El tiempo (y las cifras) nos dan la razón
Alicia García-Franco, directora general de la Federación Española de Reciclaje (FER)
22/05/2019Así, sabemos que el pasado año se gestionaron cerca de 7 millones de chatarras férricas; se reciclaron casi 105.800 toneladas de baterías de plomo ácido de automoción y 15.100 toneladas de baterías de plomo ácido, 260.023 toneladas de envases metálicos, y se dieron de baja y reciclaron 748.306 turismos.
También disponemos de los últimos datos sobre recuperación de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), que ascendió a un total de 249.983 toneladas en 2016, y sobre neumáticos fuera de uso (NFU), de los que se reutilizaron y reciclaron un total de 263.098 toneladas en 2017.
¿Cómo se explica esta disparidad en cuanto a capacidad de recogida, tratamiento, reutilización y/o reciclaje de unos flujos de residuos con respecto a otros? Si bien es cierto que existen diversos factores con los que responder a esta cuestión, uno de ellos es primordial: nuestro país lleva cerca de un siglo generando y afianzando un tejido empresarial de recuperadores y ahora estamos recogiendo los frutos al trabajo desarrollado por aquellos a los que despectivamente se les denominaba chatarreros, traperos o chamarileros.
Las empresas del sector garantizan el acceso a materias primas imprescindibles y contribuyen al desarrollo sostenible, reutilizando y reciclando los recursos no renovables del planeta.
Ellos fueron la primera generación de un sector hoy convertido en una industria altamente profesionalizada y fuertemente regulada, formada por más de 5.000 empresas, que generan más de 33.000 empleos directos, tienen un volumen de negocio superior a los 10.000 millones de euros y suponen cerca del 1% del PIB nacional.
Sin embargo, más allá de lo tangible, el modelo de éxito de la industria del reciclaje española tiene especial incidencia en lo intangible. Su labor es imprescindible para una sociedad moderna, más aún cuando su dirección es inequívoca hacia un nuevo modelo de economía circular. Su compromiso con el desarrollo, el avance y la innovación es fundamental para que España cumpla con los objetivos de reciclado y valorización que marca la normativa comunitaria.
Además, las empresas del sector garantizan el acceso a materias primas imprescindibles y contribuyen al desarrollo sostenible, reutilizando y reciclando los recursos no renovables del planeta. Sin olvidar el considerable ahorro energético y la reducción de emisiones contaminantes que se consigue priorizando el material reciclado sobre el uso de materias primas vírgenes. Por tanto, apostar por la industria del reciclaje es sinónimo de hacerlo por el medio ambiente, por la creación de empleo verde y por la innovación.
Apostar por la industria del reciclaje es sinónimo de hacerlo por el medio ambiente, por la creación de empleo verde y por la innovación.
Ahora que contemplamos como en los nuevos planes de residuos autonómicos aprobados o en ciernes, incluso en la inminente transposición de la Directiva 2018/851, se pone o se puede poner en duda la gestión privada de los residuos, me gustaría parafrasear una frase de Tony Robbins ante este sinsentido que, además, explica lo que nos diferencia a los que trabajamos en la industria del reciclaje de los que han llegado recientemente para dinamitar nuestro esfuerzo: “Los recuperadores dedican el 5% de su tiempo al problema y el 95% a la solución”. Así lo hacían nuestros antecesores y así lo seguimos haciendo. El tiempo (y las cifras) nos han dado la razón.