La realidad del COVID-19 en las bodegas de vino en España
Empezamos 2020 con la incertidumbre de los aranceles impuestos por Donald Trump a algunos productos alimenticios, seguimos con las negociaciones interminables del Brexit… Y cuando parecía que las cosas se iban poniendo en su sitio, llegó algo que lo cambió todo: el COVID-19. Estamos ante una situación excepcional que ha paralizado el mundo y eso implica que las consecuencias en el sector del vino ya empiezan a vislumbrarse.
El primer golpe fue la cancelación de ProWein, la feria más importante del sector, que iba a celebrarse del 17 al 19 de marzo de 2020 pero que finalmente no tendrá lugar hasta marzo de 2021. Le siguieron el aplazamiento del Salón de Gourmets, pospuesto hasta el 15 de junio; el aplazamiento de Vinitaly, también a junio; la celebración sine die de Enoforum; o la cancelación de FoodExpo Japan, por nombrar solo algunos.
Todos estos cambios de planes han afectado a las estrategias empresariales de nuestras bodegas y han comportado cambios en una industria que se enfrenta a una disminución de ventas y consumo sin precedentes. Y no olvidemos que el enoturismo también ha cerrado temporalmente.
La posible recesión económica derivada de la crisis del coronavirus toma cada vez más fuerza: China, Italia, Japón, Alemania, Estados Unidos, Australia, Reino Unido… La situación de las principales potencias mundiales no era fácil hace 6 meses, pero ahora la palabra recesión vuelve a resonar en nuestras cabezas.
Cambios organizativos, teletrabajo y distancia prudencial en viña
Pero todo esto, ¿cómo está afectando al día a día de nuestras bodegas nacionales? “La viña sigue su curso. El campo no entiende de coronavirus. Debemos seguir con las tareas diarias para cuando esto pase”, afirma Berta García, enóloga a Pazo de Señorans. ¿Pero es posible acompañar a la viña y al vino en este proceso con la situación actual? “Sí, pero con cambios”, explica Carlota Pena, enóloga de Vinyes d’Olivardots: “Somos una empresa muy pequeña con 3 trabajadores en bodega y 2 en viña. Lo que hemos hecho es adaptarnos. En bodega, el trabajo de oficina se lleva a cabo desde casa y las otras dos personas alternan los días de trabajo para no coincidir. En viña, cada una de las personas trabaja en labores diferentes distribuidos en zonas/fincas distintas”.
El enólogo Pere Crespí, que brinda sus servicios de asesoría en 3 bodegas de Mallorca, subraya que el coronavirus ha afectado a todas las bodegas en las que trabaja por igual. “El común denominador es la ausencia de ventas y la paralización de todos los embotellados. A día de hoy, aún no han puesto en marcha ningún ERTE, pero sí se habla de hacerlo con reducción de jornada para principios de mes. En la viña, al ser un periodo de poca actividad, de reposo entre el final de poda y el inicio de poda en verde, el trabajo se mantiene y en vez de contratar personal extra para la próxima poda en verde, se utilizará a los empleados de la bodega para realizar este trabajo (con formación previa)”, manifiesta.
Pero además de los cambios organizativos, las bodegas también se han adaptado a las medidas de seguridad y sanidad impuestas por el Estado de Alarma. “Seguimos todas las recomendaciones sugeridas por las autoridades competentes”, indica Berta García: “Además de que ahora mismo algunos trabajadores se encuentran en sus casas, nuestro departamento de producción está provisto de mascarillas, guantes… Y se ha extremado la limpieza de todas las superficies con los productos recomendados para este Estado de Alarma. También se respetan los aforos, así como las distancias de seguridad”.
Carlota Pena señala que en Vinyes d’Olivardots disponen de una mascarilla para cada trabajador y que es obligado lavarse periódicamente las manos con gel desinfectante, algo que se repite en el caso descrito por Pere Crespí: “Sí tenemos guantes y líquido desinfectante en las principales zonas de la bodega, pero no disponemos de mascarillas”, expone.
El uso de mascarillas es una de las medidas adoptadas en las bodegas.
