El girasol descansa sobre la mejora varietal continuada
Miguel Ángel Mainar Jaime
Periodista agroalimentario
20/05/2024La tierra está húmeda y, si nada lo complica, podemos encontrarnos ante unas buenas cosechas, en general, y de girasol, en particular. Este cultivo, de gran interés para los secanos de Castilla y León, Castilla-La Mancha, Andalucía y Aragón no es exigente en insumos y manejo, así que su progreso, continuo, se basa en la mejora genética, que ha facilitado grandes cambios en los últimos 20 años. Pero también depende de los incentivos que reciban los agricultores, y aquellos, a la baja, tienen a estos mirando a la PAC y a posibles estímulos agroambientales.
Durante algunos años, el cultivo del girasol contó con unas primas públicas bastante altas y muy pocas exigencias administrativas, según cuenta Vicente Caballero, agricultor de La Alcarria que se dedica a ello desde que empezó a trabajar en el campo hace más de 40 años. Su abuelo y su padre ya lo hacían antes que él y por eso conoce bien la técnica y las vicisitudes de esta actividad.
Pero las primas desparecieron, sustituidas por ayudas acopladas de mayor exigencia burocrática, y tras el desacoplamiento posterior los cultivadores de girasol prácticamente no cuentan hoy con mucho más apoyo que la ayuda básica a la renta “y los ecorregímenes a los que te acojas”. Así que el cultivo depende de los vaivenes de la política agraria, con medidas agroambientales de quita y pon, y de los precios de mercado, que en los últimos 20 años no han sido pocos ni en una cosa ni en otra. “Ahora se anuncia una agroambiental autonómica, pero no conocemos los detalles y es fundamental conocerlos antes de la siembra”, advierte.
Al ser menos interesante desde el punto de vista administrativo y alternar años muy rentables con otros peores, cosechar girasol ya no es tan atractivo como llegó a ser y por eso la superficie dedicada a esta oleaginosa ha descendido notablemente. Se mantiene, principalmente, según Caballero, “porque no hay otro cultivo que lo pueda sustituir para compaginar con cereal”, ya que se combina muy bien con este por los tiempos de siembra y también se adapta bien al terreno y al clima.
Pero no solo tiene estas ventajas. Joaquín Ortiz, de la cooperativa castellanoleonesa Acor, resalta que es uno de los cultivos menos exigentes en insumos y en prácticas agronómicas. En Castilla y León, donde el 80% de la siembra se hace en secano, preparar la tierra y elegir bien la combinación de semilla y herbicida es lo fundamental. A partir de ahí, la raíz pivotante de la planta, que es capaz de alcanzar capas profundas y tomar agua y nutrientes de ellas, hace casi todo el trabajo.
Así que poca gente aplica, por ejemplo, fertilización, aunque en Acor recomiendan a sus socios realizar algo de abonado, ya que “no deja de ser un cultivo que puede esquilmar la tierra”.
Al igual que el agricultor castellanomanchego, Ortiz estima que el futuro del girasol dependerá mucho de la PAC y de lo interesantes que sean las condiciones que esta determine, aunque, como cultivo de verano, no hay otro que ofrezca una mínima rentabilidad similar.
Innovación constante
Si sobre la tierra y el clima poco o nada se puede hacer y agronómicamente tampoco tiene muchas exigencias, no es de extrañar que los esfuerzos para mejorar el cultivo se hayan centrado en la semilla, sobre la que recae la ‘responsabilidad’ de mejorar la productividad.
En este aspecto, Vicente Caballero ha sido testigo directo de la importante evolución que ha tenido lugar. Por un lado, el paso del girasol convencional al alto oleico (ahora se reparten al 50% la producción); por otro, el desarrollo combinado de semillas y herbicidas y de plantas más productivas y resistentes. Son caras, dice, “pero mejoran aspectos importantes”.
Aunque Acor es más conocida por su actividad principal, la producción de azúcar, esta cooperativa se dedica también a la extracción de aceite de oleaginosas, principalmente de girasol. Desde su Servicio Agronómico y de Cultivos, Joaquín Ortiz confirma que todos los años estudian las semillas, realizan ensayos y recomiendan a los agricultores las que mejores resultados ofrecen.
Reconoce que la genética va mejorando, aunque lamenta que, debido al calor, no todas las mejoras se pueden aprovechar por completo. No obstante, cada vez se dan plantas con mayor rusticidad y adaptación a la sequía.
Dentro de la evolución que ha tenido lugar, destaca la de los sistemas con herbicida de posemergencia y la necesidad, en este caso, de “encontrar la combinación perfecta entre semilla y tratamiento”. En secano, las malas hierbas son el principal problema; además, el abanico de posibilidades para tratarlas ha disminuido por los cambios normativos que han tenido lugar. Los nuevos sistemas permiten el uso del herbicida una vez nacido el girasol, pero, al haber pocas opciones y todas de la misma familia, existe el riesgo de que se creen resistencias.
Con respecto a la opción entre girasol linoleico o alto oleico, de momento los socios de Acor apuestan por el primero, aunque hay variaciones significativas según los años y las circunstancias de cada momento.
La semilla es la clave
Los desafíos cambian y en los últimos años ha habido muchos cambios, pero hay algo prácticamente invariable: la búsqueda de mayores rendimientos y de contenido en grasa. Eso, sin olvidar lo que, para Pedro Paniagua, jefe de Producto de Oleaginosas en Limagrain Ibérica, son los “dos grandes enemigos de siempre”: el mildiu y el jopo, con los que hay una “pelea genética continua”.
