Eficiencia energética para impulsar el crecimiento y la generación de empleo
Autor: Francisco Barceló, Vicepresidente de Energía de Schneider Electric España
Tenemos ante nosotros una gran oportunidad: podemos eliminar la correlación tradicional entre desarrollo económico y emisiones de CO2. España y Europa viven un momento de transición energética, tanto en el mix de generación, como en su distribución y consumo. Debemos aprovechar este momento para romper con la dinámica atual, sobre todo ante un crecimiento sin precedentes de la demanda energética y una necesidad feroz de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Romper con este paradigma supondría importantes beneficios no solo a nivel medioambiental, sino también desde el punto de vista económico y del empleo. Según el Efficient World Scenario, elaborado por la Agencia Internacional de la Energía (IEA), se generaría un crecimiento adicional de aproximadamente 59.000 millones de euros por año a escala mundial, equivalente al 0,7% del PIB para 2035. Además, dado que la Unión Europea tiene una clara dependencia energética del exterior -y muy especialmente España, con un 70% de la energía importada-, significaría un aumento de la competitividad y una mayor capacidad de atraer inversiones y proteger el tejido industrial.
Por otra parte, el estudio de "Empleo Verde" de la Comisión de la Unión Europea de julio del año pasado identificaba el potencial para creación de empleo que se podía derivar de la implementación de políticas de eficiencia energética y de acciones de adaptación al cambio climático. En el caso de España, el impacto podría ser de 400.000 nuevos puestos de trabajo en la construcción de edificios energéticamente eficientes para cumplir con la Directiva de Eficiencia Energética. Las cifras totales varían según el estudio, pero el consenso es claro a favor de la creación de empleo: las inversiones en eficiencia energética generan un empleo neto en torno a 17-19 personas por cada millón de euros.
En el caso de España, además, hay que sumar beneficios adicionales como la posibilidad de equilibrar nuestra balanza comercial. Pero tanto o más importante es la oportunidad de liderar un sector en auge y posicionar nuestra tecnología y experiencia, impulsando el crecimiento económico del país. En los próximos años, la eficiencia energética va a generar grandes demandas y estamos en disposición de situarnos a la cabeza de esta revolución tecnológica. En su día, quedamos en el vagón de cola de la revolución que supuso Internet, hoy, ésta es una oportunidad que no debemos dejar pasar.
En este punto, la pregunta clave que debemos plantearnos es qué debemos hacer, como país, para ponernos a la cabeza de la eficiencia energética. La regulación del mercado eléctrico tiene mucho que decir en este debate. La eficiencia energética y las políticas gubernamentales de energía deberían ir de la mano y sus tempos deberían marcarse con la misma agenda. Los tres ejes estratégicos para conseguirlo serán definir las reglas que permitan flexibilizar la demanda, impulsar el desarrollo de prosumidoresy facilitar la modernización de la red eléctrica, también denominada red inteligente.
Así pues, una de las claves está en el propio consumidor. La tecnología actual permite que podamos impulsar el desarrollo de prosumidores -concepto que surge de la unión de "productor" y "consumidor"-, dando paso a un nuevo modelo en que el usuario pueda controlar y gestionar tanto su demanda de energía como su generación. Aprendiendo a modificar su comportamiento energético, no sólo impulsaremos la flexibilidad sino también la eficiencia energética. Las políticas tienen el poder de aumentar la capacidad del consumidor prosumidora través de precios dinámicos y permitiendo la participación del consumidor como productor de energía.
Desde el punto de vista de la gestión de la demanda, ganar en flexibilidad es un facilitador clave para la integración de la generación distribuida, también definida en los nuevos objetivos de la UE2030. No en vano, la gestión de la demanda puede reducir los picos de consumo que a su vez reducen el consumo medio del sistema de acuerdo a los objetivos de la UE. Pero, ¿cómo hacerlo? La regulación debería permitir acceder a la flexibilidad de la demanda, por ejemplo mediante peajes de acceso a red que promuevan tanto la eficiencia energética como los objetivos de generación renovable, manteniendo la estabilidad y visibilidad de la financiación del sistema y la red.
Finalmente, dos aspectos clave requieren la modernización de la red eléctrica para afrontar las necesidades para un sistema más eficiente: por un lado, la incorporación del usuario final y sus datos a la ecuación de la gestión de la red y, por otro, la creciente integración de generación renovable distribuida. Ambas nos llevarán a un cambio de paradigma en el diseño, operación y mantenimiento de la red. Así, se hace necesaria una inversión que permita la explotación de la red con los niveles de servicio esperados y, sobre todo, desarrollar el potencial que la automatización y la digitalización nos ofrece. Debemos asegurar que las redes de distribución sean capaces de afrontar estas oportunidades dotándose de la capacidad de comunicación y gestión adecuadas. Así, la digitalización y la gestión de los datos -también conocidos bajo los conceptos del Internet de la cosas y el big data- son elementos clave en el desarrollo de la red inteligente y, por tanto, de la eficiencia energética.
El panorama actual y las previsiones de numerosos analistas ponen de manifiesto que la eficiencia energética constituye una gran oportunidad a nivel medioambiental, económico y de generación de empleo. Para dar este gran paso como país será imprescindible posicionar la sostenibilidad entre las prioridades de nuestra sociedad desde el punto de vista político, empresarial y financiero.