El año del eléctrico
Joan Hinojo, director general de Circontrol
18/01/2023De hecho, la implantación del eléctrico está superando los límites de las administraciones públicas para establecerse como una prioridad también para actores relevantes del sector privado. Un ejemplo muy remarcable, más allá de las pequeñas empresas y flotas, lo tenemos en Coca Cola, que mediante su firma logística para Bélgica, Holanda y Luxemburgo (CCEP), habrá electrificado por completo su flota de reparto en Holanda para 2026. No obstante, la apuesta más clara se da entre los propios fabricantes de vehículos: Hyundai avisaba hace unas semanas que el 1 de enero dejaría de vender automóviles no electrificados en Noruega, mientras que Audi ofrece también desde el día 1 una plataforma de gestión de recarga unificada para sus usuarios en hasta 27 países de Europa. Y quizá el signo de cambio más relevante se percibe en que las compañías de vehículos eléctricos ya ejercen una feroz competencia a los fabricantes tradicionales: según los primeros resultados del año, compañías como Rivian y Lucid Motors ya superan los 1.000 millones de dólares de valor en bolsa, y Tesla, el fabricante de vehículos eléctricos más valorado del mundo, superaba el billón de dólares la pasada primavera de 2022, compitiendo codo a codo con los grandes nombres de la industria automovilística global como Ford o Chevrolet.
En general, la movilidad eléctrica sigue, año tras año, llegando a cotas nunca alcanzadas. De hecho, cada vez son más los conductores que, teniendo un vehículo de combustión y uno eléctrico prefieren usar este último; puede que no sólo por su falta de emisiones sino también por su precio cada vez más reducido y su mejor rendimiento, y quizás por eso antes de empezar el año ya se habían anunciado lanzamientos de más de 40 modelos distintos de vehículo eléctrico en todo el mundo sólo para 2023, muchos de ellos de las gamas más asequibles.
Sin embargo, hay quien ve en la crisis energética un hándicap para la apuesta por la electromovilidad. Es cierto que este escenario ha hecho aumentar mucho el precio de la energía y, de hecho, en las últimas semanas han sido distintos los medios que destacan que países como Suiza, Francia y Reino Unido se plantean limitar el uso de vehículos eléctricos en momentos de escasez energética. Sin embargo, al analizar esas medidas es fácil ver que se trata de acciones temporales para adaptarse a una coyuntura energética, y en modo alguno prometen ser cambios estructurales. Por otro lado, tecnologías como la gestión dinámica de la recarga, o las soluciones de recarga inteligente (smart charging) en general, pueden y deberán resolver este tipo de coyuntura para aprovechar el máximo de potencia con el mínimo consumo, sea distribuyendo la energía demandada entre vehículos, adaptándola a los horarios de mayor disponibilidad o reduciéndola a la cantidad imprescindible.
Pero ni la ampliación de medidas de fomento de la electromovilidad en los distintos países, ni las mejoras legislativas en Europa o Estados Unidos, ni la apuesta desde las empresas, y ni siquiera la adaptación tecnológica a esta y otras crisis energéticas tienen, en mi opinión, el mayor peso en esta cuestión. El verdadero poder reside en el cambio estructural y de mentalidad resultante de toda esta rápida evolución del sector. La apuesta por la sostenibilidad y la electromovilidad ha coincidido con una reacción en cadena en el mundo tecnológico que ha ayudado a poner en valor aspectos fundamentales para la movilidad eléctrica, entre los que se destacan cuatro: por un lado, la apuesta de cada país por el control sobre la cadena de suministro de materias primas para baterías y componentes -como el litio, el níquel y el cobre-; por otro, la mejora drástica de la tecnología de eficiencia de las baterías al pasar de las CTM (cell to module) a CTP (cell to pack); en tercer lugar, el reconocimiento de la gestión de la potencia, de la mejora de la experiencia de usuario y de la optimización de costes como puntos clave para las infraestructuras de recarga, y, por último, la expansión de la red de recarga para una mayor accesibilidad para los conductores. Todos ellos son factores que a priori no tienen una relación directa con la venta, pero sí allanan el camino para que la electromovilidad acelere y levante por fin el vuelo hasta equipararse (o incluso superar) a los vehículos de combustión.
Nadie tiene la bola de cristal que permita saber exactamente si, el próximo 31 de diciembre, podremos asegurar que ha sido este ya el año del eléctrico. Pero la acumulación de evidencias hace pensar en un futuro cada vez más eficiente y más impulsado por vatios (W) que por julios (J). Si no queremos perder la oportunidad, habrá que enchufarse al cambio.