Entrevista a Ugo Valenti, director de Smart City Expo World Congress
Entre el 14 y el 16 de noviembre el recinto de Gran Vía de Fira de Barcelona vuelve a acoger Smart City Expo World Congress, que en su edición de 2017 tiene como protagonista al ciudadano. Su director, Ugo Valenti, quien matiza en esta entrevista algunas ideas erróneas sobre qué características definen a una smart city, remarca que el salón barcelonés “año tras año, consolida su posición como el referente internacional absoluto en el campo de las ciudades inteligentes y las soluciones urbanas ‘smart”.
A poco más de un mes de la celebración de la edición de este año de Smart City Expo World Congress, ¿cuáles son las principales magnitudes del salón? ¿Cuántos expositores han anunciado su participación? ¿De cuántos países? ¿Qué evolución suponen estas cifras frente a los datos de la anterior edición?
Smart City Expo World Congress 2017 volverá a marcar un nuevo hito en la historia del salón desde sus inicios en 2011. El próximo noviembre, el recinto de Gran Vía de Fira de Barcelona alojará 30.000 m2 de exposición, lo que supone un 20% más que en su anterior edición y cerca de 600 expositores –entre empresas, instituciones, ciudades y organismos supramunicipales– de 120 países.
Estamos muy satisfechos por el sólido y constante crecimiento de un salón que año tras año consolida su posición como el referente internacional absoluto en el campo de las ciudades inteligentes y las soluciones urbanas ‘smart’.
Asumiendo que el perfil de las empresas expositoras es fundamentalmente tecnológico, ¿cuáles son los segmentos de actividad con mayor representación?
Ese es un error habitual, pero para nada se corresponde con la realidad del salón. La tecnología es un elemento común y transversal en el concepto de ciudad inteligente, pero no es el elemento central de las ‘smart cities’ ni mucho menos el mayoritario de nuestro salón. ¿Tenemos compañías tecnológicas? Por supuesto. Sin la tecnología muy pocas cosas serían posibles hoy, tanto en el campo de las ciudades inteligentes como en la mayoría.
El elemento fundamental de las ciudades inteligentes es la sostenibilidad: medioambiental, social, económica, etc. Smart City Expo World Congress abarca segmentos como la gestión municipal, la innovación social, la movilidad, el urbanismo, la economía (circular y tradicional), la gestión de la energía y los suministros y también la tecnología.
Pero si debo señalar un elemento central de Smart City Expo, ese es el ciudadano. Todo lo que se piensa, se diseña y se implementa en las ciudades tienen como objetivo último a la ciudadanía y cómo transformar las ciudades en entornos más habitables y sostenibles donde el ciudadano sea un actor protagonista y no un mero espectador interesado.
Cada vez más, los salones se han convertido en foros de debate. ¿Cuáles de las ponencias y jornadas que se celebrarán durante Smart City Expo World Congress destacaría?
Este año creo que tenemos un triple foco de interés: el empoderamiento de la ciudadanía, la movilidad y nuevas plataformas que permiten una gestión descentralizada de muchos temas. Por ejemplo, en lo relativo al empoderamiento ciudadano podríamos destacar la ponencia de Jason Roberts, de la Oak Cliff Transit Authority, que abordará cómo impulsar el cambio en nuestras comunidades y desde nuestras comunidades de manera participativa. La movilidad tendrá su propio evento dentro de Smart City Expo, ya que acogeremos la primera edición del Smart Mobility World Congress y, personalmente, siento gran interés por la conferencia que Dirk Ahlborn, CEO de Hyperloop, pronunciará en dicho marco.
En lo referente a nuevas plataformas, y en este caso sí con un componente tecnológico claro, uno de los protagonistas será blockchain, la base sobre la que se construyó Bitcoin, que hoy promete tener un gran impacto más allá de la criptomoneda convirtiéndose en la principal herramienta de descentralización de procesos y registros, tanto por su sencillez como por la altísima seguridad que su estructura y funcionamiento dispensan.
¿Qué define a una smart city? ¿En qué áreas es necesario intervenir para convertir una ciudad en una smart city? ¿Cuáles son los primeros cambios y en qué ámbitos deben aplicarse?
Definiciones de ciudad inteligente hay muchas, pero personalmente definiría la smart city como aquella ciudad que busca convertirse en un lugar más sostenible y habitable mediante la transformación urbana, la mejora de sus servicios y el empoderamiento de sus ciudadanos.
