Ectoparásitos, el terror de propietarios y profesionales de perros y gatos
Marc Fox, ozonoterapeuta titulado por la Sociedad Española de Ozonoterapia (SEOT), especialista en baño-terapia, auxiliar veterinario, peluquero y educador canino
20/04/2023Pasando unas maravillosas vacaciones de Semana Santa, me doy cuenta de la otra resurrección en estas fechas, la de la naturaleza. Mi entorno es un regalo de abundancia de belleza: brotes tiernos en mis jazmines, el porche dónde escribo suavemente teñido de polen de pino, los tulipanes sobrepujando entre los osados tréboles, abundancia de fantásticos insectos alados, mariposas, abejas, mariquitas… Pero no todo es tan bucólico, apareció una temible garrapata sobre el lomo de Llop, mi querido compañero de vida.
¡Oh no! Ya están aquí y en breve estarán por todas partes, empieza el pánico. La gente, como en cada primavera, empieza a pedir consejos eficaces para prevenir infestaciones parasitarias en sus mascotas y, cada vez más, información sobre productos que puedan ser inocuos para ellas, a parte de plantearse preguntas acerca de si hace falta usar sprays, pipetas, pastillas o collares, con aquella mentalidad de “yo le pongo de todo y así voy sobre seguro”.
Y es ahí cuando me viene en mente aquello de “¿No estaremos matando moscas a cañonazos?”. Humildemente pienso que sí, pero antes de dar mis recomendaciones personales, creo importante aportar ciertos conocimientos, por lo que empezaré por ofrecer información básica que todos deberíamos conocer:
Un parásito es un organismo que vive de otro organismo (al que llamaremos huésped o anfitrión) a expensas de este. Son muchos y de diversa índole los parásitos que pueden afectar a nuestros compañeros de vida. No obstante, en este escrito vamos a centrarnos en los ectoparásitos que de forma más frecuente suelen instalarse en los perros y los gatos.
Nota: Llamamos ectoparásitos a los parásitos que viven en el exterior de los animales. Son hematófagos; es decir, habitan en la piel de las mascotas alimentándose de su sangre por succión.
¿Cuáles son los dos ectoparásitos más frecuentes?
La pulga es un insecto afaníptero sin alas, de aproximadamente 2 milímetros de longitud, color negro/rojizo, cabeza pequeña, antenas pequeñas y patas fuertes y largas, adaptadas al salto (puede llegar a saltar 50 cm) con el fin de poder alcanzar a su hospedador para alimentarse de su sangre. No debemos olvidarnos de que, al succionar, una pulga no sólo extrae sangre si no que transmite enfermedades. Una muy habitual es la dipilidiasis. También la DAPP (dermatitis alérgica por picadura de pulga).
El ciclo biológico de la pulga. Fuente: Foyel Medicina Veterinaria - Bariloche.
Ciclo biológico de la pulga
- Primer estado; larva: vive en el suelo de los sitios por donde habita, ya sea montaña, parque, jardín o en el interior de viviendas. Se alimenta de las heces de las pulgas adultas y de otros restos orgánicos.
- Segundo estado; ninfa o pupa: sería un estado similar al de la crisálida de la mariposa, en el que sufre una metamorfosis para convertirse en pulga adulta.
- Tercer estado; eclosiona en una pulga adulta que permanecerá en un estado vegetativo hasta que se aproxime un anfitrión. Será entonces cuando usará su gran potencial de salto para instalarse sobre el hospedador del cual se alimentará y dónde desovará.
Este ciclo tiene una duración de tres semanas, pero puede cambiar según condiciones ambientales. La pulga hembra empieza a depositar huevos 48 después de nacer, a razón de 30 a 40 huevos diarios, poniendo aproximadamente 500 huevos en su vida, que caen en el ambiente donde viven las mascotas, empezando de nuevo el ciclo.
Las pulgas pueden acarrear las siguientes patologías a sus hospedadores:
- Anemia
- Prurito, con las consiguientes autolesiones por rascarse
- Tenias intestinales (dipilydium caninum). Pueden transmitirse al hombre (zoonosis).
La garrapata es un ácaro de forma ovalada cuya mandíbula termina en dos uñas que le sirven para agarrarse al cuerpo de su “víctima” para chuparle la sangre. Puede transmitir enfermedades graves como la erliquisosis o la babesiosis.
