"El agua es el ejemplo más visible y evidente de ciclo de aprovechamiento de un recurso natural"
Orientados hacia la Economía Circular: retos de la gestión del agua urbana
Fernando Morcillo Bernaldo de Quirós, presidente de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS)
16/01/2019Para esta edición, el Consejo de Dirección de AEAS decidió que el eje referencial, también a efectos divulgativos, sería el relativo al ‘Agua y la Economía Circular’. Se trata de poner de relevancia que, como sociedad, debemos consumir los mínimos recursos naturales posibles, aprovechando al máximo los productos ya fabricados o procesados, reutilizándolos o reciclándolos una vez han cumplido su vida útil. Conseguir, en definitiva, que las materias primas provengan, en mayor medida, de los propios desechos de la naturaleza, revolucionando el actual y avejentado modelo que está consumiendo mucha materia prima natural, fósil, o no renovable, y generando infinidad de residuos que afectan negativamente al medioambiente y que, a largo plazo, hará insostenible la vida humana en el planeta.
Los técnicos y expertos en el cuidado y uso del agua estamos muy familiarizados con el concepto de Economía Circular, probablemente porque el agua es el ejemplo más visible y evidente de ciclo de aprovechamiento de un recurso natural, y tenemos una importante experiencia y tradición en su consideración.
A partir de la formulación de la Estrategia Europea de Economía Circular, podemos simplificar nuestras actuaciones en tres grandes capítulos:
- Energía. Producción y aprovechamiento, incluso marginal.
- Subproductos de la depuración y el tratamiento. Valorización.
- Reutilización del propio agua.
Desde las primeras civilizaciones que nos dejaron referencias, el ser humano conoce que el agua es un elemento motriz y puede producir energía mecánica. Sin embargo, no es hasta el siglo XIX cuando comenzamos a aprovechar industrialmente la energía potencial del agua -ubicación de importantes volúmenes de agua en altitud relativa- para obtener energía eléctrica, que por razón de origen denominamos hidroeléctrica.
En muchos de los servicios urbanos disponemos de volúmenes de agua en cotas altas pero la posible producción energética está condicionada, siempre e inevitablemente, al objetivo prioritario de servir agua a las ciudades según su demanda. Obviamente, se dispone de oportunidades para aprovechar los pequeños saltos hidráulicos o las sobrepresiones derivadas de la topografía del terreno y la estructura o topología de las redes existentes. Para ello, ha sido necesario el desarrollo tecnológico de las denominadas 'mini', 'micro' y 'pico' turbinas hidroeléctricas. Como ejemplo práctico, y aunque sólo tenga un valor puramente pedagógico para ilustrar el concepto de economía circular, hoy no es raro encontrar en alguna que otra ciudad, puntos públicos de alimentación eléctrica para pequeños dispositivos electrónicos (teléfonos, tabletas, etc.) cuya fuente energética es la presión o el flujo de agua, que actúa sobre una pico-turbina que genera la potencia y el voltaje que demandan dichos equipos de uso personal. Otro ejemplo muy interesante, aunque poco conocido, es el del aprovechamiento de la energía hidráulica de los caudales ecológicos, que deben ser aportados, por obligación legal, con continuidad para asegurar el mantenimiento de las condiciones naturales de las masas de agua y cauces hidrológicos.
De mucha mayor relevancia cuantitativa es la producción eléctrica consecuencia del aprovechamiento del biogás, producido con la digestión anaerobia de la materia orgánica (contenida en nuestras excretas naturales) que vertemos con las aguas residuales y que se produce en las grandes instalaciones de depuración (tecnología usada en poblaciones superiores a 50.000 habitantes). El proceso de ‘digestión anaerobia’, similar a otras fermentaciones biológicas que se basan en procesos de la naturaleza y cuya operación requiere mucha cualificación tecnológica, es muy poco conocido por la ciudadanía, pero tiene la virtud de transformar biológicamente un residuo orgánico en un gas con gran contenido en metano y, por tanto, en combustible capaz de producir electricidad. Se trata de un combustible renovable, ya que se basa en la producción de residuos orgánicos que nuestro cuerpo desecha de la síntesis de los alimentos.