Para lograr dicho objetivo, se debe trabajar en muchos campos: la gobernanza, la economía, el transporte el medioambiente, la economía del conocimiento y la innovación social, etc. A pesar de esto, no existe una receta única, una fórmula mágica que trasforme cualquier urbe en una ciudad inteligente. Cada ciudad es diferente porque cada ciudad es un reflejo de la historia, la geografía y los hábitos, costumbres y necesidades de sus habitantes y por eso cada una necesita cosas diferentes. En Latinoamérica, por ejemplo, garantizar la movilidad urbana suele ser uno de los retos principales y tenemos ejemplos de maneras muy sencillas y a la vez brillantes de solucionar un problema como el Metrocable de Medellín que logró comunicar una zona al noroeste de la ciudad de difícil acceso por su orografía y que permitió mejorar la vida y la economía de los residentes de la zona. Además, se trata de un claro ejemplo de que en ocasiones las mejores soluciones no tienen por qué venir ligadas de un tecnología futurista y disruptiva.
¿Cuáles son, a su juicio, los mejores ejemplos de smart cities a nivel mundial? ¿Es más fácil aplicar los cambios necesarios para convertir una ciudad en smart city en urbes con menor población y superficie?
Grandes ejemplos de ciudades inteligentes hay muchos. Si tuviera que mencionar unas pocas diría, y por razones diferentes que sería muy largo explicar, algunos casos de referentes claros como Copenhague, Nueva York, Singapur, Medellín, Dubai o Amsterdam. Cada tipo de ciudad encuentra sus propias dificultades o facilidades a la hora de aplicar soluciones. Por ejemplo, las ciudades más pequeñas pueden aplicar soluciones de manera integral de manera más sencilla y rápida permitiéndoles ser más agiles en su transformación que las grandes urbes. En cambio, suelen disponer de menos recursos para acometer dichos cambios que las grandes ciudades, económicamente más capaces a la hora de desplegar un nuevo servicio o tecnología.
¿Qué factores dificultan la conversión de una ciudad en smart city? ¿Y cuáles los facilitan?
En la línea de lo que comentábamos ahora mismo, las dificultades económicas, y más teniendo en cuenta la crisis mundial que nos ha afectado en la pasada década, son uno de los grandes frenos para iniciar nuevos proyectos y transformaciones. También las dimensiones de las ciudades son un elemento facilitador de aplicar nuevas soluciones. Pero en definitiva creo que el concepto más importante es el de 'proceso sin fin'. Las ciudades inteligentes no tienen una hoja de ruta cerrada con casillas que validar que te permitan alcanzar un título una vez las has validado todas. Se trata de una filosofía de gestión que te impulsa de manera permanente en el objetivo de hacer de tus ciudades un sitio cada vez mejor para tus ciudadanos y para el planeta.
Una de las líneas de debate anunciadas en el SCEWC es la relacionada con el empoderamiento de los ciudadanos gracias a la utilización de herramientas de comunicación en red. Aunque es evidente que esa descentralización rompe las tradicionales relaciones jerárquicas en la transmisión de información, ¿no encierra también el peligro de que sea más fácil difundir bulos, las conocidas como ‘fake news’? ¿Cómo se pueden combatir ataques cibernéticos coordinados, como los que se han vivido en la última campaña electoral estadounidense?
Creo que no debemos confundir las cosas. El empoderamiento de los ciudadanos es un objetivo clave de las ciudades inteligentes. Mecanismos para empoderarlos hay muchos y no todos pasan por el uso de las nuevas tecnologías. La universalización del acceso a la información tiene sus retos, pero no se trata de un hecho únicamente relacionado con la gestión urbana sino de un nuevo modelo de sociedad y las ciudades inteligentes están ahí para proporcionar a la sociedad el mejor entorno donde desarrollarse y vivir, no una horma para contener o conducir el desarrollo y dirección de la sociedad. La seguridad cibernética y material son efectivamente elementos clave del futuro urbano y por eso nuestro programa congresual ha incorporado un nuevo eje temático bajo el nombre 'Safe cities' que aborda estos temas. Las soluciones a la seguridad cibernética creo que vendrán directamente de la aplicación de nuevas plataformas y tecnologías como blockchain o la computación cuántica que convertirán algunos procesos encriptados en virtualmente inquebrantables. Pero dejaré los detalles para alguno de los expertos que hablarán de ello en nuestro congreso.
Al basar su propia existencia en la tecnología, ¿son más frágiles las smart cities que las ciudades tradicionales? ¿Es la vulnerabilidad tecnológica el talón de Aquiles de las smart cities?
La tecnología es para las smart cities una herramienta y no un objetivo. Las ciudades inteligentes no lo son por ser tecnológicas, y no todas las soluciones inteligentes son fruto de nuevas tecnologías sofisticadas y disruptivas. La supuesta vulnerabilidad de la tecnología no hace a las smart cities más frágiles que las ciudades en otros momentos de la historia. ¿Qué ciudad es más frágil, aquella en la que no funciona el wifi o los parquímetros o aquella cuyo sistema de saneamiento no funciona?
Las smart cities, ¿serán más equilibradas desde el punto de vista social que las ciudades tradicionales? Es decir, ¿acortarán las desigualdades entre ricos y pobres, o el componente tecnológico abre una brecha insalvable para ciudadanos desfavorecidos?