El cambio climático y el estrés abiótico, como los golpes de calor, conforman otro frente. Y como cada territorio tiene su propia personalidad, Limagrain, multinacional semillista que opera en todo el mundo, tiene caracterizadas las diferentes áreas productivas para adaptar sus programas de mejora a cada una de ellas. “Donde hay girasol en el mundo, estamos nosotros”, resalta Paniagua.
Alejandro Castilla (Ifapa) afirma que “la clave, más que en otra cosa, está en la variedad”.
En España, la investigación se enfoca en el rendimiento y en la protección de los cultivos, sobre todo, por la vía genética. “Nuestro éxito radica en que sacamos variedades superadaptadas”, afirman en Limagrain. De hecho, la necesidad de adaptación es tan alta que todos los años se obtiene un buen número de variedades nuevas. Aprovechando su presencia en todas las áreas productivas, la empresa realiza intercambios de material genético de unas a otras cuando la caracterización de estas lo permite.
Que haya tan alta tasa de renovación responde, según Pedro Paniagua, a que no existe un solo tipo de girasol. Hay mucha segmentación, explica, en función del tipo de grasa o de la tecnología (herbicidas de posemergencia) empleada y es preciso actuar en todos los segmentos.
Desde el Instituto Andaluz de Investigación Agraria, Pesquera y Alimentaria (Ifapa), el técnico especialista Alejandro Castilla abunda en estas ideas y afirma que “la clave, más que en otra cosa, está en la variedad”. Y añade: “con buena siembra y nascencia homogénea, poco más hay que hacer”.
Si en Limagrain recalcan que “la progresión genética es clave”, en el Ifapa recuerdan que contar con un buen material genético, que se adapte a los cambios, sobre todo cuando las condiciones son tan extremas como en Andalucía, es crucial.
La fecha importa
En el Ifapa se ensaya constantemente con las nuevas variedades a través de la Red Andaluza de Experimentación Agraria de Cultivos Extensivos, coordinada por Alejandro Castilla. Se comparan las nuevas con las variedades testigo, es decir, aquellas que más se usan en la comunidad, y se extraen conclusiones.
Ahora se está trabajando sobre las densidades de siembra para averiguar cuál es el número óptimo de plantas por hectárea en función de la grasa a obtener. Pero también sobre variedades resistentes al jopo, a herbicidas o al cambio climático. Todo ello en comunicación constante con cooperativas, organizaciones agrarias o industrias con el fin de orientar los ensayos a sus objetivos.
Estos experimentos ya determinaron hace años la conveniencia de adelantar la fecha de siembra. De hecho, el primer diseño de girasol de invierno tiene 25 años; pero entonces, aunque se comprobó que sembrar en diciembre daba muy buen resultado, también se sabía que el gran problema para aplicar este avance serían las malas hierbas, pues no se contaba, como ahora, con los herbicidas adecuados.
Cuando estos aparecieron un tiempo después, un premio europeo de agricultura llegó hasta Andalucía con destino al agricultor que más rendimiento en kilos y aceite había obtenido con sus prácticas de girasol de invierno.
No ocurre lo mismo en las otras dos grandes regiones productoras. En Castilla-La Mancha la siembra empieza tímidamente en abril, “lo más temprano y en siembra directa”, de acuerdo con Vicente Caballero, para quien el cambio climático será el responsable de un proceso de adelanto que “de un año para otro no se ve, pero en 10 años, sí”.
En Castilla y León, por otro lado, es a partir de la tercera semana de abril cuando se empieza a generalizar; y viene a durar un par de meses. Joaquín Ortiz señala que no se ha investigado tanto en este aspecto como en Andalucía y reconoce que conseguir que la planta florezca antes de que lleguen los máximos calores es importante, pero advierte que las siembras tempranas, si no hay tradición, pueden ser problemáticas.
Optimismo contenido
Las abundantes lluvias de abril parecen garantizar la humedad necesaria para que la implantación y el desarrollo de la próxima cosecha sean buenos. En este sentido, agricultores y técnicos son optimistas. En algunos lugares puede haber, incluso, ciertos problemas de encharcamiento que entorpezcan la siembra, pero como dice el agricultor alcarreño con prudencia: “si conseguimos sembrar en condiciones y hay buena nascencia, habrá buena cosecha”.
Otra cosa es que la superficie de cultivo crezca significativamente, lo que es uno de los retos del sector para José María García, presidente de Afoex, la asociación nacional que fomenta la plantación de oleaginosas y la extracción de aceite.
García recuerda que en España se llegó a sembrar un millón y medio de hectáreas y que ahora la cifra está estabilizada en unas 700.000, de las que se obtiene aproximadamente el 65% de la pipa necesaria. El resto llega, fundamentalmente, de Francia.
Considera que es un cultivo interesante por muchos motivos, pero que la insuficiencia de incentivos en forma de ayudas públicas podría restar intenciones de siembra. Sabe que hay comunidades que los tienen previstos, pero -en el momento de la entrevista- no hay nada concreto.
Y cuando lo haya “será tarde y seguro que con requisitos imposibles de cumplir”, según sospecha Vicente Caballero, para quien podría ser un cultivo importante porque es de manejo muy conocido y no tiene alternativa que le haga realmente la competencia. Aunque necesita, en su opinión, “estabilidad de precios y menos interferencias de las importaciones”.
José María García (Afoex) recuerda que en España se llegó a sembrar un millón y medio de hectáreas y que ahora la cifra está estabilizada en unas 700.000, de las que se obtiene aproximadamente el 65% de la pipa necesaria