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Los dispositivos de sensorización y control tienen una gran capacidad de monitorización y control de los sistemas, procesos e instalaciones industriales

Eficiencia energética, competitividad, tecnología y smart meters

Jesús E. Gabaldón, doctor en Ciencias Físicas. Dynamical Systems jgab@dsyst.net08/10/2012
La tecnología es uno de los factores que más contribuye a una gestión de recursos eficiente y a una reducción de costes de mantenimiento de equipamientos en edificios e instalaciones deportivas. Un aspecto positivo es que en muchos casos esta tecnología no es ni cara ni muy compleja. En este sentido el artículo nos habla de los dispositivos de sensorización y control, que disponen de varias ventajas, entre ellas una gran capacidad de monitorización y control de los sistemas, procesos e instalaciones industriales, a todos los niveles.

Desde la década de los ochenta algunos países europeos han ido desarrollando sus propias políticas de apoyo al uso de energías renovables como fuente alternativa a la utilización de combustibles fósiles, y al mismo tiempo como medida para la lucha contra el calentamiento global. Sin embargo, no ha sido hasta los noventa y especialmente a partir de la primera década del siglo XXI, más concretamente a partir de la entrada en vigor del euro, que la Unión Europea ha sido capaz de desarrollar y promulgar algo más que meras recomendaciones. Desde entonces, se han sucedido varias directivas de obligado cumplimiento al respecto. La última directiva de 2006/32/CE sobre eficiencia en el uso final de la energía y servicios energéticos incluía la obligatoriedad de presentar un segundo Plan de Acción de eficiencia energética a los estados miembros antes del 30 de junio del pasado año. En España, dicho plan se conoce como 'Plan de Acción de Ahorro y Eficiencia Energética 2011-2020' cuya finalidad fundamental es alcanzar el objetivo común comunitario conocido como '20-20-20': reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en un 20%, reducir el consumo primario de energía en un 20% a través de la implantación de nuevas medidas de eficiencia energética, y por último alcanzar una contribución mínima del 20% de energías renovables en el consumo energético total antes del 2020.

Los dispositivos de sensorización y control pueden monitorizar y controlar instalaciones deportivas
Los dispositivos de sensorización y control pueden monitorizar y controlar instalaciones deportivas.

Eficiencia energética: tecnología y gestión

El factor que en buena medida más contribuye en la actualidad a una gestión de recursos eficiente y en concreto a una mayor reducción de costes de mantenimiento de equipamientos en edificios e instalaciones deportivas es sin lugar a dudas la tecnología. No en vano son los países tecnológicamente más avanzados los que alcanzan mayores niveles de eficiencia. España no está muy bien posicionada en estos aspectos, como indican los valores de intensidad energética de los últimos años.

Un aspecto positivo es que en muchos casos la tecnología necesaria para subir los primeros niveles de eficiencia que necesitamos alcanzar no es ni cara ni extraordinariamente compleja. No se trata pues de realizar grandes inversiones sino aplicar lo que ya está en el mercado desde hace algunos años. Los dispositivos de los que estamos hablando son los sensores inteligentes, cuyo coste puede ser inferior a los 50 euros, y los precios del hardware siguen bajando todavía –es imprescindible contar con el personal cualificado y con la formación necesaria para poder configurarlos adecuadamente. Las exigencias provienen pues de la propia capacitación personal más que de su coste directo–.

Uno de los principales retos es maximizar los recursos energéticos, y la tecnología es nuestra gran aliada
Uno de los principales retos es maximizar los recursos energéticos, y la tecnología es nuestra gran aliada.

