Convivir con el progreso, un vistazo detrás del objetivo
Por Celia de Coca. Fotógrafa especializada en fotografía de interiorismo/arquitectura y bodegón.
La preocupación por el cuidado del medio ambiente ha ido generando nuevas técnicas en el ámbito de la arquitectura y la construcción de viviendas y edificios inteligentes. La revolución tecnológica ha traído un inmenso abanico de herramientas para mejorar la calidad de vida optimizando los recursos. Detrás de este movimiento, además de un interés económico, se desarrolla una filosofía de compromiso y responsabilidad que va calando entre los actores. A lo largo de mi carrera como fotógrafa de arquitectura e interiorismo he conocido proyectos altamente tecnologizados que convierten las casas en ordenadores, pero también he comprobado cómo asimila e incorpora el usuario esa filosofía, cómo la digiere y cómo lo traslada a su cotidianidad.
Me ceñiré a la cuestión de la vivienda unifamiliar. El concepto de la creación de un espacio acotado al que llamar hogar ha ido evolucionando de manera lineal en el tiempo, siguiendo un único camino, determinado en sus inicios por una filosofía básica y de supervivencia, a saber: un acondicionamiento pasivo y técnicas no agresivas que mantenían cierto equilibro con el medio. Ese camino irá engrosándose y pavimentándose a medida que va incluyendo nuevos aspectos que configuran la realidad social, hablamos en este caso de la producción en masa y seriada, la priorización de los aspectos económicos como única variable determinante, basándose en un consumo desorbitado de energía no renovable y contaminante. Todos los problemas se pueden resolver gracias a la tecnología existente sin necesidad de contar con el medio. Esa autovía por la que se ha transitado, ha ido incorporando carriles y más carriles en una única dirección, el agotamiento del modelo.
Se ha llegado a la encrucijada, donde ya hay que tomar partido. Podemos seguir transitando el camino por la autovía del confort que nos proporciona el sistema capitalista y la conexión global o buscar caminos alternativos oteando hacia los inicios de la senda, vislumbrando las claves para la aplicación de tecnologías primitivas y de dependencia con el medio local y no virtual. Desde los años 70, con los primeros experimentos sobre "casas solares", se configuran nuevas rutas que se desvían de las viviendas herméticas, ajenas a los factores ambientales. Se trata de dejar la autovía consolidada de lado, convertirla en una tangente y desde ese punto, discurrir en curva para cerrar un círculo volviendo así a una forma de proyectar, diseñar y ejecutar edificaciones que no requieran de etiquetas "eco, bio, solar..." sino que por el mero hecho de buscar la adaptación al medio ambiente, en su sentido más literal, podamos hablar simple y llanamente de arquitectura.
Ahora bien, tras este devenir teórico más o menos común y aceptado, ¿cómo se traducen estos cambios, este nuevo sentir, en las prácticas cotidianas de los moradores, de aquellos que viven y habrán de agotar el oxígeno vital de esos espacios? ¿Cuán alejado está el usuario de la filosofía arquitectónica? ¿O cómo adapta dichos postulados aquel, que en definitiva, dentro de ese territorio acotado por muros y cubiertas, convertirá dicha vivienda en un hogar? ¿Cómo conjugar un marco teórico y políticamente correcto de sostenibilidad y responsabilidad ambiental con las comodidades y usos cotidianos muy cercanos aún al sistema real de explotación, que es, en definitiva, el único que garantiza el confort y la comodidad que se exige, dado que las alternativas no están al alcance de todos los bolsillos?
Esa dicotomía entre la teoría la práctica, la experimento en mi trabajo con frecuencia. Al fotografiar una casa, ésta me revela en qué medida la arquitectura configura las costumbres de los moradores y hasta qué punto es o no determinante para desarrollar prácticas sostenibles. El sentir habitacional de las personas es el que me encuentro cuando la cámara va buscando el retrato más real de esos interiores y en los últimos tiempos, lo que más destaco son tres aspectos que se presentan combinados entre si, en diferentes proporciones o en estado puro:
- La impersonalidad globalizada, determinada por la virtualidad de la experiencia vital actual, a saber: espacios de nueva planta altamente tecnologizados que disponen de un considerable grado de interconexión entre los distintos dispositivos, ordenadores y la domótica de la casa, capaces de controlar los accesos de forma remota, optimizar el gasto energético en cuestiones de temperatura ambiental entre otras fantasías, y en los cuales se emplean modernos materiales constructivos incorporando tecnología sostenible entre otros avances. La primera imagen es un ejemplo de asepsis emocional donde la tecnología deshumaniza el hogar. La incorporación de prácticas ecológicas no implica la asimilación de la presencia del medio ambiente local e inmediato, de sus posibilidades y necesidades. La vivienda sigue destilando globalidad tanto en la procedencia de materiales como en su proyección como "vivienda universal"
- La rehabilitación de edificaciones existentes sometidas a un "vaciado" del interior para adecuarlas a las necesidades de confort actuales. Implica la apertura de grandes vanos en las fachadas de piedra para optimizar luminosidad y vistas, la reutilización de elementos estructurales de gran valor estético que se conservan por su calidad y durabilidad, la restauración de tecnologías obsoletas, mas no para ser operadas, sino como elementos decorativos que den un carácter etnográfico a la estética general a modo de museo privado, y el desarrollo de nuevos usos para objetos o espacios obsoletos. En estos casos, el medio ambiente inmediato sirve como punto de partida, como una fachada que convierte su visión en algo pintoresco y evocador y que como externalidad en este caso positiva, genera movimiento entre la industria y artesanía local.
- El placer y deleite absoluto en la idea de ruina, generado por una nostalgia infinita, en la que se está dispuesto a someterse a "incomodidades" con tal de mantener una relación sostenible y sincera con el medio que le rodea. El pasado se convierte en el único generador de la idea de hogar y se venera el primitivismo estructural, la ausencia de tecnología moderna y la sumisión ante el medio que le rodea.
Estos aspectos determinan la relación actual con el medio ambiente en el ámbito residencial y se encuentran en constante tensión dada su forzosa convivencia, en muchos casos dentro de un mismo espacio. Este litigo estructural dentro de los hogares, genera trastornos y contradicciones extrapolables al sentir general de la sociedad en su lucha entre el deseo y la realidad.
Sobre la autora:
Celia de Coca es fotógrafa freelance especializada en fotografía de interiorismo/arquitectura y bodegón. Su trabajo ha sido reconocido mediante premios y menciones honoríficas a nivel internacional entre las que destacan la nominación al Sony World Awards y la nominación al Environmental Photographer of the Year. Cuenta con trabajos publicados en Madrid, Méjico, Londres, Colombia y Chipre y desde 2006 ha realizado numerosas exposiciones.
Cuenta con el máster de fotografía en EFTI y una diplomatura en turismo que se complementan con su formación en el Colegio Alemán de Madrid y sus estudios en Colonia.