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La correcta elección del momento del corte y el control de las malas hierbas son claves para obtener alfalfa de buena calidad

La calidad en la alfalfa

Ignacio Delgado1, Jaume Lloveras2, Donato Andueza3, Andreu Taberner4, Fernando Muñoz1 y Joaquin Capistrós5

1 Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA)

2 Universitat de Lleida (UdL)

3 Institut National de Recherche pour l’Agriculture, l’Alimentation et l’Environnement (INRAE), Saint-Genès-Champanelle, Francia

4 Dr. Ingeniero Agrónomo

5 Asociación Española de Alfalfa deshidratada (AEFA).

17/02/2020
La alfalfa es el segundo cultivo forrajero en España en superficie ocupada y el primero en producción cosechada. El 63 % de la superficie cultivada se encuentra en regadío. Durante 2017 se cultivaron unas 266.000 hectáreas, con una producción en verde aproximada de 9.000.000 toneladas, de las cuales el 70% se deshidrató; de ellas 78% en forma de pacas y 22% granulada (MAPA, 2019). Además de ser apreciada por su valor agronómico, dada su alta capacidad de fijación de nitrógeno atmosférico lo que la hace un cultivo tradicional en las rotaciones de cultivo en regadío, la alfalfa se considera uno de los forrajes más completos, desde el punto de vista nutritivo, en la alimentación de los rumiantes.
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Calidad de la alfalfa

La calidad de un forraje se define como la capacidad de los nutrientes presentes en el mismo para ser convertidos en carne o leche cuando es ingerido por los rumiantes. En consecuencia, la mejor determinación de la calidad de un forraje es la productividad animal. Aparte del valor nutritivo intrínseco del forraje, la ingestión es el principal factor que influye en la respuesta animal (Andueza y Muñoz, 2020).

La alfalfa es, por tanto, un forraje de excelente calidad nutritiva. Ello es debido, no solo a su alto contenido en proteína, minerales y vitaminas, sino a la buena calidad de su fibra. Como consecuencia, es ingerida por los animales en mayor cantidad que otros forrajes, en particular si se compara con los forrajes de gramíneas, lo que la hace muy interesante para los rumiantes en producción intensiva, como el vacuno de leche.

La menor proporción de paredes celulares en la alfalfa, en comparación con otros forrajes, asegura un tránsito digestivo rápido. El contenido en hidratos de carbono estructurales máximo es del 50% (valor bajo si se compara con el contenido de los forrajes habitualmente utilizados en la alimentación de rumiantes), mientras que la suma de celulosa y lignina es alrededor del 30%, no superando la lignina el 7-8%. Como consecuencia de esta composición, su tránsito a lo largo del tubo digestivo de los animales es rápido. Ello podría explicar la alta palatabilidad de la alfalfa y las mayores cantidades ingeridas. El menor aporte de fibra necesario para que los procesos digestivos no se vean perturbados, permite aumentar el consumo de concentrados en rumiantes de alta producción (Andueza y Muñoz, 2020).

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El índice Valor Relativo del Forraje (RFV)

Este parámetro intenta normalizar la calidad del forraje y se ha convertido en una herramienta común para determinar la calidad del heno (Rohweder et al.,1978). El RFV estima la energía digestible ingerida, el cual se calcula a partir de la digestibilidad de la materia seca (DMS) y de la ingestión de la materia seca (IMS).

RFV = DMS x IMS / 1,29

A su vez, la digestibilidad de la materia seca se calcula mediante ecuaciones predictivas que utilizan el valor de fibra acido detergente (FAD), y la ingestión de la materia seca estimada a partir del valor de fibra neutro detergente (FND).

La fórmula final obtenida por Rohweder et al. (1978) es la siguiente:

RFV = (88,9 - 0,779 x FAD) x (120 / FND) / 1,29

Con ella o con fórmulas muy similares, la administración de los EE. UU. y el sector del forraje (productores, ganaderos, etc.) definieron cinco calidades de heno de alfalfa, las cuales se muestran en la Tabla 1, y son la base de las transacciones comerciales en los EE.UU., utilizadas tanto en el mercado interior como exterior.