Ciclo biológico de la garrapata
El ciclo de la garrapata suele durar dos meses, pero si las condiciones ambientales no le son favorables, sus constantes vitales disminuyen, pudiendo así aguantar aletargada hasta tres años.
- Primer estado: los huevos son depositados habitualmente en hierba o plantas. Una vez eclosionados, nacen las larvas (6 patas), que treparán para estar altas para poder abordar y agarrarse a su hospedador, consiguiendo así superar su nula capacidad de salto. Será entonces cuando clavarán sus mandíbulas succionadoras y se alimentarán hasta saciarse, para después desprenderse.
- Segundo estado: las larvas se convierten en ninfas (6 patas). De la misma forma que en la etapa anterior, trepan, abordan a un nuevo animal, se sacian y se desprenden.
- Tercer estado: las ninfas se convierten en garrapatas adultas (8 patas), que repiten la pauta para abordar a un tercer hospedador. Aquí, además de saciar su apetito, se aparean, llegando a multiplicar 4 veces su tamaño. Después, se desprenden de nuevo y depositan los huevos, de 3.000 a 4.000. Finalmente, mueren.
El ciclo biológico de la garrapata. Fuente: Pet-Palace.
El hecho de que podamos ver muchos tipos y tamaños de garrapatas se debe a varios factores:
- Se conocen más de 25 especies de garrapata tan sólo en España
- Los tamaños del macho y la hembra difieren; siendo la hembra siempre más grande
- En sus diferentes fases del ciclo biológico, las garrapatas adoptan diferentes tamaños
Vamos a abordar la parasitosis desde dos puntos de vista, el de la prevención y el de la eliminación, una vez ya el animal infestado.
Mi criterio es que debemos anteponernos al problema debido a que la principal dificultad que conllevan los parásitos no reside en sí mismos si no en su función de vectores transmisores de enfermedades. Es en esa prevención, que dependerá mucho del sitio donde habiten los animales, donde deberíamos priorizar productos lo menos agresivos y tóxicos posibles.
Así pues, yo me inclino por partir de la tendencia “pet wellness”. Es decir, por emplear productos naturales atóxicos para mamíferos, activos que no agredan ni a los animales ni a las personas ni al medio ambiente y productos que puedan ser usados sin temor a posibles efectos secundarios. Personalmente, me decanto por el uso de sprays comerciales de citronela (repelentes) o quassia (adulticida, larvicida y ovicida) en combinación con aceites esenciales específicos (repelentes y terapéuticos). Debo añadir que estos activos son también muy eficaces para repeler al flebótomo, vector transmisor de la temible leishmaniosis.
Es verdad que todo esto conlleva una preocupación semanal de acicalamiento de nuestros compañeros, pero voy a ser sincero, no son más de 5 minutos semanales por animal. ¿Qué propietario no tiene 5 minutos a la semana para ello? Sí, lo sé, en centros profesionales dónde conviven muchos animales (sean protectoras, residencias o criaderos), esto es muy difícil. En este caso, yo soy partidario de las pipetas. Pocas veces hay reacciones adversas a ellas, son fáciles y rápidas de administrar y cubren a los perros, en su totalidad, contra pulgas y garrapatas.
Cierto es que disponemos de otros medios preventivos que no requieren tanto control y que nos facilitan la vida, todos ellos más o menos eficaces, según la marca en concreto, por lo que voy a dar mi consejo desde la generalización. En primer lugar, disponemos de las pipetas, muy eficaces, que protegen de entre 1 a 3 meses, provocando muy pocas reacciones adversas. Tenemos también la posibilidad de usar collares. A menudo funcionan bien contra garrapatas y a modo de preventivos para flebótomos, pero habitualmente fracasan en su función de prevención y exterminio de pulgas. Ya por último, desde hace unos años se ha puesto de moda el uso de pastillas. Muy eficaces, sí, pero mi consejo es no usarlas, teniendo en cuenta posibles contraindicaciones a largo plazo, pues toda medicación oral puede tener efectos adversos.
¿Qué opciones podemos seguir cuándo ya tenemos una infestación? Pues en ese caso sí que lo más indicado sería administrar pastillas, ya que su eficacia y su permanencia de uno a tres meses nos garantiza una no recidiva.
En resumidas cuentas, más vale prevenir que curar.