Uno de los objetivos de las smart cities es efectivamente de lograr urbes donde la equidad sea un rasgo diferencial. La tecnología ofrece muchas ventajas, pero en ocasiones también es fuente de desigualdad no tanto por el acceso a ella sino porque su dominio no se produce de la misma manera en las diferentes capas de la sociedad. Esto se produce por razones muy diversas y en algunos casos tan difíciles de afrontar como el de la edad. Allá donde las barreras generacionales existan podemos trabajar para reducirlas y mostrarnos convencidos de que se trata de algo temporal. En otros casos el acceso a la tecnología no dependerá de los recursos económicos y, sin ir más lejos, ya hay muchas ciudades que ofrecen acceso a internet gratuito mediante wifi por lo que el acceso universal a la tecnología creo que no tardará mucho en llegar.
¿Podrán las smart cities hacer frente a cuestiones como el cambio climático o las diásporas provocadas por el hambre y los conflictos armados?
La lucha contra el cambio climático o la lucha por la sostenibilidad medioambiental en general –energías limpias, gestión eficiente de recursos, reducción o eliminación de la contaminación y los residuos, etc.– son un elemento fundacional de las smart cities. Desde su misma concepción, las smart cities tienen entre sus objetivos la gestión de mayores volúmenes de población tal y como los predicen los informes de Naciones Unidas y la gestión de recursos, entre ellos los alimenticios, que van asociados. ¿Podrán las smart cities hacer frente a estos retos? Si no lo creyera no sería el director de Smart City Expo World Congress.
Desde hace un tiempo hay conceptos que inundan los medios de comunicación: Industria 4.0; IoT; Big Data; smart cities… ¿Es necesario ‘poner orden’ en el uso de estos conceptos? Es decir, ¿se están usando ‘a la ligera’ y, por tanto, vaciándolos de contenido? ¿Podrían algunos de ellos convertirse en meros ‘hypes’?
Cada uno de estos conceptos tiene un contenido y un sentido y el posible abuso de ellos que se haga en los medios de comunicación no los vacía de contenido. El Big Data y su uso son y serán un elemento fundamental que nos ayude a entender mejor cómo funcionamos como sociedad, cómo funcionan nuestras ciudades y cómo podemos optimizar dichos funcionamientos. Y lo mismo pasa con el concepto de smart cities y de Industria 4.0. Cada uno refleja aplicaciones tecnológicas concretas o tecnologías cuyo que pueden favorecer a campos muy diferentes de la sociedad humana como la industria o las ciudades. Si los medios de comunicación los usan a la ligera o no creo que es una pregunta que quizás deberíamos hacer a los profesionales de los mismos medios. Es normal que cuando aparece una nueva tecnología que promete ser capaz de solucionar muchos problemas se produzca algo de ‘hype’.
El salón se ha exportado a diversas ciudades de varios continentes. ¿Cuál es el estado de las smart cities en África? ¿Y en América Latina? ¿Cuál es la zona del mundo en la que más rápidamente se está produciendo el cambio de ciudad tradicional a smart city?
África es, sin duda, una de las regiones del planeta que mayores oportunidades ofrecen para la industria de las soluciones urbanas. Es un mercado en el que hay mucho por hacer y que seguro que dará que hablar en los próximos años. América Latina es una de las zonas más activas y con mayor empuje en este campo junto a Asia. Pero, sin duda, la zona donde se han acogido con mayor celeridad las innovaciones propias de una ciudad inteligente sería Europa, donde tenemos ejemplos paradigmáticos como Amsterdam, Copenhague, Estocolmo, Santander o la propia Barcelona.
¿Por qué se eligieron las ciudades de Casablanca, Estambul, Kioto, Puebla y Buenos Aires para celebrar sendos Smart City Expo? De estas citas, ¿cuáles han logrado un éxito mayor al previsto?
En todos estos casos nos encontramos con zonas cuyos gobiernos están muy interesados en las aplicaciones de soluciones urbanas inteligentes y también en convertirse en referentes dentro de sus zonas geográficas. Todas han tenido éxito en mayor o menor medida y prueba de ello es que muchas han repetido. Kioto lleva ya años celebrándose, Puebla y Casablanca han celebrado ya su segunda edición y Buenos Aires, cuya primera cita se clausuró hace escasos días ha superado todas las expectativas iniciales.
La cita de Buenos Aires se ha celebrado muy recientemente, ¿qué valoración hace del salón argentino?
Sin duda excelente. Durante los tres días de celebración, se reunieron en la capital argentina más de 7.000 visitantes, superando ampliamente los 4.000 previstos inicialmente y se reunieron una cuarentena de empresas expositoras. Además, la colaboración con el gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires fue excelente.