Medicamentos innovadores: una inversión social que genera ahorros y crecimiento económico
Más del 70% del incremento de la esperanza de vida en los últimos años se debe al uso de fármacos originales. Por otro lado, según apunta Farmaindustria, un aumento de un año en la esperanza de vida de la población supone un incremento del 4% en el PIB.
Desde un punto de vista económico, la inversión es el uso de ciertos bienes con el ánimo de obtener unos ingresos o rentas a lo largo del tiempo. El empleo de un capital en algún tipo de actividad económica o negocio, con el objetivo de incrementarlo. Consiste en renunciar a un consumo actual y cierto a cambio de obtener unos beneficios futuros y distribuidos en el tiempo.
El concepto de inversión social hace referencia a las actividades e inversiones empresariales o institucionales que buscan contribuir al fortalecimiento del entorno social, cultural y económico, y mejorar las condiciones de bienestar en su ámbito de actuación.
La inversión que el sistema sanitario público hace para poner a disposición de los pacientes los mejores tratamientos no solo ofrece resultados en salud (curación de enfermedades, mejora de calidad de vida, aumento de la esperanza de vida…) sino que, además, contribuye a la sostenibilidad del propio sistema y favorece el crecimiento de la economía del país. Visto así, resulta difícil no coincidir en que los medicamentos innovadores son una inversión rentable tanto en términos económicos como desde una perspectiva social.
Los datos son claros. Como se ha avanzado, la innovación farmacéutica es la principal responsable del incremento en la esperanza de vida. Según el estudio The impact of new drug launches on longevity: evidence from longitudinal desease-level data from 52 countries, 1982-2001, en apenas dos décadas la esperanza de vida aumentó 1,96 años, de los que el 40,3% es atribuible directamente al consumo de nuevos fármacos. Un trabajo más reciente (Pharmaceutical innovation and longevity growth in 30 developing and high-income countries, 2000-2009) desvela que, en países desarrollados, la responsabilidad directa de los medicamentos innovadores en la última década es del 73% (1,27 sobre 1,74 años de aumento de esperanza de vida).
Casos concretos
Algunos casos concretos ilustran este incremento en la esperanza de vida atribuible directamente al valor de los fármacos innovadores.
La diabetes fue durante muchas décadas una enfermedad difícil de controlar para el paciente y que suponía la muerte precoz de muchos de ellos. En la actualidad, las terapias disponibles permiten al enfermo controlar con sencillez su condición y han reducido la mortalidad hasta un 30%. Incluso han limitado la probabilidad de sufrir comorbilidades, como la ceguera o el pie diabético. Con respecto al futuro, se investiga para lograr una cura con el tratamiento mediante terapia celular.
La mortalidad de pacientes con insuficiencia cardíaca se ha reducido en más de un 60% en los últimos 30 años gracias a los nuevos medicamentos.
El pronóstico de un paciente con hepatitis C hace una década incluía cirrosis, cáncer de hígado y la necesidad de un trasplante. El descubrimiento y aplicación de los agentes antivirales directos (AAD) permite ya la curación de más del 95% de los enfermos y se lucha incluso por la erradicación de la enfermedad.
El diagnóstico del VIH en 1990 para un enfermo infectado era prácticamente una sentencia de muerte. Gracias al desarrollo de los primeros antirretrovirales y, más recientemente, de las terapias combinadas, la esperanza de vida actual de un paciente seropositivo es similar a la de un seronegativo.
En cáncer de mama, la supervivencia a cinco años del diagnóstico era de alrededor del 50% hace apenas 40 años. En la actualidad, con más de 27.000 diagnósticos al año en España, las pacientes tienen tasas de supervivencia superiores al 90% en el mismo periodo.
El virus del papiloma humano es causante del 90% de los diagnósticos de cáncer de cuello de útero. La vacunación de niñas contra este virus permite prevenir el 70% de este tipo de tumores.
Los pacientes pediátricos que sufrían leucemia linfoblástica aguda tenían una tasa de supervivencia a 10 años del diagnóstico de apenas el 10%. En la actualidad, gracias a los avances en medicamentos oncológicos, la supervivencia es del 90%. E incluso se atisba una cura completa con el uso de terapias génicas y celulares como las CAR-T.
La tasa de supervivencia a cinco años de los pacientes con leucemia mieloide crónica era del 20% en 1975. La innovación en los tratamientos de esta enfermedad ha permitido incrementar ese porcentaje hasta más del 90% en la actualidad.
