Los perros de asistencia y su labor prioritaria entre los colectivos con diversidad funcional
Según diversos estudios, un 78,9% de personas aseguran que “su mascota” es un miembro más de la familia, e incluso, para el 9,4%, es el ser más importante dentro del núcleo familiar; mientras que, tal y como indica la Red Española de Identificación de Animales de Compañía (REIAC), el número de mascotas registradas asciende a los 13 millones, de los cuales algo más de 7 millones son canes.
Por ello, la Cátedra Animales y Sociedad de la URJC, explica la necesidad que supone la ayuda de los perros de asistencia para determinadas personas con discapacidad o para colectivos necesitados de especial apoyo, así como qué tipos de perros de asistencia existen.
“Según la ley, un perro de asistencia es aquel que ha sido individualmente entrenado para realizar labores en beneficio de una persona con discapacidad. Por ello, este animal debe recibir un entrenamiento específico por parte de personas o instituciones especializadas y reconocidas legalmente, vigilándose que no sea una nueva explotación más de los canes, desde su cría, selección, entrenamiento y convivencia, que debe hacerse creando una relación respetuosa”, detalla Nuria Máximo, directora de la Cátedra Animales y Sociedad de la URJC.
Por ello, la relación con los perros de asistencia promueve la mayor calidad de vida e independencia de determinados sectores de la sociedad que tienen reconocida una discapacidad física, psíquica o sensorial, como la ceguera o la sordera, o necesidades médicas específicas como la diabetes, la epilepsia o la narcolepsia. Estas personas, además, deberán poseer un grado de minusvalía igual o superior al 33% y necesitarán servicio o acompañamiento para la conducción, el auxilio o para un apoyo a su autonomía personal.
Por su parte, el perro de asistencia deberá presentar ciertas características como ser dócil, tranquilo y tener una escasa agresividad, ser afectuoso y tener una gran capacidad de aprendizaje, así como una correcta reacción ante sonidos y señales, mientras que, por otro lado, el usuario del servicio ofrecido por el perro deberá encargarse de determinadas cuestiones como asegurar una sana convivencia con los demás, tener visible su identificación, velar por su higiene, responsabilizarse de su salud y llevarlo cuando corresponda a la fiscalización que realice la entidad que entrenó al perro.
“Es esencial que estos animales estén adiestrados específicamente para cubrir necesidades concretas de la persona a la que acompañan y, por ello, existen diferentes tipologías de perros de asistencia, ya que esta modalidad engloba a los perros guía, a los de servicio, a los de autismo, a los de alerta médica y a los señal. No obstante, cabe reseñar que España no posee en la actualidad una ley unitaria en este sentido para todas las comunidades autónomas, ya que únicamente Catalunya, el País Vasco, la Comunidad Valenciana, Baleares, Galicia y Madrid disponen de la misma, mientras que el resto de comunidades solo acreditan a los perros guía”, detalla Nuria Máximo.
De esta forma, los perros de asistencia se clasifican en perros guía, destinados a guiar a personas con discapacidad visual; perros de servicio, educados y adiestrados para prestar ayuda a personas con discapacidad física, aumentando su autonomía y bienestar; perros de autismo, cuya finalidad es la de proteger la integridad física de las personas con trastorno del espectro autista y mejorar su comunicación, estimulación sensorial y seguridad; perros de alerta médica, pensados para ayudar a personas que sufren alguna condición médica relacionada con la epilepsia o la diabetes y pedir ayuda en caso de ser necesario; y los perros señal, que persiguen el objetivo de avisar a personas con discapacidad auditiva de diversos sonidos e indicar su fuente de procedencia.
En lo que respecta al vínculo que debe poseer el perro con cada persona, Mónica Kern, educadora canina de Perruneando Madrid, subraya que "un perro de asistencia es aquel que fue individualmente entrenado en beneficio de una persona con discapacidad, pero es fundamental que la persona usuaria quiera meter un perro en su vida como miembro de la familia, con las consecuencias que eso supone: pasearlo, relacionarse con él, etc. Además, tiene que obtener beneficios en esa relación, por lo que debe existir un fuerte vínculo humano-animal para que este equipo funcione plenamente. Si obviamos este punto, estaremos cosificando al perro, y por muy buenas cualidades que tenga el animal para ser entrenado, no lograremos que ese equipo sea funcional y feliz en toda su amplitud”.
Diferencias entre un perro de asistencia y uno de intervención
La diferencia principal de los perros de asistencia con respecto a los de intervención es que, mientras que los primeros están destinados a asistir a una persona con diversidad funcional y conviven con el usuario, los segundos intervienen dentro de un programa terapéutico de salud determinado, desempeñando una labor conjunta de apoyo junto a un equipo multidisciplinar formado por profesionales de la salud o de la educación, buscando mejoras concretas en diferentes áreas como la física, la cognitiva, la relacional o la emocional del individuo.