La pobreza farmacéutica también existe
Según las últimas cifras publicadas por el CIS cerca de un millón y medio de ciudadanos en nuestro país deja de adquirir medicamentos prescritos por el Sistema Nacional de Salud por motivos económicos. En resumen: comer primero y medicarse después, si alcanza para ello. Y a ese 3% de la población no le alcanza: sufren pobreza farmacéutica. Estos datos ponen de manifiesto una sonrojante desigualdad, por tratarse de una necesidad básica, que hay que atajar o, por lo menos, paliar. Será el análisis de las complejas y multifactoriales circunstancias que rodean el fenómeno de la pobreza farmacéutica el que ha de darnos las claves para ir más allá de la imprescindible actuación de urgencia y establecer mecanismos que acaben con una realidad que la oficina de farmacia conoce bien pero que, en palabras del portavoz de Banco Farmacéutico, Jordi Bosch, “el Estado no reconoce”. Y como cuestión central: la prevención.
Farmacias solidarias
Más de 600 farmacias colaboran en la actualidad con el proyecto Fondo Social de Medicamentos (FSM), desarrollado por Banco Farmacéutico, ONG cuyo objetivo es cubrir los gastos en medicamentos de aquellos pacientes que, por diferentes motivos socioeconómicos, no pueden costearse los gastos del tratamiento. La Organización opera en España desde 2007 (la iniciativa nació en Italia en 2000) y hoy está implantada principalmente en Cataluña (con 430 farmacias colaboradoras en la provincia de Barcelona) y también en las comunidades de Aragón y Madrid.
La estrecha relación de las oficinas de farmacia con los usuarios hace que esta realidad toque muy de cerca al dispensador de medicamentos. El acceso al Fondo Social de Medicamentos lo determinan, tras estudiar la situación socioeconómica del paciente, los trabajadores sociales de los Centros de Atención Primaria, que facilitan a los beneficiarios un bono con el que acudir a cualquier farmacia de la red colaboradora para adquirir sin coste su medicina prescrita. La farmacia recibe, posteriormente, un abono por parte de Banco Farmacéutico. En cifras, esta ONG ha atendido más de 6.500 planes de medicación por valor de más de 700.000 euros.
Las diferencias socioeconómicas se encuentran estrechamente correlacionadas con los niveles de salud de la población; numerosos estudios han evidenciado que el nivel educativo y la clase social resultan factores determinantes. El Observatorio de la Pobreza Farmacéutica, proyecto que Banco Farmacéutico puso en marcha en 2017, presentó el pasado mes de octubre los resultados de su última investigación. Los datos revelan que la media de edad de la persona que padece pobreza farmacéutica se sitúa en torno a los 49 años, que el 68% del total carece de estudios o tiene estudios primarios, más de la mitad de ellos se encuentra en situación de desempleo y no percibe subsidio, que el 62% es de nacionalidad española, y que un 35% tiene alguna discapacidad funcional reconocida.
En el tránsito hacia la erradicación de la pobreza farmacéutica la prevención juega un papel fundamental. Y es que este grupo poblacional tiene peor salud que la media por diversos factores sobre los que sí se podría actuar con políticas adecuadas que favorecieran hábitos saludables como una correcta alimentación, reducir la exposición a tóxicos, una buena higiene postural, ejercicio físico, técnicas de relajación, etc. En este sentido, los datos del estudio de Banco Farmacéutico muestran unas pautas de alimentación más insanas entre la población vulnerable, así como una mayor incidencia de la cronicidad y de patologías relacionadas con desórdenes emocionales, especialmente en niños y adolescentes. A todo ello se suma el envejecimiento de la población, que conlleva un incremento de enfermedades crónicas, además de la superposición de dolencias que hacen necesaria la polimedicación. La adherencia se convierte en algo muy complicado de mantener para este grupo poblacional con escasos recursos.
El responsable de Relaciones Institucionales de Banco Farmacéutico, Jordi Bosch, responde a nuestras preguntas sobre los objetivos y actividades de la organización.
Su iniciativa atiende la urgencia del momento, socorriendo a aquellos que sufren pobreza farmacéutica, pero su pretensión es alcanzar los cambios estructurales que permitan acabar con ella. ¿Cómo lograrlo?
En primer lugar dimensionar la pobreza; saber de qué estamos hablando. Para ello hemos puesto en marcha desde 2017 el Observatorio de la Pobreza Farmacéutica. En segundo lugar dando a conocer esta realidad, para que no sea algo invisible, e informar a las Administraciones públicas y a los agentes implicados, y en tercer lugar, y fruto de una respuesta a esa pobreza, articular cambios legislativos para que se cubra desde las AAPP el coste de los medicamentos de estas personas vulnerables.
¿De qué fondos se nutren?, ¿qué tipo de empresa se implica en la colaboración con la organización? y ¿qué apoyo reciben desde las instituciones gubernamentales?
Nos nutrimos de las aportaciones de las empresas privadas, que pueden ser de la industria farmacéutica o no. También de las administraciones públicas: IRPF tramo estatal, tramos autonómicos, diputaciones, ayuntamientos, etc. También de donativos directos de socios colaboradores.
¿Tienen datos sobre el tipo de fármacos más solicitados por los usuarios del bono farmacéutico?, ¿sugieren estos datos patologías con mayor incidencia en ellos en comparación con la población general, por ejemplo, enfermedades relacionadas con la angustia de, precisamente, no llegar a fin de mes?
Efectivamente. Se observa especialmente en menores, que representan el 17% de los beneficiarios del Fondo Social de Medicamentos; por grupos terapéuticos, un 59% corresponde a trastornos del sistema nervioso, y es que un menor conviviente en una familia en pobreza o pobreza severa cuadruplica las posibilidades de padecer una patología de este ámbito.
¿Cuál ha sido la respuesta de las oficinas de farmacia a sus iniciativas a lo largo de esos años? ¿Y de la industria farmacéutica?
La respuesta de las farmacias a las diferentes propuestas que hemos hecho ha sido participativa, con algunas oficinas de farmacia muy activas que nos han ayudado y apoyado. Somos la única ONG de la farmacia y nos gustaría poder contar con este apoyo de una manera más activa. Por otra parte, hay que decir que los Colegios de Farmacia han sido ejemplares en este proceso de implicación activa a lo largo de los años. De la industria farmacéutica poco podemos decir, salvo de algún laboratorio, como Angelini, que ha estado al lado del banco farmacéutico desde el primer momento. La industria no reconoce, en general, la existencia de la pobreza farmacéutica, ya que el prescriptor, que es el Estado, no la reconoce. Pero estamos seguros de que con la puesta en marcha del Observatorio de la Pobreza Farmacéutica la industria tendrá que reconocer la existencia de esta pobreza, como en su día ocurrió con otros sectores.
Según el Observatorio de la Pobreza alrededor del 70% de las personas que no pueden pagar sus medicamentos tiene hijos a cargo. Los menores constituyen un grupo especialmente vulnerable, un 59% de los beneficiarios menores de edad sufre trastornos del sistema nervioso.