Alvear, tres siglos escribiendo historia del vino
Los vinos de la bodega de Alvear, la más antigua de Andalucía, han sido llevados a la mayor perfección por la elección que de ellos se hace, el esmero y cuidado que de ellos se tiene y su pureza, ya que no se mezclan con aguardientes y, además, por la gran antigüedad de sus criaderas y soleras.
Alvear, fundada en 1729, es la bodega más antigua no solo de Montilla, sino de toda Andalucía. Casi tres siglos de historia contemplan a esta compañía familiar que también es la segunda bodega con más historia de España y su marca, la quinta con más edad. Pero el paso del tiempo no ha modificado el carácter artesano y familiar de la empresa montillana, que ha ido creciendo con coherencia y sin perder de vista su filosofía. Ahora, es la octava generación de la familia, con Fernando a la cabeza y María y Luis en su equipo, se encargan de preservar el conocimiento adquirido y los valores de la bodega, que, como en el pasado, tampoco descuida el futuro.
Son casi 300 años creyendo y apostando por los vinos de Montilla, sin dejar de elaborar en ningún momento pese a las crisis, almacenando viejas soleras con estos néctares, verdaderas joyas enológicas españolas, y de preservar el patrimonio de botas y soleras de los antepasados, que guardan tesoros líquidos reposando en la tranquilidad de sus naves, algunos de ellos, con más de 200 años de vida y prefiloxéricos.
El viñedo, la joya de cal y piel fina
El viñedo que posee Alvear y el que controla mediante acuerdos de largo plazo con viticultores de la zona es su principal patrimonio, el secreto que da lugar a sus vinos y con el que la bodega salvaguarda la calidad en cada cosecha.
La mayor parte del viñedo en propiedad de Alvear se encuentra en la Sierra de Montilla, muy cerca de la localidad y lindando con los municipios de Lucena y Cabra, en el sur de la provincia. En esta zona, con menos de 2.000 hectáreas de viñedo, más de 1.000 son calificadas por el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Montilla-Moriles como Calidad Superior.
Lo que hace especial al viñedo de esta región son los suelos de albariza, un material capaz de retener el agua en una zona donde llueve entre 550 y 600 litros por año, salvo en algunos pagos, y su poder drenante, que impide que se acumulen agua y sales en exceso. Suelos pobres con un componente alto de cal, similares a los que se dan en algunas zonas vitícolas prestigiosas en el mundo, como la Champagne.
Alvear apuesta por la Pedro Ximénez, la uva que se ha convertido en el mejor patrimonio de Montilla.
Sala de viejas y grandes tinajas donde tradicionalmente se lleva a cabo la fermentación de los mostos.
Alvear y Envínate o cómo seguir haciendo historia
A veces los astros se conjuran para que una trayectoria con cientos de años de tradición se abra de par en par a la vanguardia, pero una vanguardia comedida y coherente. Esto es lo que ha ocurrido en Alvear, con la unión del talento de su enólogo veterano y el empuje, creatividad y la investigación de un grupo de jóvenes enólogos y viticultores que se han quedado deslumbrados con el terruño montillano: hablamos de Roberto, Alfonso, José y Laura, conocidos como Envínate, buscadores de variedades en extinción y rescatadores de viñedos especiales y únicos en lugares como Tenerife, Ribeira Sacra, Almansa o Extremadura.
Alvear y Envínate han unido fuerzas y pasión por el vino para buscar (y encontrar) la manera de que el a veces desconocido viñedo de Montilla exprese al máximo su potencial, de devolverle al terreno la importancia que debe tener en toda labor vitivinícola. Si en el sur es habitual que la atención esté centrada en el trabajo de bodega, Envínate reclama el viñedo montillano de Calidad Superior, y emprende labores investigadoras para esclarecer la importancia del suelo a la hora de marcar el carácter de las viñas y los vinos que de ellas se elaboren.
Así, se crea una sinergia que ha dado a luz vinos singulares como la colección '3 Miradas': tres perspectivas donde las parcelas, los suelos y las altitudes toman protagonismo y donde los matices importan. Una es la mirada de la maduración de la uva mediante cata, sin necesidad de que alcance el estándar de 15 °C; la otra, la tradición, la PX madurada hasta los 15 °C y donde el velo de flor campa a sus anchas, ambas en elaboraciones con y sin pieles; y una tercera, un vino insólito, de pueblo, una descripción líquida del mejor viñedo montillano.
El Lagar las Puentes (1936) de Alvear alberga una hilera de tinajas donde tradicionalmente se llevaba a cabo la fermentación de los mostos, muy cerca de los pagos para evitar la degradación de la materia prima durante el trayecto en condiciones de mucho calor. Hoy esas tinajas guardan 25 vinos distintos procedentes de pagos de la Sierra de Montilla. Algunos de ellos, como Cerro Macho, Antoñín o Garrotal forman parte del célebre pago de Riofrío; viñedos viejos y en vaso de la variedad Pedro Ximénez y situados a distintas altitudes (hasta los 700 metros).
Con orientaciones diferentes, Lucena y Envínate han jugado con el suelo, para llevar a cabo vendimias en distintas fechas, y con la bodega, sometiendo la uva de esos pagos a distintas elaboraciones, macerando unas partidas con pieles y otras sin ellas, para lograr una diversidad capaz de retratar la complejidad de los mejores pagos vitícolas de Montilla. Envínate ha seleccionado, además, partidas con gran potencial de envejecimiento para pasarlos a botas y conseguir vinos diferentes y únicos.