Desde el punto de vista tecnológico los dispositivos de sensorización y control están experimentando una rápida y progresiva evolución. Hasta hace unos años los sensores, pongamos por ejemplo, de temperatura, humedad, etc., consistían meramente en un sensor específico conectado a un registrador constituido de con un elevado número de componentes electrónicos, siendo cada uno de ellos capaz de realizar únicamente la función para la cual había sido diseñado. Actualmente esto ya no es así. Desde hace años estos dispositivos se construyen de manera mucho más integrada y en la actualidad son prácticamente pequeños ordenadores, cada uno de ellos capaz de leer un gran número de sensores diferentes y realizar acciones. Esta increíble versatilidad conlleva al mismo tiempo e inevitablemente a una cada vez más elevada ‘softwarización’ de los dispositivos. El dispositivo físico en sí llega a nuestras manos con un inmenso potencial pero sin apenas configuración, por lo que es necesario adaptarlos específicamente a nuestras necesidades, es decir, configurarlos mediante la introducción de software que lo transforme en la herramienta de precisión que necesitamos.

Las principales características de estos dispositivos son varias. En primer lugar, incluso los más simples cuentan con una capacidad de cálculo equivalente o superior a los primeros ordenadores personales. Son por lo tanto no solo capaces de promediar, filtrar lecturas y autorecalibrarse, sino que son también capaces de realizar complejas series de cálculos con los datos, detectar patrones, etc. En segundo lugar disponen de una elevada capacidad de control pudiendo realizar acciones relativamente complicadas en función de los mismos. Sin embargo, la característica que resulta quizás más revolucionaria es su elevada capacidad e interconexión. La mayoría de ellos puede comunicarse con otros sensores, tomar decisiones de manera conjunta y transmitir los datos a la central de manera autónoma o incluso a través de otros sensores. Además, pueden hacerlo utilizando protocolos de comunicación actuales y estándar, ya sea por cable (Ethernet) o mediante tecnología inalámbrica (bluetooth, Wi-Fi, GPRs, inclusive 3G). Al mismo tiempo, estos protocolos y sus propias características de diseño les permiten una comunicación bidireccional de manera que transmiten datos y los reconfiguran de forma remota sin necesidad de que un técnico se desplace hasta las instalaciones. El coste de estos dispositivos sigue siendo relativamente bajo (un módem 3G puede costar menos de 40 euros por poner un ejemplo, y su precio seguirá disminuyendo algo más todavía). Todas estas características, entre otras, los convierten en dispositivos extraordinariamente potentes que tenemos a nuestra disposición para realizar funciones que hasta no hace mucho resultaban caras e inseguras.

Competitividad, ahorro y seguridad

La utilización de este tipo de dispositivos ofrece entre otras ventajas una extraordinaria capacidad de monitorización y control de los sistemas, procesos e instalaciones industriales, a todos los niveles. Uno de los principales retos en la actualidad es maximizar la eficiencia en el uso de recursos, en especial los energéticos, porque su precio va a seguir incrementándose hasta el extremo de condicionar o limitar la producción y su funcionamiento. Y el criterio que va a determinar la capacidad de supervivencia tanto de empresas como de instalaciones deportivas es su propia sostenibilidad. Así, los menos competitivos tenderán progresivamente a desaparecer y las instalaciones deportivas más ineficientes van a tener que clausurarse al convertirse en insostenibles por su elevado coste de mantenimiento y las exigencias en materia de seguridad activa y pasiva.

Sin embargo, no hay motivo para tirar la toalla ni alarmarse en exceso. La tecnología es una creación humana destinada a ayudarnos y hacernos la vida más fácil, pero hay que saber utilizarla y sacarle el máximo partido. Todo ello para evitar que la actual crisis económica acabe cronificándose y convirtiéndose en una crisis de competitividad.

(*) Este índice macroeconómico se utiliza habitualmente para evaluar la eficiencia energética de un país. Se expresa como la relación entre consumo energético y actividad económica, y se calcula como el cociente entre el consumo de energía y el producto interior bruto (PIB). Viene a ser como una medida del rendimiento económico que se extrae por unidad de energía. Se trata pues de un índice económico de eficiencia energética pero en sentido inverso. Por lo tanto, una reducción de la intensidad energética indica un mayor rendimiento económico y competitividad.

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