Tabla 1...
Tabla 1. Guía de la calidad de la alfalfa (menos del 10% de gramíneas) para comercializar el forraje según el USDA Livestock, Hay & Grain Market News (Putnamy Undersander, 2006).

En España, se definieron unas calidades en 2014 (Lloveras y Melines, 2015), utilizando las mismas fórmulas del RFV, para poder competir con EE. UU. con la vista puesta en el mercado de China, ya que el sector no disponía de ninguna hasta ese año. Se establecieron unas tablas con tres categorías para la alfalfa deshidratada en bala, extra, primera y segunda, y para la alfalfa suministrada en formato de pellets, extra, primera y estándar. Se simplificaban con ello las categorías del producto presentadas en las tablas norteamericanas y se añadía a la clasificación aspectos visuales como el color (Capistrós, 2020).

Posteriormente, en 2015, dichas tablas se revisaron, estableciéndose como definitivas las que se muestran en la Tabla 2.

Tabla 2...
Tabla 2. Tipificación de la alfalfa deshidratada española a partir de 2015, según la Asociación Española de Fabricantes de Alfalfa deshidratada (AEFA).

En definitiva, una alfalfa de calidad ha de tener alto contenido en proteína bruta y bajo en fibra. La misión del agricultor es producir alfalfa de calidad; sin un buen forraje de partida no se obtiene un buen deshidratado.

La calidad es la consecuencia del bien hacer del agricultor

Son diversos los factores a tener en cuenta para obtener alfalfa de buena calidad. Los principales son la elección del momento del corte y el control de las malas hierbas.

Elección del momento del corte

El momento de corte es, probablemente, el factor técnico de gestión de la alfalfa que más afecta a la producción, calidad del forraje, persistencia y rentabilidad del cultivo (Lloveras y Delgado, 2020).

La producción de materia seca aumenta cuando la planta avanza hacia la floración, mientras que, al mismo tiempo, el valor nutritivo del forraje disminuye (Figura 1). Por ello, la calidad de la alfalfa es mayor en los estadios vegetativos previos a la floración, donde la proporción y el peso de las hojas son más altos que en el inicio de la floración, momento en que el peso de los tallos es igual o mayor que el de las hojas. Y la calidad de la alfalfa disminuye después del inicio de floración, debido principalmente al mayor peso de los tallos, cuya calidad es menor que la de las hojas.

Figura 1...
Figura 1. Evolución de la producción de hojas, tallos y forraje, así como de la evolución de la digestibilidad del forraje a lo largo del ciclo fenológico del cultivo de alfalfa. Adaptado de Sheaffer y Marten (1987).

Ahora bien, cuando la planta se corta repetidamente en estadios muy jóvenes antes de la floración, se impide la acumulación de reservas nutritivas en la corona y raíces y la planta puede morir y disminuir la persistencia del cultivo. Por ello se ha establecido un equilibrio que permite obtener una alta calidad del forraje y producción elevada, sin ocasionar la muerte prematura del cultivo, segando el alfalfar cuando las plantas presentan alrededor del 10 % de floración. Esta es la regla general, sin embargo, en España, las plantas no florecen en el primer corte de primavera y lo hacen muy poco en los cortes de otoño (cortes 5º y 6º). En estos casos, el criterio que debe seguirse es cortar la alfalfa tan pronto aparezcan los nuevos rebrotes en la corona, y hacerlo antes de que alcancen los 5 cm, para que la barra de siega no los corte y así evitar el retraso y debilitamiento del rebrote.

Cuando el intervalo de tiempo entre aprovechamientos aumenta, la alfalfa se recolecta en estadios más tardíos y la producción por corte es mayor, pero la calidad del forraje disminuye.

Control de las malas hierbas

El control de las malas hierbas en alfalfa es necesario tanto para asegurar la longevidad del cultivo como para aumentar la productividad y la calidad de la producción obtenida (Taberner, 2020)

Además, se ha convertido en tema de actualidad debido al incremento en la exigencia de calidad del forraje que imponen las condiciones del mercado. La calidad se evalúa en un principio de forma visual, tomando en consideración la presencia de malas hierbas.

