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Aprender del 2020 para beneficiarse en 2021

Paul Lerigo, director de Marketing de la división de inspección de productos de Mettler Toledo

09/12/2020
Pocas personas en todo el mundo lamentarán que se termine 2020. La pandemia de la COVID-19 ha dejado una marca imborrable en nuestra forma de vida y en nuestra forma de trabajar. Para los fabricantes de alimentos, lo que ha sucedido este año les ha obligado a aprender algunas lecciones importantes. Entre ellas, destaca la necesidad de adaptación para poder tratar los cambios repentinos en las circunstancias y demandas de mercado de forma rápida y eficaz.

La flexibilidad de los formatos y tipos de productos resulta clave. Debido a la pandemia y a los confinamientos nacionales que esta implicó, aparecieron nuevas tendencias en el consumo alimentario, y aquellas que ya existían se aceleraron. Por ejemplo, con el cierre de muchos restaurantes y establecimientos hosteleros, hubo una drástica reducción de clientes. Por consiguiente, la demanda de suministro de alimentos a granel para restaurantes y empresas de catering se desplomó, y seguir envasando productos a granel ya no tenía sentido. Entonces, al pasar tanto tiempo en casa, incluso en horario laboral, la gente necesitaba productos alimentarios que se adaptasen a un nuevo estilo de vida, como productos más saludables para una rutina más sedentaria o más acceso a ingredientes con los que poder crear sus propios platos.

Paul Lerigo, director de Marketing de la división de inspección de productos de Mettler Toledo
Paul Lerigo, director de Marketing de la división de inspección de productos de Mettler Toledo.

Un ejemplo de ello se dio en Reino Unido, donde un programa de TV (The Great British Bake Off) ha animado a muchísimas personas a probar la repostería en casa en los últimos años. Cuando, en marzo de 2020, se impuso el confinamiento en Reino Unido, esta tendencia se disparó: durante la pandemia, el país decidió matar el tiempo en la cocina. Pronto se comprobó que semejante aumento de interés por la repostería era demasiado para la cadena de distribución de alimentos, hasta el punto de que los estantes de los supermercados estaban desprovistos de harina. Se sabe que había bastante harina en los molinos, pero no suficiente para los paquetes necesarios para venderla en pequeñas cantidades en comercios minoristas.

Este ejemplo pone de manifiesto la rapidez con la que pueden cambiar las cosas. Los fabricantes de alimentos han descubierto que deben estar preparados para adaptarse rápidamente, para lo que necesitan una línea de producción flexible. De este modo, numerosos fabricantes de alimentos han pensado en integrar en sus líneas de producción tecnologías de inspección de productos, como la detección de metales, la inspección por rayos X, el control de peso y la inspección por visión. Así, pueden trabajar con flexibilidad y cumpliendo los requisitos de seguridad alimentaria.

Otro impacto que tuvo la COVID-19 en la industria alimentaria, así como en muchas otras, fueron las restricciones en el lugar de trabajo y el contacto cara a cara, que obligaron a imponer el distanciamiento social. Por un lado, esto ha afectado a los niveles de contratación en las fábricas y directrices operativas, al haber animado a la gente a trabajar de forma remota en la medida de lo posible. Por otro lado, mientras los fabricantes de alimentos iban en busca de tecnologías para mejorar el rendimiento en sus líneas de producción, no hubo ferias comerciales (como Interpack) para poder tratar con los proveedores cara a cara. Por lo general, tampoco se han podido celebrar demostraciones en persona.

Los desarrolladores de tecnología (como los del área de inspección de productos) se han visto obligados a usar tecnología electrónica y virtual para evitar estos muros en su negocio, de modo que los fabricantes de alimentos pueden evaluar adecuadamente la forma en que estos sistemas se adaptan a sus necesidades. Esto ha supuesto una afluencia de ferias comerciales virtuales, seminarios web y demostraciones electrónicas, todas ellas 'libres de COVID-19'.

Pasamos página: llega 2021

Cuando empiece 2021, la COVID-19 seguirá siendo un factor muy significativo en muchas partes del mundo, y se espera que siga afectando al sector alimentario durante, al menos, la primera mitad del año. Para los fabricantes de alimentos en Europa, otro gran factor podría ser el Brexit y sus efectos colaterales. En estos momentos no existe ningún acuerdo comercial entre Reino Unido y la UE, de modo que la relación entre ambas partes en el futuro sigue siendo una incógnita.

Lo que sí podemos decir es que los fabricantes de alimentos, ya sea exportando desde o hacia la UE, tendrán que mostrar su diligencia debida con sus productos para demostrar la trazabilidad y la conformidad con la seguridad alimentaria. Como consecuencia del Brexit, es posible que deban enfrentarse también al aumento de los costes, por ejemplo, para conseguir los ingredientes de otros proveedores que se niegan a transportar los socios de la cadena de distribución. Estos fabricantes buscarán respuestas en las tecnologías que les ofrezcan más flexibilidad y eficacia en la producción, sin perder el control ni la visibilidad de los estándares de seguridad o etiquetado.

Con la importancia sin precedentes que ha adquirido el teletrabajo, la tecnología para facilitar esto (por ejemplo, las redes virtuales) pronto se volverá más sofisticada. Es algo que ya ocurría pero, para áreas como las de la robótica, la automatización y la inteligencia artificial, esto supondrá un paso hacia delante. El hecho de que las ferias comerciales de siempre vuelvan algún día es un tema de debate. Ya se están celebrando online y las demostraciones de productos están haciendo lo mismo.

Debido al cierre de las tiendas o a las restricciones de distanciamiento social, las compras online también aumentarán y, para el sector alimentario, esto puede suponer que los alimentos sin licencia o poco seguros se afiancen en el mercado. Los consumidores se darán cuenta rápidamente de la importancia de la conformidad con la seguridad alimentaria y mostrarán su lealtad a las marcas cuya procedencia ya conozcan. Aquí, los sistemas de inspección de productos marcarán una diferencia considerable.

También será así para los fabricantes de alimentos que buscan mejorar sus credenciales de sostenibilidad con nuevos sistemas que les ayuden a reducir a cero la huella de carbono y a medir las emisiones durante todo el ciclo de vida. Los Recursos Humanos también obtendrán mayor énfasis en adelante: las empresas racionalizarán y optimizarán lo que tienen; además, invertirán en gente joven y buscarán ideas creativas de cara a nuevas revoluciones.

Está claro que los desafíos de 2020 no van a desaparecer así como así: junto con otros retos, seguirán poniendo a prueba la industria de fabricación alimentaria en 2021. No podemos predecir el mundo en el que vivimos, y la pandemia de la COVID-19 nos ha demostrado lo rápido que pueden cambiar las cosas. Los fabricantes de alimentos deben estar preparados para aceptar cambios con la mínima interrupción y, para ello, deben tener una mentalidad flexible, ver las oportunidades en la evolución de las tendencias de productos e invertir en tecnología inteligente que les haga avanzar hacia este futuro incierto.

Este 2020, hemos constatado la veracidad del famoso dicho ‘Lo único constante es el cambio’, más que con cualquier otra expresión. Los fabricantes de alimentos deben estar preparados para adaptarse a lo que está por venir, y la tecnología puede ayudarles.

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