Cinco generaciones elaborando los mejores vinos de Italia
Gaja: símbolo de historia y excelencia vinícola
Vinos elaborados solo con uvas de sus viñedos. Así son los productos que ofrece la italiana Gaja, una de las mejores bodegas del mundo y una mezcla perfecta de modernidad y tradición, con una pizca de irreverencia y con un toque inigualable de elegancia. Esto es Gaja, una bodega que nació en el Piemonte en 1859 y que se extendió a La Toscana y Sicilia, siendo desde sus inicios pionera en la creación de vinos excepcionales y estableciendo un legado que trasciende generaciones, siendo sinónimo de excelencia vinícola. En el marco de la visita a España de Francesco Giardino, responsable de Exportación de Gaja, conversamos con él para conocer más en profundidad cómo trabaja una de las bodegas mejor valoradas de todo el planeta.
La familia Gaja se estableció en la región del Piamonte, en el noroeste de Italia, a mediados del siglo XVII y, desde entonces, no han cesado en elaborar vinos en la zona: “Todo empezó en 1859 cuando Giovanni Gaja fundó la bodega y una pequeña taberna llamada ‘Osteria del vapore’ en la zona de Langhe, una zona privilegiada para la producción de vinos de prestigio pero con un contexto muy pobre hasta después de la Segunda Guerra Mundial”, nos explica Francesco Giardino, responsable de Exportación de Gaja.
Con 250 hectáreas de viñedos propios en las regiones de Barbaresco y Barolo, Gaja ha destacado desde sus inicios por su producción de vinos emblemáticos elaborados con la variedad Nebbiolo, así como por la inclusión de otras variedades internacionales como Chardonnay, Merlot y Cabernet Sauvignon. “Sin duda, la presencia de la uva Nebbiolo ha elevado la imagen de nuestra zona. Aquí esta variedad se expresa mejor en suelos pobres, arcillosos y calcáreos y especialmente en viñedos en colinas. Estos suelos nos dan vinos muy elegantes pero estructurados con taninos únicos”, dice Giardino.
Angelo Gaja, el elemento modernizador
Después de sus estudios en Alba, Montpellier y Bourgogne en 1961, donde había aprendido y realizado múltiples prácticas profesionales sobre las diferentes formas del cuidado de las viñas y la vinificación, Angelo Gaja aplicó cambios revolucionarios en el Piamonte. En su momento dio lugar a controversia, pero hoy sabemos que su aportación fue fundamental. Así, Angelo Gaja, nieto del fundador, es actualmente reconocido como una figura clave en la modernización de la bodega, combinando su respeto por las tradiciones de Langhe con técnicas de vinificación innovadoras, tanto en los viñedos como en la bodega. También introdujo los vinos de Gaja en los mercados extranjeros.
Tal y como nos explica Francesco Giardino, “Angelo comenzó a trabajar en la bodega en 1961 y siguió las ideas pioneras de su padre, aportando aún más evolución a los métodos de trabajo”. Angelo Gaja tuvo el valor de romper con los métodos de elaboración que databan de 1850. Estas técnicas exigían, entre otros, la recolección tardía y uno de los primeros elementos que cambió fue la poda, “con la que la producción de cepas de Nebbiolo se redujo a la mitad”.
En este sentido, los criterios de calidad de Angelo Gaja se volvieron mucho más estrictos y por primera vez desde los tiempos de la filoxera, un cosechero de Barbaresco limitó las podas de sus viñedos a 8 yemas por cepa –en lugar de las 24 habituales–, con toda la fuerza concentrada en tan pocos racimos que los vinos alcanzaron una increíble intensidad. Por ese motivo, “las personas que trabajaban en los viñedos tardaron mucho en aceptar los nuevos métodos porque la mentalidad anterior era producir lo máximo posible, mientras que con Angelo la atención se centraba en la calidad extrema”, subraya Giardino.
Otras técnicas más anticuadas que Angelo Gaja quiso modernizar fueron la larga extracción y un envejecimiento casi interminable en viejas cubas de crianza, que daban lugar a vinos muy tánicos pero a menudo convertidos en muy secos a base de esperar mucho tiempo a que llegara una maduración que jamás llegaba. “La experimentación de Angelo con barricas de roble comenzó a finales de los años sesenta, cuando todavía sólo se utilizaban barricas muy grandes y el roble era algo nunca visto en la zona”. Más tarde, el propietario decidió elaborar vinos tintos fermentados en cubas de acero inoxidable con control de temperatura, bien macerados y remontados sólo durante dos semanas. Suavizados por una limpia fermentación maloláctica, se envejecían en barricas nuevas de roble francés durante seis meses y maduraban en cubas de viejo roble de Eslovenia durante los doce meses suplementarios que exige la reglamentación.
