The Chaos Manager
Juan Díaz Cano, presidente de la Real Liga Naval Española
02/09/2024Ocurre en el transcurso de Pulp Fiction, la película de Tarantino que lo convirtió definitivamente en un director de culto. La escena se inicia con dos gánsteres en el interior de un coche a los que acompaña, evidentemente contra su voluntad, un pobre desgraciado camello al que le acaban volando la cabeza como consecuencia de un inesperado bache que el automóvil no llega a absorber. Como es de imaginar, la sangre y los trozos de cerebro del desdichado camello se esparcen por todo el interior del coche dejando a los dos gánsteres en mitad de la ciudad en una complicada situación. Sin saber muy bien qué hacer se ponen en contacto con el mafioso para el que trabajan. Con medida naturalidad, éste contacta con el hombre que arregla los problemas dentro de su organización. Es el señor Lobo, personaje que Tarantino exagera en aras al mejor discurrir de la película. Para no hacer larga la historia, baste señalar que el señor Lobo se encargará de arreglar el asunto a su manera acabando el automóvil y el cuerpo del fallecido en el interior de una prensa hidráulica de un desguace de coches. Problema resuelto.
La verdad es que la originalidad no es el fuerte del director norteamericano. Su fuerte es la traslación al cine, si bien exagerada, del discurrir cotidiano de la vida. La figura del señor Lobo no es ninguna originalidad. Desde tiempo inmemorial siempre ha existido esta figura. Recuerdo que ya en mis primeros años profesionales en el mundo marítimo llegué a conocer a varios señores Lobo. Luego, con el correr del tiempo, he conocido a muchos otros. Son habitualmente el alter ego en la oscuridad del armador o del director general de la compañía. Conocen los recovecos de su organización, no figuran en ningún organigrama ni están sometidos a instrucción alguna directa que no provenga de su inmediato superior.
No comparten necesariamente, y a veces incluso desconocen, los valores que sustentan a la compañía y en su fuero interno les importa poco o nada la situación de esta o su carga reputacional. Su motivación no es otra que subsistir al caos, y solventar problemas, cuantos mayores fuesen estos, mejor.
Aunque son un intangible dentro de las organizaciones, su labor, callada y aparentemente poco brillante, es decisiva para el funcionamiento de la empresa. Para llevar a cabo su trabajo se valen de su conocimiento de las miserias y grandezas de la naturaleza humana, así como de su estudiada difusa reputación entre directivos, proveedores o terceros implicados. Su fuerza emana de la lealtad y el vínculo que le une a presidente o al CEO, lo que le evita la necesidad de grandes dotes de negociación para desenvolverse en el ejercicio de su trabajo. Estoy convencido, no sé muy bien por qué, de que no suelen ser gente feliz y que el desencanto forma parte de su coraza profesional.
La figura del solucionador de problemas no es exclusiva del mundo empresarial. Los encontramos también en el mundo de la política (los famosos fontaneros), del ejército o del deporte. También el cine nos ha regalado claros ejemplos ('El ala oeste de la Casa Blanca', 'House of Cards', 'De aquí a la eternidad' o 'Up in the air').
El desconocimiento popular de este tipo de profesionales radica en que su trabajo no se asocia a cargo específico alguno. Creo sinceramente que se hace necesaria la creación de un cargo que venga a dignificar la labor del solucionador de problemas de toda la vida. Aprovechando esta moda global de denominar los cargos empresariales mediante siglas en inglés (CEO, CFO, CIO, COO…) en detrimento de los cargos de siempre (presidente, director general, director financiero, jefe de personal…), desde esta modesta tribuna propongo a tal efecto la denominación de Chaos Manager (CM) porque denominarle simplemente Señor Lobo no sonaría muy 'cool'.