Derribando mitos sobre la energía nuclear
Alfredo García Fernández, más conocido en redes como @OperadorNuclear, presenta la obra La energía nuclear salvará el mundo, en la que el autor va derribando mitos sobre la energía nuclear. Alfredo García es divulgador de ciencia y tecnología nuclear, y un activo defensor del papel de esta energía como herramienta de mitigación del calentamiento global.
La energía nuclear salvará el mundo es un paseo por la ciencia, donde la ingeniería, la física y la química se mezclan para brindarnos un libro didáctico y entretenido. En él, el autor defiende una idea clara: la energía nuclear es una herramienta necesaria para cubrir parte de las necesidades energéticas para el progreso de nuestra civilización, colaborando con las energías renovables para descarbonizar así nuestra economía, dominada por el consumo de combustibles fósiles.
El principal objetivo del autor es la divulgación, que el gran público conozca la energía nuclear, y deje a un lado los mitos infundados que la rodean. Con este libro pretende, según sus propias palabras, «disipar miedos innecesarios, evitar manipulaciones intencionadas, sea cual sea su índole y, sobre todo, ayudar a concienciar a la población de la necesidad de la energía nuclear, junto a las renovables, para mitigar el calentamiento global causante del cambio climático que vivimos».
Accidentes
Es habitual que los tres mayores accidentes de la industria nuclear mundial sean citados por los detractores de esta tecnología para justificar el cierre de todas las centrales nucleares, independientemente del tipo de tecnología empleada, de su ubicación o de cualquier otra consideración.
A menudo, el grave accidente nuclear de Chernóbil y sus consecuencias suelen utilizarse como argumentos contra el uso de la energía nuclear. Aunque suele faltar mucha información sobre la realidad y el contexto de lo que pasó el 26 de abril de 1986. En 2019 se emitió la miniserie Chernobyl en la plataforma de televisión HBO, con un notable éxito de audiencia y de crítica. La serie consta de cinco capítulos en los que se dramatiza el accidente de la central nuclear de Chernóbil en la República Socialista Soviética de Ucrania, perteneciente a la actualmente desaparecida Unión Soviética. El propio creador de la serie, Craig Mazin, declaró tras el estreno que «la lección de Chernobyl no es que la energía nuclear moderna sea peligrosa. La lección es que la mentira, la arrogancia y la supresión de la crítica son peligrosas».
El accidente de Chernóbil ayudó a mejorar el diseño de las centrales, supuso la mejora de los planes de emergencia, la creación de procedimientos de operación orientados a síntomas y mejores controles radiológicos. Sin embargo, la mayor consecuencia de Chernóbil para la industria nuclear fue la creación de WANO (World Association of Nuclear Operators), organización que engloba a todas las compañías propietarias de centrales nucleares, con el objetivo de compartir experiencia operativa y establecer los estándares para maximizar la seguridad. Pocas otras industrias resultan tan transparentes, nos recuerda Alfredo García.
El accidente de Three Mile Island, el 28 de marzo de 1979 se produjo en el reactor número 2 de esta central nuclear una secuencia de eventos que acabó, en resumidas cuentas, con la fusión parcial del núcleo del reactor (y que, como sabemos, afortunadamente todo se mantuvo dentro del edificio de contención). El accidente de Three Mile Island tuvo un gran impacto sobre la industria nuclear, mucho mayor que el de Chernóbil: supuso la creación de INPO (Institute of Nuclear Power Operations) con el objetivo de promover los más altos estándares de seguridad nuclear y la compartición de experiencia operativa, el desarrollo e implementación de los Procedimientos de Operación de Emergencia (POE) y la creación de las Guías de Gestión de Accidentes Severos (GGAS). También llevó a la mejora en la instrumentación del nivel de la vasija de los reactores y a la creación de la instrumentación post accidente capaz de soportar condiciones adversas en el edificio. Pero al no ser éste un accidente tan mediáticamente conocido, muy pocos lo conocen.
El 11 de marzo de 2011 un terremoto de magnitud 9 Mw y un posterior tsunami afectó a los tres reactores en funcionamiento de la central nuclear Fukushima en Daiichi, Japón. Estos reactores pararon automáticamente, como estaba previsto por diseño. La red eléctrica nipona se encontraba dañada por el seísmo, así que los generadores diésel de emergencia arrancaron de manera automática, pero posteriormente se inundaron por el tsunami y dejaron de funcionar. La situación fue una secuencia de fallos tecnológicos debidos a la pérdida de alimentación eléctrica que acabó con la fusión de los núcleos de los tres reactores activos y el sobrecalentamiento de las piscinas de combustible por la pérdida de refrigeración y de inventario de agua, la evacuación de la población, el daño económico y medioambiental, y el desmantelamiento, que durará décadas.
Según la escala INES (International Nuclear Event Scale), asignando un nivel de gravedad desde 0 a 7. Los tres primeros niveles, del 1 al 3, corresponden a incidentes, y desde el 4 hasta el 7 son accidentes. Como referencia, el incendio producido en Vandellós I (España, 1989) fue clasificado como INES 3 (incidente importante, sin emisión de material radiactivo), mientras que Chernóbil y Fukushima fueron INES 7 (accidentes graves).
La energía nuclear contra el cambio climático
Como bien sabemos, las energías renovables aprovechan los inagotables recursos naturales como el sol, el viento o el agua, y son imprescindibles para luchar contra el calentamiento global gracias a sus bajas emisiones. «Defender el imprescindible papel de la energía nuclear no significa menospreciar la necesidad de seguir avanzando en las energías renovables, pero no podemos olvidar sus carencias. Estas energías no están exentas de residuos durante su fabricación y desmantelamiento, y es importante recordar algo evidente: no siempre tenemos sol, el viento no siempre es suficiente ni adecuado, el agua escasea en algunos meses, y además no tenemos ni tendremos en décadas capacidad de almacenamiento para esos días en los que las renovables, simplemente, se ausentan», explica Alfredo García.
En los últimos compases de la obra el autor nos invita a que abandonemos miedos infundados y posicionamientos ideológicos caducos con respecto a la energía nuclear.