La 'Guia de Vins de Catalunya' detecta un retorno a las variedades tradicionales
28 de diciembre de 2010
Ya está a punto la tercera edición de la 'Guia de Vins de Catalunya', para la que se han analizado y puntuado más de 1.500 vinos catalanes. La publicación del año 2011 detecta la apuesta de algunos bodegueros para recuperar variedades de cepas autóctonas e incorpora un apartado sobre los vinos de la Catalunya Norte y otro sobre los del Alguer (Cerdeña, Italia).
Jordi Alcover i Sílvia Naranjo, enólogos y autores del manual del año 2011, defienden un modelo de cata a ciegas transparente, riguroso y equitativo, que puntue todos los factores que intervienen en un vino, dejando de lado las posibles preferencias o recelos hacia una marca. De cada vino, ordenado según la puntuación obtenida, se debe hacer una ficha donde aparezcan registradas las características, los maridajes recomendados, las referencias a las bodegas y los precios. Al respecto, el enólogo se muestra esperanzado a la hora de valorar la calidad e identidad de los vinos catalanes: “Hay quien sostiene que una denominación de origen es como un club que fija las normas y acepta a los socios que le parece en cada momento. Nosotros no estamos de acuerdo. Una DO debería ser como un equipo que puede tener jugadores extranjeros pero está obligado a tener entre un 70 y un 80% de comunitarios, es decir, de propios. Esta es una cultura más que milenaria y había un porqué detrás del mapa de variedades de cada zona. Si en una comarca se había producido siempre garnacha era porque después de siglos de trabajo se había descubierto que era la variedad que más buen resultado daba”.
Alcover i Naranjo aseguran que abrir paso a las diferentes DO catalanas hacia la moda foránea despersonaliza el vino y confunde al cliente que no acaba de entender cómo se puede acabar habiendo un Syrah, un Merlot y un Chardonnay de cada lugar. Los autores añaden que, además, estas variedades, propias de climas atlánticos ofrecen un rendimiento menor al productor por cosecha, y al final, se lleva a cabo una sobreexplotación del terreno para que los números cuadren. “En lugar de cosechar 5.000 kg/Ha, que pagados a 0,30 euros les dan 1.500, cosechan como mínimo 12.000 y entonces la calidad baja y se producen vinos que siguen modas extranjeras y que, en nueve de cada 10 casos son claramente peores que los cultivados con anterioridad. Sí que hay Cabernets de alta gama, algunos. Pero desde un punto de vista global ya me diréis qué negocio hemos hecho como país, arrancando las viñas de toda la vida”, valora Alcover, quien también asegura que se empieza a detectar una clara inversión de esta tendencia.