El nuevo Orfeó Martinenc: el banderín de la Plaza de Les Glòries
En los próximos cinco años la imagen de todo el recinto de la Plaza de les Glories de Barcelona quedará modificado radicalmente. Los cambios proyectados con la eliminación del tambor central de la plaza, el traslado de los Encantes Viejos y la construcción de nuevos edificios ya proyectados, hace que la nueva sede del Orfeó Martinenc pueda considerarse como punto de partida de una remodelación de uno de los puntos neurálgicos de la Ciudad Condal.
Un proyecto de ocho años
La belleza externa no ha de enmascarar el esfuerzo que ha significado levantar la nueva sede, sobre un terreno reducido, de tan sólo 5.000 metros cuadrados. El hecho de tener que ganar terreno en altura fue el gran handicap para el equipo de arquitectos encabezado por Jordi Romeu. Las protestas vecinales, unido a problema con la primera constructora adjudicada, hicieron que el proyecto, que se encargó en el año 2000, estuviera paralizado durante algún tiempo y, que incluso, peligrase muy seriamente. “El edificio es alto, simple y llanamente porque había una extensión de unos 5.000 metros cuadrados sobre los que se tenía que realizar el proyecto, y eso significaba ganar en altura lo que no se tenía en extensión. Es curioso que al final sea más destacada la queja de unos cuantos vecinos, que pueden tener o no sus razones, que resolver la pervivencia de una institución centenaria como es el caso del Orfeó Martinenc, y que Barcelona disponga de 400 plazas más de alojamiento asequible para que todo el barrio pueda aprovecharse de ello", afirma Romeu.
Los anales marcan esta zona como punto de partida de uno de los proyectos arquitectónicos más importantes de la ciudad, la proyección del Eixample por parte de Ildefons Cerdà. Y eso lo tuvo en cuenta Jordi Romeu a la hora de proyectar el nuevo edificio, tratando algo emblemático, aunque atendiendo en todo momento las necesidades y obligaciones que le venían marcadas. “El Orfeó necesitaba un auditorio y unas aulas en las que impartir cursos, y se han respetado esas necesidades, manteniéndose prácticamente intacto lo estipulado, al igual que con el albergue, en que se pretendía que los jóvenes tuviesen desde su habitación unas vistas de mirador hacia Barcelona”, comenta el arquitecto.
El interior del albergue está proyectado con materiales resistentes, en sintonía con quienes serán sus inquilinos. Todos los pasillos son de diferentes colores y las instalaciones tienden a un estilo juvenil. Eso sí, como comenta el propio arquitecto “sin caer en la discoteca metálica hasta la que ha bajado el lenguaje arquitectónico juvenil basado en el hierro torcido y los elementos puntiagudos.”
Una fachada muy personal
El arquitecto pudo darle un punto muy personal a la obra en la fachada, tanto en el propio orfeón como al albergue. “Se le dieron muchas vueltas, yo tenía en mente esculturas de Chillida que me gustaban mucho, y al final me decidí por reproducir una de ellas, que aunque no haya quedado exactamente igual por razones constructivas, le da una personalidad propia al edificio”, reconoce Jordi Romeu, que añade: “En cuanto al banderín del albergue durante mucho tiempo se estuvo pensando en cubrir la fachada mediante cadenas de un tamaño amplio, pero esto provocó una serie de dificultades constructivas. No había precedentes y la industria que había en España era muy mecanizada y no las montaba. Al ver que me quedaba solo, sin el apoyo de la propiedad, un día subido a un andamio vi en el suelo una plancha doblada, y ahí tomé la decisión de cómo iba a ir recubierto.”