La evolución del sistema energético: España ante el reto de asegurar su suministro
José María González Moya. Director general de APPA Renovables
16/01/2024España, caracterizada por la falta de grandes consensos, se encuentra inmersa en debates recurrentes sobre temas fundamentales como educación, sanidad, pensiones y energía. Sin embargo, estas cuestiones, principales preocupaciones de los ciudadanos españoles, deberían ser objeto de debate, cambio y adaptación sin que ello suponga cambios drásticos cada cuatro años. Los tiempos de los sistemas energéticos se miden en décadas, por lo que necesitan una estabilidad que no debe estar sujeta a las legislaturas.
La ventaja competitiva de España en el ámbito de las energías renovables radica en sus recursos excepcionales, con aproximadamente 2.500 horas de sol al año y una ubicación estratégica que proporciona un buen recurso eólico. Aunque la plataforma continental no es ideal para la eólica marina, la tecnología flotante permite aprovechar los 8.000 kilómetros de costa. Estas ventajas deben compensar las debilidades estratégicas de nuestro país en términos de petróleo y gas. Y contar con una energía autóctona, competitiva y limpia debería estar por encima de las aristas políticas.
En los últimos dos años, Europa ha enfrentado una de las peores crisis energéticas de su historia, directamente vinculada a un conflicto bélico que ha supuesto una de las mayores amenazas a la seguridad del Viejo Continente en las últimas cinco décadas. La conexión entre guerra y energía no es novedosa; la historia revela que muchos conflictos pasados han surgido por el dominio de recursos energéticos estratégicos. En el contexto de la invasión de Ucrania, el gas se convirtió en una herramienta de presión crucial utilizada por Rusia en el prolongado conflicto.
Históricamente, la energía ha sido también un factor fundamental en la formación de la Unión Europea. La Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) fue una entidad pionera que dio forma a la unión de los veintisiete Estados europeos. En aquella época, el carbón era la fuente de energía esencial para alimentar industrias, generar electricidad y proporcionar calefacción a los hogares. Sin embargo, en las últimas décadas, la Unión Europea busca un futuro más limpio para sus ciudadanos y empresas.
La política energética integral y obligatoria, aprobada en 2005 por el Consejo Europeo, está a punto de cumplir dos décadas de colaboración. El paquete 'Fit for 55', presentado en 2021, estableció un objetivo del 40% de energías renovables para 2030, actualmente sujeto a debate para aumentar al 45%. Se trata de metas ambiciosas en las que hay consenso entre las grandes formaciones políticas a nivel nacional y europeo.
"2023 ha sido un año positivo, pero no exento de señales de agotamiento que deberemos corregir para alcanzar la senda que nos lleve a las metas de 2030"
La competitividad alcanzada por estas tecnologías ya hace que se superen comparaciones como instalar una central de carbón o un parque eólico, esa no es ya la duda. En muchos escenarios, resulta más económico desmantelar una central térmica existente (ya amortizada) para dar paso a fuentes de energía renovable. Presentar la elección entre renovables y economía como una disyuntiva es erróneo.
A nivel global, la inversión en energías renovables se acercó a los 500.000 millones de dólares solo en 2022, con un incremento del 36% en la inversión fotovoltaica mundial. La pregunta relevante es cuál será nuestra posición en este mercado de 500.000 millones de dólares anuales, ya que nuestras decisiones actuales condicionarán nuestro futuro. Y es un mercado que se está acelerando, la Agencia Internacional de la Energía, ha publicado la cifra de instalación mundial en 2023: 510 GW de potencia anual instalada global, con un 50% de crecimiento, el mayor en las dos últimas décadas. España se encuentra actualmente en una posición envidiable, con recursos renovables destacados, experiencia reconocida internacionalmente y una posición de referencia, proporcionando una base sólida para la industrialización del país.
La Transición Energética no será sencilla ni económica. Los desafíos tecnológicos que implican adecuar la generación y demanda, almacenar energía, desarrollar la generación, transporte y uso del hidrógeno renovable, llevar las renovables al transporte y a los usos térmicos, y electrificar la demanda, constituyen tareas complejas. Aunque el proceso será costoso, no implica necesariamente que sea más caro. Del déficit comercial total de la balanza española, que ascendió en 2022 a 68.112 millones de euros, el déficit de nuestro sector energético representó 52.617 millones de euros, lastrado por unas importaciones de combustibles que superaron los 90.000 millones. El peso de las importaciones fósiles, especialmente en momentos de crisis o guerra, ejercen una carga significativa sobre nuestra economía.
El sector de las energías renovables en España genera actualmente más de 130.000 puestos de trabajo y representa el 1,65% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional. El incremento de estas cifras, tanto en términos de empleo como de contribución económica, está en nuestras manos. En Europa existe un amplio consenso sobre la dirección que debe tomar la política energética; se espera que, a pesar del habitual desencuentro en nuestros parlamentos, este sector sea un punto de acuerdo entre los partidos políticos y contribuya al crecimiento del país.
El año 2023 ha supuesto significativos avances y desafíos para el sector de las energías renovables en España. Un cierre de año marcado por revelaciones destacadas, desde la reconocida ambición renovable en la COP28 hasta las medidas concretas del Real Decreto-ley 8/2023, que no solo amplía plazos administrativos para los proyectos, sino que también impulsa aspectos clave como el autoconsumo y el almacenamiento hidráulico.
"La fotovoltaica, en contraste con el desarrollo eólico del pasado año, ha mantenido un ritmo instalador constante, cimentando su éxito en una menor complejidad tecnológica y unos costes muy competitivos"
Sin embargo, también hemos visto que la industria eólica ha experimentado cierta fatiga y ralentización, evidenciada en la reducción de la potencia anual instalada en 2023. A pesar de ser una tecnología madura y competitiva, la energía eólica se enfrenta a una complejidad mayor en su instalación, destacando la importancia de abordar de forma positiva la aceptación social, entre otros aspectos como mayor complejidad en la tecnología y la tramitación.
El almacenamiento, esencial para la transición, ha sufrido también obstáculos en su despliegue en España. La clave de su éxito reside en la necesidad de una regulación clara que no penalice y favorezca la integración de renovables, junto con una retribución adecuada para impulsar su desarrollo. En este contexto, cobran mayor protagonismo los consumidores, ya sea una instalación industrial o un hogar. El poder que ahora tienen sobre su energía, en esa combinación de autoconsumo y almacenamiento, les debería llevar a poder elegir cuándo consumir, cuándo vender y cuándo recargar su almacenamiento.
La fotovoltaica, en contraste con el desarrollo eólico del pasado año, ha mantenido un ritmo instalador constante, cimentando su éxito en una menor complejidad tecnológica y unos costes muy competitivos. Aunque el Real Decreto-ley 8/2023 ha mejorado los plazos, se mantiene el desafío fundamental de la adecuación entre oferta y demanda. Este problema, que ya experimentamos con horas a precio cero y vertidos, subraya la necesidad de electrificar la demanda en áreas clave como el transporte y los usos térmicos para evitar desequilibrios en el sistema y los mercados. El autoconsumo cierra el año con signos de consolidación y ligeras correcciones en la capacidad anual instalada, indicando una estabilidad positiva y progresos hacia los ambiciosos objetivos marcados para 2030.