Ideas para viviendas sin ascensor y edificios abandonados
Desde hace unos años, una parte significativa del parque de viviendas en nuestras ciudades se ha ido dotando de ascensores cuando los inmuebles en los que se hallan no los tenían. En el contexto de estas obras de reparación de los inmuebles afectados es donde se realizan algunas observaciones que puedan servir para ver el problema inicial —no disponer de ascensor— como una oportunidad.
Este es el objetivo del séptimo episodio de ReHabitar. La exposición muestra, entre otras cosas, cómo la colocación de un ascensor en la fachada de los edificios que no disponen de espacio suficiente en su interior, lejos de constituir un inconveniente, puede añadir a las viviendas en altura alguna de las cualidades de la casa con jardín.
Entre otros ejemplos que ilustran los contenidos, la exposición propone intervenir sobre una serie de bloques de viviendas dispersos por la geografía española. Esto permite comprobar cómo la colocación de un ascensor en la fachada, más allá de la simple resolución de un problema técnico, sirve para mejorar la organización de la casa y la forma de habitar sus distintas piezas.
La lección que se extrae del episodio de ReHabitar 7 es que una reparación puede constituir una mejora en el objeto reparado, haciendo que disponga de más prestaciones que las originales.
Recuperar edificios abandonados
De forma paralela, la muestra ReHabitar 8: Abandono y oportunidad, propone observar todos aquellos edificios o espacios abandonados como oportunidades que permitan revitalizar la ciudad desde su interior, ensayando alternativas al derribo e incorporando otros usos, como la vivienda, para lo cual se cuestionan las operaciones necesarias para reactivarlos.
En su continua transformación, las ciudades dejan en su interior un conjunto heterogéneo de edificaciones que no mantienen el ritmo vital del tejido del que forman parte. En algunos casos, se trata de situaciones aisladas. En otros, sin embargo, estas condiciones afectan a un ámbito urbano en el que los cambios económicos han dejado numerosos edificios en desuso. Con el final brusco del último ciclo de la construcción, se han sumado a éstas otras situaciones de abandono de edificios todavía inacabados que deben ser, por sí mismas, motivo de una reflexión en profundidad.
Aún hoy hay quien cree que derribar y construir de nuevo es más económico y proporciona mejores resultados que aprovechar lo existente. En términos de huella de carbono es más que discutible. Si los edificios desocupados reúnen unas mínimas condiciones, su reutilización es, en sí misma, una estrategia sostenible.
Se trata de equipamientos desmantelados; edificios de oficinas, hoteles o centros sanitarios obsoletos; estructuras agrícolas abandonadas; cárceles, construcciones escolares y religiosas cerradas; instalaciones militares trasladadas; infraestructuras para el transporte o antiguas fábricas y almacenes engullidos por el crecimiento urbano. Muchos de estos edificios pueden ahora ser transformados con programas que contemplan la vivienda, o que la mezclan con el trabajo, en sus más variadas facetas; o con otras fórmulas de habitar que intercalan programas distintos en las plantas bajas y en las cubiertas. No se trata simplemente de utilizar su estructura o sus cerramientos como base para una nueva actuación, sino de concebir una habitabilidad distinta que incida sobre las nociones de confort y que permita cuestionar ciertos aspectos de la normativa general en esta materia.