Cuando la tierra es el lienzo para crear arte vivo
Fernando Pozuelo, fundador y CEO de Fernando Pozuelo Unique Landscapes
10/01/2025La jardinería y la agricultura ya sean a pequeña o gran escala, dependen de un factor fundamental para garantizar el éxito: la calidad y el tipo de suelo donde crecerán las plantas. Las tierras y los sustratos desempeñan un papel crucial en el crecimiento de las plantas, ya que influyen directamente en aspectos como la retención de agua, la aireación de las raíces y el suministro de nutrientes. Por esta razón, es fundamental conocer las diferentes opciones disponibles y sus usos específicos para sacar el máximo provecho del terreno y de los recursos naturales.
El suelo es nuestro lienzo. Su calidad, composición y textura determinan la paleta de opciones que tenemos para construir jardines vibrantes y equilibrados. Por ejemplo, los suelos ricos en materia orgánica, como la tierra vegetal y el mantillo, ofrecen una base nutritiva que mejora la estructura del suelo y fomenta un crecimiento saludable. Estas tierras, además de ser funcionales, son versátiles: pueden ser utilizadas para crear praderas exuberantes, parterres florales o borduras verdes llenas de vida.
A la hora de clasificar las tierras y sustratos, encontramos que su origen es un criterio clave. Pueden dividirse principalmente en dos grandes categorías: origen orgánico (de procedencia animal y vegetal) y los minerales.
Dentro de los biológicos, tenemos la tierra vegetal y el mantillo son aliados excelentes para mejorar la estructura del suelo. Por otro lado, las turbas, tienen propiedades específicas que los hacen indispensables en ciertos cultivos. Los sustratos minerales, por su parte, aunque carecen de materia orgánica, complementan esta oferta al aportar características físicas que optimizan el comportamiento del suelo, como una mayor filtración o un drenaje más eficiente.
Los sustratos orgánicos, ya sean de origen animal o vegetal, han sido utilizados durante siglos para mejorar las propiedades de los suelos agrícolas. Este tipo de sustrato es una mezcla equilibrada de arena, arcilla y limos que incluye materia orgánica en diferentes proporciones. Cuando esta materia orgánica es abundante, la tierra vegetal se transforma en mantillo, un material todavía más nutritivo y efectivo para la mejora del suelo.
El mantillo proveniente de ganado vacuno, que es especialmente valorado en agricultura y jardinería, ya que el proceso digestivo de las vacas descompone de manera eficiente las semillas de malas hierbas presentes en el alimento consumido por estos animales. Esto no solo enriquece el suelo, sino que también reduce considerablemente la proliferación de malas hierbas, un problema común en la gestión de terrenos agrícolas y jardines.
En cuanto a los materiales vegetales, las turbas son otro elemento fundamental. Estas sustancias se originan a partir de la descomposición de materiales vegetales en condiciones específicas de humedad y falta de oxígeno, lo que les confiere propiedades únicas. La turba rubia, por ejemplo, es reconocida por su acidez y su capacidad para mantener la humedad. Este sustrato es especialmente adecuado para plantas ácidas como los rododendros, las azaleas, callunas, la pernettya mucronata o los brezos, que requieren condiciones específicas para prosperar.
Por otro lado, la turba negra contiene un nivel más elevado de materia orgánica, lo que la hace ideal para equilibrar suelos que necesitan enmiendas orgánicas. Se utiliza comúnmente para mejorar terrenos pobres en nutrientes, proporcionando un medio más fértil para el desarrollo de las plantas.
Además de las turbas, el compost se ha consolidado como una opción cada vez más popular en jardinería. Este material se elabora mediante la mezcla de tierras vegetales con otros componentes orgánicos, incluyendo las turbas, para crear un producto homogéneo, limpio y aséptico. A diferencia de la tierra vegetal común, el compost tiene la ventaja de estar libre de semillas de malas hierbas y otros contaminantes, lo que facilita su manejo y garantiza un crecimiento más uniforme de las plantas.
