 500.000 anuales. Se podrá argumentar que el crecimiento va a ser progresivo y que será mayor en los últimos años, pero en todo caso nos permitimos dar un consejo al próximo gobierno: revisen sus pronósticos y márquense objetivos realistas. Lo demás sólo provoca confusión, desincentivación a la compra de vehículos nuevos e incertidumbre en el primer sector industrial español.
Se puede argumentar, y de hecho se hace, que el problema es que no hay una red de puntos de recarga que permita un uso más optimizado del coche eléctrico, pero aun cuando la hubiera, sigue sin resultar atractivo viajar teniendo que parar cada 250 kilómetros, como mucho, para recargar la batería en una carga rápida que nos llevará entre 30 y 45 minutos. Se están haciendo esfuerzos por parte del gobierno en funciones para crear esa red, desde legislativos (hay un proyecto de Orden para facilitar los accesos desde las carreteras), hasta la puesta a disposición de muchos euros para la ayuda a la instalación de esos puntos y para la venta de coches eléctricos. Veremos los resultados.
En todo caso, y para que se puedan alimentar las baterías de esos 5.000.000 de coches en 2030, harían falta muchos puntos de recarga para que cuando salgan a la carretera no se encuentren con qué hay diez coches esperando a cargar en el mismo punto y supongo que muchos aparcamientos semi gratuitos para que todos aquellos que no tienen plaza de garaje y les gustaría tener un coche eléctrico pudieran hacer una recarga nocturna, que es la más viable y barata. Me decía un amigo que eso se resuelve teniendo dos coches, uno para la ciudad y otro para los viajes y poniendo un poste de recarga en el garaje del chalé. Es cierto, no había caído en ello.
Finalmente, me gustaría incidir en un dato, la edad media del parque automovilístico español es de 12,3 años. Esto nos lleva a una rápida y obvia reflexión: tenemos un parque automovilístico obsoleto en cuanto a medidas anticontaminantes.
Una vez más, insistimos en lo mismo: lo único realista hoy en día es incentivar la compra de coches nuevos, se muevan con la energía que sea: electricidad; gas natural, GLP, gasolina, gasóleo o hidrógeno. Un coche diésel fabricado a partir del año 2018 contamina, de media, un 84% menos en NOX y un 91% menos en partículas que uno fabricado hace 15 años, y produce un 15% menos de CO2 que uno nuevo de gasolina, con un consumo un 25% inferior.
No hay que demonizar ninguna energía, lo que de verdad contamina es un coche viejo. Otro día hablaremos de las etiquetas y de la realidad de los criterios que se han seguido para clasificar los vehículos.