Actualmente, las depuradoras españolas de aguas residuales dotadas con digestión anaerobia están produciendo 138 millones de Nm3 de biogás al año, lo que es el equivalente al 4% de la media del consumo de gas que utilizan los ciudadanos así atendidos.
Los servicios de agua urbana son generadores de energía verde y renovable. En total, generan 456 GWh/año: el equivalente al consumo de los hogares de una ciudad de 150.000 habitantes.
Además, dado el amplio despliegue territorial de infraestructuras, edificaciones y láminas de agua disponibles asociadas a los servicios de agua urbana, tenemos una importante potencialidad de producción de renovables convencionales (solar, eólica), que esperemos puedan movilizarse cuando se eliminen las trabas burocráticas y fiscales que, hasta hace poco (reciente derogación de la llamada Ley del impuesto al sol), hacían inviables estos desarrollos.
Respecto a la valorización de subproductos, podemos resumir que los materiales que se obtienen en mayor magnitud son los Biosólidos. Con esta denominación clasificamos a los fangos o lodos estabilizados (procedentes de la depuración de las aguas residuales) que cumplen las condiciones legales exigidas para el uso agrícola o forestal, dadas sus características fertilizantes o su potencial de enmienda orgánica o acondicionador del suelo. Dichos fangos provienen de la depuración de las aguas fecales o residuales y son ricos en contenido de materia orgánica y nutriente. Para su aprovechamiento deben estar libres de otro tipo de contaminantes, tales como los metales pesados o microorganismos patógenos.
Según nuestros datos sectoriales, en la actualidad estamos produciendo algo más de 700.000 toneladas (medidas como materia seca) al año. Esto realmente supone que disponemos de cinco veces más de material aplicable (fango real o bruto) en la agricultura, dado que los fangos tienen sólo alrededor de un 20% de materia seca en su composición.
La innovación tecnológica está permitiendo consolidar tecnologías para la extracción de Fósforo (elemento escaso en la naturaleza), a través de la formación de sales como la estruvita.
Además, se identifican oportunidades de realizar acciones de 'minería de residuos urbanos' para obtener productos y materiales que hoy se desechan a vertedero.
Una pequeña parte de estos fangos se incinera (10%) y las cenizas resultantes se utilizan como material de construcción o sirven, por ejemplo, como base para la fabricación del clinker del cemento.
Más conocidas por el ciudadano, e incluso el experto, son las actuaciones en reutilización del agua. El empleo de aguas usadas requiere de un sofisticado proceso de ‘regeneración’ de las aguas residuales, una vez que éstas han sido previamente depuradas. La regeneración es fundamental para que la calidad de esos flujos alcance las condiciones exigidas, sanitaria y ambientalmente, para su empleo en agricultura, jardinería, espacios de ocio o el baldeo de calles. Aprovechar el agua regenerada como recurso sustitutivo del agua natural para usos menos nobles que el potable o evitar su vertido al mar en las zonas costeras, utilizándolo en usos agrícolas o industriales, es muy eficiente para la sociedad y el medioambiente, particularmente en la España seca.
Debemos recordar que, gracias a las empresas privadas especializadas, somos un país líder a nivel mundial en esta disciplina tecnológica y disponemos de una exigente legislación al respecto desde hace 11 años, lo que nos permite la reutilización directa de 268 Hm3/año, aproximadamente un 7% del volumen total de agua residual depurada.