Mientras que los sustratos orgánicos aportan nutrientes y mejoran la fertilidad del suelo, los minerales se destacan por su capacidad para modificar sus propiedades físicas. Por ejemplo, la arena de río y la arena de sílice son materiales ligeros que se utilizan para mejorar la filtración del agua y evitar la compactación del suelo. Esto resulta especialmente útil en aplicaciones específicas, como el mantenimiento de campos de golf, donde se emplean técnicas avanzadas para garantizar que el agua se filtre de manera eficiente.
Otro componente mineral de gran relevancia es la perlita, un material volcánico que se utiliza para mejorar la aireación del suelo y facilitar el drenaje. Su ligereza y capacidad para retener una cantidad moderada de agua la convierten en una excelente opción para cultivos que requieren un equilibrio entre humedad y oxigenación de las raíces. De manera similar, la vermiculita, aunque más orientada a semilleros e invernaderos, proporciona propiedades únicas al retener humedad y promover un desarrollo inicial óptimo de las plántulas.
Un material menos conocido, pero igual de efectivo, es la arcilla expandida. Este sustrato, que se presenta en forma de pequeñas bolitas, se utiliza principalmente en el fondo de macetas para garantizar un buen drenaje. Su capacidad para prevenir el exceso de agua en las raíces es crucial para evitar problemas como la pudrición radicular, que puede comprometer el desarrollo de las plantas.
Cada tipo de planta tiene necesidades específicas que deben ser consideradas al seleccionar un sustrato. Las orquídeas, por ejemplo, son plantas epífitas que en su hábitat natural crecen adheridas a los troncos de los árboles. Para imitar estas condiciones, los sustratos diseñados para orquídeas suelen incluir componentes como musgo Sphagnum, corteza de pino y perlita, lo que garantiza un drenaje óptimo y una buena aireación.
Por su parte, los cactus requieren un sustrato completamente diferente. Al ser plantas adaptadas a entornos áridos, necesitan una tierra que permita un drenaje rápido y evite el encharcamiento. Los sustratos para cactus suelen contener arena ligera y otros materiales que mantienen el suelo seco y bien ventilado.
Los bonsáis representan un caso especial, ya que requieren un equilibrio meticuloso entre retención de agua y aireación. Los sustratos para bonsáis combinan tierra volcánica, grava de Akadama y otros materiales que proporcionan el soporte ideal para estas pequeñas pero exigentes plantas.
La fertilización del suelo es una práctica esencial para garantizar un crecimiento saludable de las plantas, y los abonos orgánicos son una de las herramientas más eficaces para lograrlo. Uno de los más destacados es el humus de lombriz, un producto obtenido a partir de los excrementos de lombrices. Este abono es extremadamente concentrado, lo que significa que pequeñas cantidades son suficientes para mejorar grandes extensiones de terreno. Además, su uso no solo aporta nutrientes esenciales al suelo, sino que también mejora su estructura y capacidad para retener agua.
Otro abono orgánico ampliamente utilizado es el guano, un material rico en nitrógeno, fósforo y potasio que se obtiene de los excrementos de aves marinas. Este abono, que tiene su origen en las islas chilenas, es especialmente eficaz para fertilizar huertas, promoviendo un crecimiento vigoroso y saludable de las plantas.
La correcta elección de tierras y sustratos es una de las decisiones más importantes para cualquier proyecto de jardinería o agricultura. Cada material tiene propiedades únicas que pueden ser aprovechadas para satisfacer las necesidades específicas de las plantas, desde la mejora de la fertilidad del suelo hasta la optimización de la filtración y el drenaje. Al combinar sustratos orgánicos y minerales de manera estratégica, es posible crear un medio de cultivo equilibrado que maximice el potencial de crecimiento y minimice los riesgos asociados a problemas como la compactación o el exceso de humedad.
A través de un conocimiento más profundo de estos materiales, los agricultores y jardineros pueden adoptar prácticas más sostenibles y eficientes, contribuyendo no solo al éxito de sus proyectos, sino también a la conservación de los recursos naturales. Así, como paisajistas, tenemos el poder de usar el suelo como un lienzo y las plantas como pinceles, para dar vida a creaciones únicas. Con cada elección consciente de suelos y sustratos, diseñamos no solo espacios visualmente bellos, sino también entornos que se integran armónicamente con la naturaleza, creando arte vivo que evoluciona con el tiempo.