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La línea Maginot

Jorge Zanoletty, economista26/07/2011

26 de julio de 2011

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La enorme Placa Pacífica empuja y empuja de forma inexorable a la pobre Placa de Okhotsk, a razón de 8 ó 9 centímetros al año, así por cientos, miles de años. Ambas resisten, constreñidas por las placas tectónicas que las rodean. Se acumula la tensión. Los diminutos humanos poco podemos hacer, salvo medir e intentar predecir y protegernos.

En el largo plazo, sismólogos que utilizan complejos modelos matemáticos, apoyados en redes de GPS, intentan conocer el movimiento de las placas. La cinética mutua entre la placa de Amu y la de Okhotsk parece que se conoce bastante bien. Con la Pacífica creo que es más complicado. La solución a corto plazo es utilizar redes de sismógrafos que detecten movimientos sísmicos previos al grande y generen alertas. Poca cosa. En Japón se consiguió un preaviso de algo así como un minuto, no mucho, aunque de algo sirvió. El 7 de abril de 2011, a las 14:46 hora local, 72 kilómetros al este de la península de Oshika en Tōhoku y a 32 kilómetros bajo la superficie, algo se rompe. Algo de 500 kilómetros de largo, que se estima que es la zona de fractura entre dichas placas Pacífica y de Okhotsk. La energía de compresión mutua acumulada se libera durante 6 largos minutos. El US Geological Service la estima en el equivalente a 600.000.000 de bombas como la de Hiroshima. Es el Terremoto de Tōhoku 2011 o Gran Terremoto de Japón, el mayor conocido desde que se iniciaron las mediciones, con 9 grados en la escala MMS.

Bueno, ya se imaginarán que yo, de todo lo anterior, no entiendo más allá de mi primer curso de Geología en la universidad. Pero sí me interesan algunas consecuencias.

Desde mi ignorancia, una de las primeras cosas que se me ocurrió pensar es que la ubicación de Fukushima, la central afectada por el terremoto de Japón y ulterior tsunami, no estaba bien escogida, en el frente oriental de la isla, mirando al Pacífico, que es precisamente de donde un tsunami podría proceder. Pero no me atrevo a echarles nada en cara a los japoneses, que seguro saben más que yo de esto.

En Chernobil, casi justamente 25 años antes de Fukushima, fue la antigüedad y errores de mantenimiento lo que desató la catástrofe. En Fukushima, la fuerza de la naturaleza con un cierto grado de imprevisión ante un incidente de esa escala. Pero el hecho es que la desconfianza de una parte de la población frente a las consecuencias de un posible accidente nuclear se ha reavivado. Angela Merkel, que fue ministra de Medio Ambiente con Helmut Kohl, y que por cierto es física, acaba de tomar una decisión transcendental para la UE: cerrar sus 17 centrales nucleares para el año 2022.

A ver si bastan...
A ver si bastan...

Resulta paradójico que en el 60º aniversario de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, o sea energía e industria, semilla de la actual Unión Europea, tengamos una política agrícola común pero no una política energética común. Y resulta igualmente paradójico que mientras Alemania dice que va a cerrar sus centrales, Francia, con 58 reactores en funcionamiento, los considere su principal fuente estratégica. Con centrales como la de Cattenom, la tercera más potente de Francia, a 30 kilómetros de la frontera con Alemania. La línea Maginot sirvió más en su día, o sea nada, de lo que serviría hoy para detener el efecto de un accidente nuclear francés sobre sus vecinos, alemanes u otros.

Parece claro que tenemos en Europa, no sólo en España, un gran dilema a resolver para nuestro futuro común. Alemania y Francia dominan en gran medida la política interior de la UE y parecen ir, de momento, en direcciones opuestas. España no sabe, no contesta. El final de la jugada, nadie sabe.

Confieso que favorecería claramente las energías renovables, si fuesen suficientes. Pero entre quemar petróleo o carbón y la energía nuclear, me inclino por esta última. Y lo que sí tengo claro, en cualquier caso, es que la energía en Europa va a ser cada vez más cara. Así que yo de ustedes me pondría a pensar en cómo ahorrarla, en hogares, oficinas, transporte, industria, donde puedan. Y a los jóvenes que buscan en qué ocuparse, dejen los libros de filosofía de momento y busquen trabajo alrededor del ahorro y la eficiencia energética. Por ahí anda el futuro profesional de muchos.

Y el último en salir, ¡que apague la luz!

P.E.: Otro día hablaré de pepinos, que ya sé que lo han pensado cuando he citado a la ‘política agrícola común’

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