El control de las malas hierbas comienza antes de la siembra. Ello se consigue cultivando la alfalfa dentro de una rotación de cultivos adecuada que evite el establecimiento de bancos de semillas de malas hierbas en el suelo. El empleo de herbicidas no puede corregir una situación muy desequilibrada en la que el cultivo debe competir desde el inicio con las malas hierbas. En la medida de lo posible, se debe practicar la falsa siembra y retrasar la fecha de siembra, si se estima una presencia abundante de semillas de malas hierbas.

Una vez iniciada la siembra, la semilla a emplear debe estar exenta de cuscuta, siendo la única de garantía la semilla certificada. Existe un periodo crítico para el establecimiento de malas hierbas, desde la siembra hasta que la planta muestra siete hojas trifoliadas, cuando el cultivo es menos competitivo. Por ello, es interesante que el cultivo se implante rápida y vigorosamente alcanzando la densidad deseada en el menor tiempo posible, lo que se logra con la elección de una fecha de siembra que permita una nascencia rápida y evitar el encostrado del suelo.

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Cuando la alfalfa ya está desarrollada, si no tiene un factor que la debilite como la sobreexplotación o el encharcamiento, compite bien, hasta el punto de considerarse un cultivo inhibidor de la presencia de otras especies debido a su capacidad alelopática. La alfalfa es un cultivo que se cosecha unas 5-7 veces por año, por lo que es importante que después de cada corte se recupere lo más rápido y vigorosamente posible para no dar la oportunidad a que malas hierbas se instalen en el campo. Por ello, la altura de corte debe ser suficiente, al menos unos 6 cm, para que los nuevos rebrotes que parten de la corona no queden afectados y, al mismo tiempo, dejar alguna hoja sin cortar, lo que facilita también el rebrote. El pisoteo y la compactación de las plantas por la maquinaria o el ganado, sobre todo en condiciones de humedad del suelo, también comportan un debilitamiento y una ralentización del rebrote.

Cuando el cultivo se maneja de forma deficiente es muy difícil el control de las malas hierbas. Un campo de alfalfa no puede mantenerse libre de malas hierbas basándose solo en el empleo de herbicidas. Estos nunca tienen una selectividad completa respecto al cultivo, por lo que deben ser empleados como último recurso, ya que no pueden suplir los efectos provocados por el mal manejo. Una guía completa de los mismos se presenta en el libro próximo a aparecer, citado en las referencias bibliográfícas.

Referencias bibliográficas

  • Andueza, D.; Muñoz, F., (2020). Calidad del forraje. En La alfalfa. Agronomía y utilización. J. Lloveras, I. Delgado y C. Chocarro (Eds.) (en prensa).
  • Capistrós, J., (2020). Comercialización. En La alfalfa. Agronomía y utilización. J. Lloveras I. Delgado y C. Chocarro (Eds.) (en prensa).
  • Lloveras, J.; Melines. Mª. A. (2015). La calidad de la alfalfa. Posibles clasificaciones. Vida Rural: 395: 36-40.
  • Lloveras, J.; Delgado, I. (2020). Gestión del corte y recolección. En La alfalfa. Agronomía y utilización. J. Lloveras, I. Delgado y C. Chocarro (Eds.) (en prensa).
  • MAPA (2019). Anuario de Estadística 2018. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (Ed.), Madrid. 850 pp.
  • Putnam, D.; Undersander, D. (2006). The future of alfalfa forage quality testing in hay markets. Proceedings of Western Alfalfa Symposium, Reno, NV 11-13. USA.
  • Rohweder, D.A.; Barnes, R.F.; Jorgensen, N. 1978. Proposed hay grading standards based of laboratory analyses for evaluating quality. J. Anim. Sci. 47:747-759.
  • Sheaffer, C.; Marten, G. (1987). Alfalfa harvest. Management strategies for the 1990s. Crop and Soils Magazine 39: 6-8. June-July.
  • Taberner, A. (2020). Control de malas hierbas. En La alfalfa. Agronomía y utilización. J. Lloveras, I. Delgado y C. Chocarro (Eds.) (en prensa).

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