El Green Deal es un cisne negro para el sector de la energía
Jaume Manero Digital Consulting Advisor de Techedge Group
29/10/2020El nuevo modelo energético ¿Un cisne negro para el sector?
Nassim Taleb ha desarrollado con éxito la teoría de que la humanidad avanza y se transforma debido al impacto de los ‘cisnes negros, o eventos altamente improbables que hacen reaccionar, y avanzar, a gobiernos, empresas y sociedades. En este artículo desarrollamos esta idea, con la tesis de que la descarbonización del sistema energético global va a tener un impacto mucho más relevante que las previsiones más atrevidas, transformando de forma radical e impredecible el sector de la energía actual.
El camino que señala el Green Deal nos dice que iremos a un modelo verde en 2050, lo sabemos y estamos trabajando en ello, pero infravalorando claramente el profundo impacto y la velocidad acelerada en la que ocurrirá esta transformación. Vemos señales a nuestro alrededor de aceleración, y creemos que nos dirigimos a zona ignota, a un horizonte en el que aparecerán ecosistemas, procesos, plataformas y productos que hoy no podemos ni imaginar.
Por ejemplo, el sector del petróleo está empezando a barajar la idea de que el Peak Oil está ocurriendo ahora, y lo manifiesta con depreciaciones de activos monumentales absolutamente imprevistas, (BP ha depreciado más del 20% de sus activos en 2020), otras están empezando a comprar activos ‘verdes’ con todo el poder que da su fuerte capital para empezar a jugar en el lado limpio de la energía (Shell ha manifestado su objetivo de ser la mayor empresa eléctrica del mundo en 2030). ¿No son estas señales de un terremoto en el mundo de la energía?
Los confinamientos globales han producido un seísmo en los patrones de demanda de energía que nos ha permitido experimentar, por unos momentos, un escenario que esperábamos en 2030. Hemos vivido semanas con generación renovable sobre el 70%, precios del barril de petróleo negativos, oscilaciones abruptas de la demanda en valores superiores al 25%, la necesidad de una comunicación con clientes totalmente digital o un incremento de tres dígitos en la demanda de coches eléctricos.
Los expertos indican que la situación volverá a su lugar, Pero este periodo de confinamiento nos ha permitido ver, de lejos, al famoso cisne negro, experimentando hoy una situación de futuro, una visión de lo que será este sector en 15 años.
Los que vivimos en el sector de la energía no estamos preparados para entender el impacto de lo que viene, ya que nuestra memoria no ha vivido nunca nada similar. Pero el cambio en los próximos 10 años posiblemente será mayor que el sufrido en los últimos 40. ¿Qué cambios son estos que no somos capaces ni de imaginar?
Por un momento vayamos a la década de los 80 cuando apareció el ordenador personal, en ese momento éramos incapaces de pensar en las aplicaciones como los procesadores de texto u hojas de cálculo que cambiaron nuestras vidas, o cuando llegó internet en los 90 no imaginábamos que muy pronto aparecerían, desarrollado por unos adolescentes engreídos, algo llamado redes sociales que no solo transformaría nuestras forma de relacionarnos sino al mundo como lo conocemos.
Por eso el cisne negro. Sabemos que está delante, lo vemos, pero no somos capaces de estimar el impacto brutal e insospechado que tendrá en como concebimos el mundo de la energía.
Donde hoy hay una gran central habrá en el futuro cientos de pequeños generadores, puesto que la entrada masiva de renovables transforma el paradigma, ya que pasamos de un rol de consumidor pasivo a ser generadores. Nuestro punto de suministro, estático e inamovible pasa a ser móvil, ya que el coche eléctrico se mueve, y cargará en múltiples ubicaciones, y lo que es menos natural, descargando y actuando como un almacenador en la red. De golpe la flota de vehículos eléctricos se convierte en una gigantesca batería que puede verter a la red en momentos de necesidad. La fotovoltaica se continuará generando con curvas diurnas-nocturnas muy marcadas, pero gracias a la utilización de baterías, tanto industriales como domésticas, podremos amortiguar la intermitencia. Y nuestra participación en la red se convertirá en una continua gestión de un ciclo de consumo-generación-almacenamiento-descarga continuado. La pregunta es, ¿Cómo se orquestará todo este potencial?
Aquí es donde entran las tecnologías digitales. El uso extensivo de algoritmos permitirá integrar nuestras capacidades dentro de una red totalmente distribuida. No solo consumiremos, ya que contribuiremos al sistema con generación y almacenamiento, influyendo en disponibilidad y en precios en un modelo bi-direccional.