Generación de eficiencias
Junto a la evidencia de la aportación en términos de salud que genera el uso de medicamentos innovadores, hay mucha información sobre el efecto que tienen los fármacos en la generación de eficiencias para el funcionamiento de los sistemas sanitarios y el impacto positivo sobre la sostenibilidad.
El gran ejemplo de esta aportación son las vacunas. Las campañas europeas de vacunación antigripal suponen un ahorro de alrededor de 150 millones de euros por temporada en costes sanitarios y evitan más de 1,6 millones de casos de gripe, unas 700.000 visitas médicas y más de 45.000 hospitalizaciones.
También se nota este efecto en la enfermedad cardiovascular (ECV). La introducción de nuevos medicamentos en esta área en la OCDE en 2004 redujo el gasto sanitario per cápita en un 23%, incluida una reducción del 40% en el coste de hospitalización per cápita.
En la lucha contra el VIH, la introducción de los tratamientos antirretrovirales de gran actividad en 1997 supuso una reducción de los costes sanitarios mensuales del 16%. Mientras, la adherencia a la medicación de pacientes con diabetes tipo 2 reduce las hospitalizaciones en un 70%.
Además de los ahorros de costes sanitarios que genera, también está demostrado que la innovación farmacéutica contribuye a que la sociedad sea más saludable y, por tanto, productiva. Se estima que un año adicional de esperanza de vida de la población supone un aumento potencial del 4% del Producto Interior Bruto (PIB).
Gracias a las terapias innovadoras en oncología, por ejemplo, el porcentaje total de pacientes que vuelve a trabajar tras serles diagnosticado un cáncer ha aumentado hasta más del 75%. En Francia, un estudio de 2010 refleja que el 82,1% de las mujeres trabajadoras a las que se les detectó cáncer de mama volvieron a su empleo tras una baja médica media de 10,8 meses.
En el ámbito de la artritis, el tratamiento con anti TNF, en combinación con terapias convencionales, ha mejorado la productividad de los pacientes de esta enfermedad reumática muy invalidante. Entre 2000 y 2012, los periodos de baja laboral se redujeron un 51%, de 21 días por paciente a solo 10, y los afectados pudieron continuar trabajando durante más tiempo (el retiro definitivo debido a la enfermedad se redujo un 28%).
El enfoque del gasto en medicamentos como inversión y, a la luz de ello, la comprobación de sus notables efectos positivos no solo sobre la salud sino también sobre la sostenibilidad de los sistemas sanitarios en particular y sobre la economía en general debe servir para orientar la toma de decisiones en el ámbito de la política sanitaria en el futuro inmediato.
Los más recientes avances en nuevas terapias farmacológicas, y los que se avecinan, están provocando cambios radicales en el tratamiento de algunas enfermedades que, hasta ahora, no disponían de alternativas terapéuticas válidas. Es lo que se define como medicina personalizada o de precisión, un ámbito en el que se incluyen las terapias celulares, las génicas, las combinadas e incluso las inmunoterapias. Por su especificidad, gran parte de esta innovación estará destinada a grupos reducidos de pacientes, lo que requiere un mayor gasto en I+D per capita y, por ende, requiere de una mayor inversión.
Sin embargo, ni siquiera la irrupción de este nuevo grupo de fármacos y tratamientos debería ser una amenaza para la viabilidad económica de los sistemas sanitarios. La dinámica del precio de los medicamentos, tanto por su regulación administrativa como por la competencia, permite que la incorporación de la innovación sea sostenible en el tiempo.
Muchos de los medicamentos innovadores de la última década perderán la patente próximamente y entrarán en competencia genérica, con la reducción progresiva del precio que ese hecho supone. Además, el hecho de que las terapias avanzadas vayan dirigidas a grupos reducidos de pacientes también tiene un enfoque positivo, puesto que el acceso de éstos a los nuevos fármacos requiere de una inversión limitada.
El objetivo compartido de todos los agentes del sector sociosanitario (reguladores, administraciones públicas, profesionales sanitarios, pacientes e industria farmacéutica) debe ser, y es posible lograrlo, la consolidación de un sistema de inversión social en salud que, como se ha visto, no solo ofrece años y calidad de vida, sino que genera ahorros en otros capítulos del gasto sanitario y, además, favorece la productividad y la generación de riqueza.