La tuerca y el tocho
1 de mayo de 2010
O sea que menos hablar despectivamente de la “economía del tocho” para referirse al sector de la construcción, menos equiparar la actividad inmobiliaria a la mera especulación improductiva y al pelotazo. Porque si la construcción no se levanta, aquí no se levanta ni Dios. Y otro tanto vale para el sector de la tuerca, el del chorizo, el del taburete, el de la probeta y el de la alpargata y el calcetín. Es decir, sin el sector metalúrgico y la automoción, sin los fabricantes de muebles, sin las empresas que manufacturan productos alimentarios y bebidas, sin el textil y el sector del zapato y sin la industria química, por citar sólo algunos, nos vamos todos al garete. Estos son, hoy por hoy, los sectores industriales capaces de crear empleo directo y los que, junto con el turismo, generan mayor actividad indirecta en el sector servicios. Y estos son los que debieran recibir el máximo apoyo y la mayor atención por parte de las instituciones públicas. Pero no sólo de ellas, también de muchos medios de comunicación y economistas al uso para los cuales hablar de las artes gráficas o de la industria ferretera, por poner dos ejemplos, les parece casi una ordinariez propia del siglo pasado. Ahora lo que mola es el sincrotrón, las técnicas medioambientales, la bioenergía, la biomedicina y en general todo lo que empieza por bio o por eco.
Seamos honestos. Un cambio real de modelo productivo no se produce en dos años ni puede ser producto de la decisión caprichosa de un gobierno o de unos cuantos intelectuales. La base seguirá estando donde estaba. En la construcción y en los demás sectores tradicionales. Ciertamente las empresas industriales deberán ir adaptándose de forma paulatina a los cambios tecnológicos, a los nuevos modelos de gestión, a la globalización y a las nuevas tendencias de los mercados. Como siempre han hecho, por otra parte, las que han llegado hasta aquí. Porque las que no lo han hecho se han ido quedando por el camino. Es desde la economía tradicional desde donde van a gestarse la mayor parte de los avances que nos permitirán ir modulando la estructura industrial de nuestra economía, desplazando las actividades menos competitivas hacia otras con mayor aporte tecnológico o con un mejor ajuste a las oportunidades de los nuevos mercados. Será el sector de la automoción y sus subcontratadas el que impulsará el coche eléctrico, la biotecnología se desarrollará desde el sector agroalimentario, y será el propio sector de la construcción el que irá decantando parte de sus recursos desde la obra nueva hacia la rehabilitación.
Hay que centrar todos los esfuerzos en reforzar los sectores tradicionales de nuestra economía. De ellos depende la salida de la crisis y la creación de empleo. Y de su fortaleza dependerá el tan manido cambio del modelo productivo.