Vino de Tina, un patrimonio enológico único
La familia Roqueta presenta su proyecto más singular: Mas Arboset y el Vino de Tina. Enmarcado dentro de la línea de investigación ‘Paisatges 1883’, y con el objetivo de recuperar las técnicas de vinificación y variedades de la DO Pla de Bages (Cataluña) y difundirlas mundialmente, Roqueta Origen presenta un proyecto experimental pionero centrado en la elaboración de vino a partir de variedades autóctonas en una tina de piedra seca, ubicada en la viña Mas Arboset.
En paralelo al desarrollo del grupo vinícola Roqueta Origen, la familia Roqueta impulsa desde 2009 una línea de trabajo en el campo de la investigación: ‘Paisatges 1883’. Este nombre se debe a que precisamente ese año, 1883, fue el de máximo esplendor de la viticultura del Bages, zona agrícola en el corazón de Cataluña. De este modo, ‘Paisatges 1883’ se inspira en el conocimiento vitícola y la herencia varietal de las antiguas generaciones de la familia. “Queremos recordar y rememorar lo que hacían nuestros antepasados para trasladarlo al presente y aplicarlo a técnicas futuras”, afirma Ramón Roqueta, director general de Roqueta Origen.
Uno de los aspectos que contempla este proyecto es Mas Arboset. Desde 2012 se está desarrollando una viña multivarietal del Bages donde conviven variedades autóctonas con una tina de piedra centenaria. Plantada con cepas de más de 70 años, la viña Mas Arboset cuenta con una docena de variedades autóctonas repartidas en 1.200 cepas, entre las que destacan la Sumoll, Punxó Fort, Garnatxot, Cua de Moltó, Malvasia de Manresa, Mandó, Pansera y Picapoll, y es única por contar con una tina de piedra seca en su interior. Esta tina, revestida de baldosas donde fermenta el mosto, está construida a partir de piedra seca y aislada interiormente por cerámica vitrificada. Sin duda, es una joya patrimonial de la arquitectura y la viticultura de la zona, enmarcada en el Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac. Actualmente hay más de 100 unidades repartidas por toda la denominación, pero ninguna está dotada de las mismas características.
Agrupación de tinas cerca del río. Se compartían entre distintos propietarios de masías cercanas.
Dicho proyecto es una muestra del esfuerzo de la familia Roqueta para mantener su compromiso con el territorio y expresar, a través de sus vinos, la singularidad de la tierra. ‘Paisatges 1883’ se sustenta en cuatro pilares: riqueza vitícola, arquitectónica, paisajística e histórica. “Hace 150 años todo este territorio era viña. El impacto de la filoxera fue muy fuerte y destruyó las vides, pero se replantaron en su mayoría. Había una gran demanda en Francia del vino del Bages, se producían más de 200.000 l en las tinas repartidas cerca del río”, señala Ramon Roqueta.
Objetivos vitícolas y enológicos
La recuperación y la conservación del patrimonio varietal existente en la parcela, la recuperación de los marcos de plantación y el tratamiento de la cepa de forma individual son los objetivos vitícolas del proyecto. “Hay cierto romanticismo y una energía muy especial en este proyecto”, declara Miquel Palau, enólogo de Roqueta Origen. “Pero lo más importante es que también hay ciencia y todo tiene un por qué. El mundo del vino ha evolucionado tanto en los últimos 30 años que ahora podemos parar y profundizar en la identidad de nuestra tierra. El objetivo final no es el producto, no es el vino, sino el proceso de producción. Queremos vinificar con sentido”.
El interior de la tina aguarda la fermentación de la uva.
En materia enológica, los objetivos pasan por recuperar la vinificación en tinas de piedra seca para conocer qué sensaciones aporta al vino un material menos inerte que los utilizados hoy en día; recuperar el coupage de la viña mezclando variedades tintas –en su mayoría– y blancas; encubar mezclando el tradicional brescado con los pies y el método actual que esgrana la uva para separarla de la raspa sin romperla; controlar la fermentación sin aditivos y su maceración evitando que la temperatura sobrepase los 25 °C; y descubar en distintos momentos para experimentar con diferentes resultados.
El vino se extrae de la tina y se consume directamente. En este caso, se trata del cuarto descubado.
El pasado, una cuestión de necesidad
El origen de estos depósitos cúbicos no se puede desatar del momento histórico y de la situación geográfica en las que nacieron. El terreno abrupto y las difíciles comunicaciones por las aisladas tierras de Mura, Talamanca i Rocafort provocaron que los agricultores de la zona plantaran cepas en las vertientes más inhóspitas de la montaña y solucionaran el problema del transporte durante la vendimia con la construcción de tinas a pie de viña. Esta característica no se da en ningún otro lugar de Europa y convierte estas tinas en algo único y excepcional.
“La viña era una locura en aquel momento”, indica Valentí Roqueta, presidente de Roqueta Origen. “Las tinas –con capacidades de almacenamiento entre 10.000 y 15.000 l– eran propiedad privada de los dueños de las masías y simbolizaban riqueza por la gran demanda de vino que existía. Durante el siglo XIX no paró de crecer el número de tinas, aunque sus orígenes datan del siglo XVII”.
Ramon Roqueta, Miquel Palau y Valentí Roqueta con la cuarta añada del Vino de Tina.
¿Cómo funciona una tina?
La estructura de una tina suele ser cilíndrica, construida con piedra y mortero de calcio y revestida interiormente con baldosas de cerámica barnizadas de color rojo de 40 x 40 cm. Su capacidad oscila entre los 5.000 y los 31.000 l, aunque la media es de 10.500 l.
La uva se transporta a la tina donde una o más personas pisan los granos sobre tablas, agarradas a una cuerda que cuelga del techo. El mosto se cuela a través de estos tablones y cuando el grano se considera suficientemente pisado, el sobrante se deposita dentro de la tina moviendo alguna de las tablas. De este modo se va rellenando la tina y el mosto inicia la fermentación alcohólica gracias a la acción de las levaduras salvajes propias de la uva.
Cuando acaba la fermentación, que dura unas tres emanas, se extrae la brisa sobrante por la parte superior de la tina y el vino se vacía a través de un hueco de salida. “Durante todo este proceso ancestral solo observamos, no incidimos”, puntualiza Miquel Palau. “Nuestra mayor suerte fue que en 2014, cuando hicimos el primer descubado, el vino se podía beber y, además, estaba bueno. Fue algo mágico”.