Las consecuencias: pérdidas económicas
Las perspectivas no son buenas. Y las sensaciones, pesimistas. Para las bodegas españolas la parada de los mercados nacional e internacional pronostica un futuro complicado: “La situación augura grandes pérdidas económicas en los próximos meses. Nuestro funcionamiento y subsistencia depende de las ventas de vino que se produzcan al consumidor final, tanto por la compra en establecimientos especializados como en restaurantes. Si estos permanecen cerrados supone un paro casi total de nuestras ventas y, por lo tanto, de nuestros recursos económicos”, declara Carlota Pena.
Algo parecido indica Crespí, con las características propias de la zona Balear: “En Mallorca, las bodegas dependen mucho de la estacionalidad y el turismo, la pérdida del inicio o hasta de toda la temporada turística afectará muy negativamente a las ventas, reduciéndose drásticamente. En caso de que se recupere la actividad normal a principios de junio, y siendo optimistas en que se alargue la temporada turística, supondría un retraso en las salidas de las próximas añadas (2020)”.
En el caso de Pazo de Señorans, la bodega ya cuenta con las primeras cifras: “Las ventas se han reducido en un 85% y esperamos que esta semana caigan hasta el 100%, dado que un número mayor de países decretan el cierre de sus establecimientos hoteleros, restaurantes, tiendas especializadas… Además, los pagos por parte de los clientes se han congelado hasta nuevo aviso pero los salarios, impuestos, cargas sociales y gastos generales siguen existiendo independientemente de la falta de ingresos y de facturación”.
Y a todo esto, Pere Crespí se atreve a vaticinar que la falta de ventas y el aumento de superficie de viñas que vive Mallorca estos años van a conllevar una reducción del precio de la uva, afectando directamente a los viticultores.
Las medidas del Estado, ¿suficientes?
Berta García lo tiene claro, las ayudas del Estado no son suficientes: “No hemos recibido ayuda alguna, sólo recibiremos la asunción de los salarios y cargas sociales de los trabajadores por parte del Gobierno en caso de realizar un ERTE. Y en caso de que nos lo aprueben, sino no recibiremos soporte alguno… ¡Incluso debemos pagar el IVA de este trimestre!”, señala con cierta indignación. “Necesitamos ayudas económicas de aplicación inmediata”, añade Carlota Pena.
Crespí también está de acuerdo y señala que “se debería dar facilidad a las empresas sin dejar de lado a los payeses. Desconozco las medidas que podrían ser efectivas pero creo que ayudas con la Seguridad Social o con las cuotas de autónomos serían de gran ayuda para el sector”.
El distanciamiento entre viticultores es otro requisito en el trabajo en viña.
Un futuro incierto
Nadie sabe cuánto tiempo durará esta situación ni sus consecuencias, pero el sector del vino prefiere prepararse: “Atravesamos una situación muy peligrosa, tanto a nivel sanitario como a nivel económico. Disponemos de un pequeño pulmón financiero del que estamos tirando, pero si esto se alargase mucho…”, Berta García no sabe ni cómo terminar la frase y no hay nada que describa mejor la situación: incertidumbre.
Y lo mismo le sucede a Carlota Pena: “De momento es una situación complicada que justo acaba de empezar, pero nos obliga a plantearnos de qué recursos inmediatos disponemos y de cuáles dispondremos para aguantar y poder subsistir”, declara.
Como si el tiempo se hubiera detenido, esa es la sensación general: “Estamos en ‘stand by’, a la espera de ver qué ocurre, el tiempo que dura, cómo afecta finalmente al turismo y a la economía en general…”, concluye el enólogo mallorquín.
Pero hay una pequeña luz al final del túnel. Si tiramos de hemeroteca, en anteriores epidemias el consumo se recuperó rápidamente al decretarse como superados los brotes más importantes. Por ello, es importante que las bodegas sigan potenciando su marca, que no se olviden de sus redes sociales, que estén en contacto constante con el consumidor y que trabajen para que no su imagen no se olvide.
Esto también pasará.