Por otro lado, renunció a la compra de uva procedente de terceros. Sólo se podía elaborar vinos a partir de las propiedades en las cuales se aplicaban sus métodos. Se abandonó el ajuste de los vinos, pues hasta entonces el vino era un 'assemblage' de diferentes cosechas, lo que permitía que año tras año el vino mantuviese la misma identidad. Pero para Angelo Gaja así solo se lograba "una mediocridad tranquil"a, perdiendo los años excepcionales. Desde ese momento sólo se elaboraron millésimés y, si el año no era bueno, no se embotellaba.
Después de eso, Angelo apostó por las variedades internacionales. De hecho, en 1978 plantó el primer viñedo de Cabernet Sauvignon en Langhe, en 1979 el primer viñedo de Chardonnay y en 1981 el primer viñedo de Sauvignon Blanc. “Fue el primero en creer en el potencial de los vinos blancos aquí en Barbaresco, lo que nos hace pensar sobre el hecho de que esas decisiones todavía tienen un gran efecto hoy en día”, reflexiona Giardino.
Primero Piemonte, después Toscana y Sicilia
Además de su presencia histórica en el Piamonte, la familia Gaja amplió su influencia en otras regiones de la viticultura italiana a finales del siglo pasado. En 1994 adquirieron la finca Pieve Santa Restituta en Montalcino, Toscana, donde elaboran, entre otros, su famoso Brunello di Montalcino. Dos años más tarde, sumaron la propiedad de Ca’ Marcanda en el distrito de Bolgheri que, gracias a la brisa marina y las noches frescas, tiene un clima ideal para cultivar variedades como Cabernet Sauvignon, Merlot, Cabernet Franc, Sangiovese y Syrah. Más recientemente, en Sicilia, fundaron la bodega IDDA, en colaboración con la familia Garci, aprovechando el potencial del volcán Etna para cultivar uvas autóctonas como la Nerello Mascalese.
“Ambas zonas son muy especiales”, dice Francesco Giardino. “Montalcino siempre ha sido la zona de referencia del Sangiovese, una zona histórica con mucha tradición. Y Bolgheri aún era algo desconocido cuando Angelo inició su proyecto, pero ahora la zona está muy desarrollada, con más de 70 bodegas que producen las mejores uvas internacionales. Es una zona especial que se desarrolla entre el mar y la montaña, en un paisaje único y con una gran complejidad de suelos”.
La quinta generación de la familia Gaja –Gaia, Rossana y Giovanni– ya llevan algunos años al frente de las empresas y trabajan juntos para continuar el enorme trabajo realizado por las generaciones anteriores. Pero, ¿cómo enfocan el futuro de la bodega? Giradino lo tiene claro: “Nuestro futuro ya ha comenzado”, nos afirma convencido: “Estamos muy ocupados con el proyecto en Sicilia, IDDA, precisamente en la zona del Etna y con la nueva bodega en Alta Langa donde elaboramos nuestros vinos blancos. Son dos proyectos que apuestan por trasladar los viñedos en altura y trabajar con las variedades blancas más resistentes para combatir el cambio climático. IDDA se centra en la Carricante, uva típica de la región de Sicilia, y en Piamonte siempre con las variedades con las que tenemos más experiencia: Chardonnay y Sauvignon Blanc. Ciertamente podemos decir que estamos satisfechos con la evolución de estas dos bodegas, por lo que por ahora nos centraremos en ellas”, declara.
Liderando la viticultura en la región
Con las innovaciones aplicadas por Angelo, Gaja lleva años liderando la viticultura en la región. La bodega trabaja “para mantener y crear vida en nuestros viñedos”, como nos dice su responsable de Exportación. “Cada viñedo es un universo aparte, con necesidades diferentes, por lo que siempre estamos realizando nuevos experimentos gracias a especialistas como biólogos y genetistas para salvaguardar la vida en nuestra tierra”.
En esta línea, Francesco Giardino admite que a pesar de que “todas las prácticas agrícolas sostenibles comenzaron hace más de treinta años, siempre tenemos nuevos desafíos con el cambio climático, aunque nunca hemos comercializado nuestras certificaciones de sostenibilidad a pesar de llevar muchos años trabajando con prácticas orgánicas”.
En Gaja también apuestan, parcialmente, por algunas técnicas biodinámicas “porque algunas prácticas son parte de las tradiciones de la zona, algo que siempre se ha hecho en los viñedos”. Un ejemplo de ello es que en la bodega se comprueban los ciclos lunares antes de trasladar los vinos, “al igual que en los pueblos las mujeres no van a la peluquería con una determinada luna”, nos detalla como curiosidad.
Con todo, Gaja produce unas 300.000 botellas anuales, “en los años que el tiempo lo permite”, el 20% de las cuales se quedan en Italia, “un mercado que siempre ha sido muy importante para nosotros”, subraya Giardino. El resto se va al extranjero, con Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Japón y Suiza como principales mercados.
Preguntado por el mercado español, el export manager nos confirma que es “de gran importancia para Gaja”, posicionándolo en el top 10 de mercados europeos. “Contamos con el mismo partner desde hace 25 años, Primeras Marcas, que ha ayudado mucho a consolidar el posicionamiento de nuestros vinos en el país”.