Las tecnologías digitales o exponenciales más avanzadas jugarán un papel clave en la nueva digitalización. Blockchain, Machine Learning, IoT, o incluso las capacidades ilimitadas de la computación cuántica.
Para certificar el origen de la generación renovable, de la energía limpia, serán necesarias herramientas de consenso y confianza distribuida como los smartcontracts, que aplicaremos tanto a la electricidad como a los circuitos del hidrógeno verde (obtenido con fuentes renovables) y del hidrógeno sucio (obtenido con generación de CO2). Herramientas que llegarán al usuario final que exigirá la certeza de sostenibilidad y que además contribuirá con certificados que acompañen a su generación ‘limpia’.
En nuestras casas e industrias dispondremos de un Digital Data Hub capaz de anticipar y predecir el futuro, de entender la situación de mercado y orquestar nuestra situación de consumo, almacenamiento y producción, para obtener el máximo beneficio, contribuyendo a la estabilidad del sistema. Este Digital Data Hub será una evolución gigantesca respecto a nuestros modestos Smart Meters de hoy, que integrará capacidad de predicción basada en Inteligencia Artificial y coordinación de recursos usando machine learning, optimizando el retorno y respondiendo a los incentivos que el operador del sistema establezca para aumentar la estabilidad.
El operador del sistema tiene ante si una tarea titánica, la descentralización en la generación y el cambio de patrones de consumo en la red (¿Qué ocurrirá cuando un millón de vehículos eléctricos se muevan de Madrid a Levante en Semana Santa?) hace que la predicción continuada de consumos, generación y almacenamiento potencial deba realizarse a mayor precisión y horizonte. A partir de esta previsión, deben lanzarse instrumentos que incentiven al sistema a moverse hacia la estabilidad. El Digital Data Hub debe tomar decisiones cada segundo en base a estos incentivos, contribuyendo así a gestionar el sistema global.
Acostumbrarse a un entorno fuertemente descentralizado es un reto en sí mismo, ya que, viniendo de un modelo fuertemente centralizado, significa ceder parcelas de control. Pero no hay salida, o aseguramos un modelo de coordinación-cooperación o la evolución del mercado irá hacia modelos de micro-grids ‘desenchufados’ que pueden ser eficientes a nivel local, pero en contra de un modelo global óptimo. Las políticas de tarifas, términos de potencia deben incentivar a que todos los actores se mantengan unidos al sistema, porque la atomización va en contra de la estabilidad, múltiples islas serán menos eficientes que un gran continente.
El objetivo del juego es la eficiencia global. La sostenibilidad requiere un esfuerzo colectivo, no de una parte, y para conseguir la eficiencia hay muchísimos puntos en los que el uso extensivo de algoritmos permite obtener mejoras en procesos. Monitorización masiva IoT y uso de estos datos en mantenimientos predictivos, análisis de imágenes, optimización de la producción analizando datos meteorológicos, protección ante problemas de fenómenos naturales como vientos fuertes, lluvias, etc., adaptación a demandas imprevistas en áreas geográficas, y un largo etc.
Los algoritmos nos pueden permitir coordinar acciones para obtener un sistema sostenible y eficiente, mientras mejora la eficiencia de cada proceso de forma individual. . Optimizaciones complejas, Machine Learning o bien las promesas de la inteligencia artificial pueden acelerar modelos de negocio hoy inexistentes.
Hace diez años un alto ejecutivo de una gran empresa de distribución nos comentaba su gran escepticismo ante el comercio electrónico. La complejidad de salvar la última milla en ciudades abarrotadas y la falta de tradición de la sociedad española en la compra a distancia eran las bases de su argumentación. Hoy, cuando las calles están llenas de furgonetas de reparto y la popularización del modelo ha dejado muchos centros comerciales vacíos, parece que algunas empresas no supieron anticiparse a un cambio que las convertía en irrelevantes. Para que esto no pase en el sector energético hay que escuchar a los chicos imberbes del garaje que están desarrollando una loca tecnología, o a las empresas y universidades que están investigando con rigor. Hay que invertir en open innovation y en proyectos tradicionales, y en diez años no nos arrepentiremos de haber trabajado de más, ya que nuestra situación en el mercado será producto de estos proyectos, que hoy incubaremos. Quizá en el corto plazo se destruya algún negocio que hoy parece rentable, quizá entremos en algún callejón sin salida, pero si no hacemos nada otros lo harán por nosotros, vaciando de valor nuestras ofertas y enfoques actuales.