¿El parte meteorológico regional o una estación privada?
¿Habrá viento? ¿Estará lloviendo? ¿Habrá helado? ¿Qué agricultor no se ha hecho nunca una de estas preguntas? La respuesta es bien sencilla, ninguno. El clima siempre ha sido un factor clave del éxito, o fracaso, de un cultivo. Se trata de un parámetro contra el cual muchas veces no se puede luchar, sin embargo, su registro y predicción pueden resultar ser los mejores aliados para una adaptación eficaz.
¿Clima, macroclima, mesoclima o microclima?
Bastan cinco minutos hablando con un agricultor para que se mencione la palabra microclima, una palabra muy utilizada a pie de finca. Sin embargo, para poder conocer su significado real, hay que empezar por definir qué es el clima y sus diferencias y límites respecto al macro, meso y microclima.
Cuando hablamos de clima, nos referimos al término genérico que se utiliza para hablar del resultado a largo plazo (varias decenas de años) de las condiciones meteorológicas en diferentes zonas del planeta que puede verse afectado por múltiples variables. Los valores medios registrados permitirán clasificar climáticamente cada zona; continental, mediterráneo, tropical, etc. El macroclima se define como el resultado condicionado por variaciones anuales de temperatura y pluviometría en un mismo cinturón latitudinal, es decir, abarcamos zonas grandes de varios centenares de kilómetros. Sin embargo, cuando nos queremos referir a las condiciones climáticas de una zona más pequeña, como pueden ser unas colinas, unas parcelas o conjunto de éstas, el término más exacto sería el de mesoclima o microclima. El primero hace referencia a una parcela o conjunto de éstas, y el término de microclima se emplea para segmentar zonas dentro de una misma parcela.
Desde hace varios años, los avances tecnológicos han permitido poner a disposición de los agricultores una amplia variedad de sensores y estaciones para uso privado cuyos precios varían principalmente en función del número de sensores disponibles, la alimentación energética y la transmisión de datos. La democratización de su uso permite avanzar hacia una gestión a nivel parcelario que repercute de forma directa en la cantidad de insumos utilizados y la eficacia de cada intervención. Esto sería más complicado si nos tuvieramos que basar únicamente en la redes de estaciones regionales ya que, aunque abarcan zonas muy extensas, no permiten reflejar la realidad climática de una finca con precisión.
Sin embargo, a la hora de equiparse, hay que tener en cuenta varias cosas como el presupuesto disponible pero también la capacidad logística y humana para analizar y aplicar los resultados de dichos datos. En efecto, los datos climáticos cogen valor con el tiempo ya que permiten registrar tendencias, pero también nos dan información muy valiosa en tiempo real sobre niveles de riesgo de plagas y enfermedades o estrés hídrico, pero el agricultor tiene que tener suficiente capacidad de reacción para poder sacarle provecho.
La meteorología de precisión se ha convertido en el primer eslabón de digitalización del sector agrícola ya que permite múltiples beneficios respecto a la poca inversión inicial permitiendo así un retorno a la inversión rápido.