Actualmente, se está debatiendo en el Parlamento Europeo una reglamentación al respecto sobre las aguas reutilizadas para el riego agrícola, en cuya discusión técnica AEAS ha estado muy presente. Esta reglamentación busca normalizar las exigencias de autorizaciones y calidades, de manera que se fomente el empleo de estos caudales y se garanticen los cumplimientos, de forma preventiva, de los aspectos sanitarios y ambientales que la ciudadanía europea exige o demanda.
Respecto al tema de la Economía Circular, los profesionales del sector del agua urbana vislumbramos con ilusión los retos y oportunidades que esta apuesta europea nos ofrecerá en el futuro inmediato, pero hoy podemos aseverar que el sector de los servicios de agua urbana está contribuyendo, decididamente, a la orientación que establece la Economía Circular.
Sin embargo, tenemos nuestra preocupación centrada en otros retos que quizá no son tan técnicos, pero que tienen una gran importancia y que se incluyen en el concepto de gobernanza.
La percepción de la ciudadanía, a través de las encuestas locales o comparativas con otros servicios, es de reconocimiento de unos buenos servicios, fiables, seguros, continuos y de calidad, con un precio asequible. Incluso, y gracias al esfuerzo realizado durante los últimos 30 años, aquellos sectores de la ciudadanía más preocupados por el medio ambiente, sobre todo por el acuático, han observado grandes mejoras en la calidad de nuestros ríos y costas. Pero como ciudadanos no percibimos el reto de la necesaria sostenibilidad. Debemos ser capaces de entregar a las siguientes generaciones los sistemas, infraestructuras y equipamientos en adecuado estado y funcionalidad.
Por parte del sector hemos realizado un diagnostico que venimos trasladado a nuestras autoridades e intentamos divulgarlo a la ciudadanía, y que se resume en tres cuestiones básicas:
- Inversión potente y sostenida, no sólo para cumplir el déficit que existe actualmente en depuración de aguas residuales, sino para ir renovando, con la máxima eficiencia y rigor, el gran patrimonio de infraestructuras en las que soportamos los servicios públicos del ciclo urbano del agua. En ese sentido, las colaboraciones público privadas podrían jugar un papel relevante.
- Cumplimiento de la DMA en lo que respecta a la ‘cobertura de costes’ de los servicios.
- Para disponer del soporte normativo, la eficacia y la necesaria independencia técnica que requerirá la formulación de los programas enfocados a resolver las dos demandas anteriormente citadas, aconsejamos, en correspondencia con la experiencia de otros países, el establecimiento de un ‘regulador’ general. Su objetivo debe ser el de armonizar los niveles de prestación de los servicios, las estructuras tarifarias, la transparencia, la involucración y participación de la ciudadanía, buscando siempre la eficiencia en el desempeño de estos servicios públicos. Este instrumento podría utilizar procedimientos de benchmarking, o comparación entre indicadores y grados de cumplimiento de hitos y metas, como acicate para favorecer la saludable competencia y optimizar el desempeño de los servicios de agua urbana. Además, contribuirá a la seguridad jurídica de los actores involucrados.
Adicionalmente, sería ideal que estas tres demandas genéricas se englobaran en un pacto político, tantas veces demandado por el sector, y que ahora el Ministerio para la Transición Ecológica parece que quiere ir armando con el Plan DSEAR y el Libro Verde de la Gobernanza del Agua, y en donde no deberíamos olvidarnos del imprescindible impulso a la innovación y al desarrollo tecnológico (para mantener y potenciar nuestro liderazgo mundial), que debe favorecerse mediante otros instrumentos más transversales de política industrial, formación y empleo.
Especialmente en nuestro país, sin que el ciudadano entienda, asuma, se conciencie sobre la importancia del agua y colabore decididamente para asegurar la sostenibilidad de los complejos sistemas urbanos, siempre mantendremos un riesgo y una precariedad no conforme con el desarrollo social y económico. Es preciso que nuestras autoridades y líderes políticos sitúen las políticas de agua en el lugar prioritario que le corresponde, como bien escaso, básico y vital que es.