Miedo
Por: Juan Díaz Cano, presidente de la Real Liga Naval Española
De las tres emociones negativas básicas (miedo, ira y depresión) el miedo es la única diseñada para la supervivencia. Funciona en automático, es decir, de modo involuntario. Las reacciones ante el miedo son dos: la paralización o la huida. Tanto una como otra han venido siendo erróneamente vinculadas a la cobardía. Nada más lejos de la realidad. Ambas son reacciones involuntarias que el ser humano adopta ante un peligro o una amenaza. Son numerosos los casos de la Historia en los que el miedo ha paralizado (mariscal Grouchy) o ha incitado a la huida (la noche triste de Cortés).
Imagino que se estarán preguntando a qué viene esta disquisición. Aunque pueda parecer extraño, viene a cuento del Blue Star, quimiquero encallado recientemente en la costa de Ares que nos ha devuelto a la triste realidad de tener que aceptar que el armador del buque haya tenido que recurrir a una sociedad de salvamento privada holandesa (Smit Salvage) para desencallar el buque. ¿Qué explica que esto haya sido así? La respuesta es sencilla: simplemente el miedo.
Un miedo que se introdujo en el funcionariado marítimo español con motivo del caso Prestige. Con independencia de cualquier otro tipo de consideración, a nadie escapó el abandono al que se vio sometido el entonces Director General de Marina Mercante por parte de los responsables políticos de aquel momento. Un abandono que le obligaría a pagar de su propio bolsillo su defensa ante los tribunales y a vivir una posterior persecución laboral impropia de un alto funcionario público. Esta realidad caló en los distintos niveles del funcionariado marítimo español que asumió su total desconfianza frente a la clase política. Y como no podría ser de otro modo, lo hizo muy especialmente entre los sufridos funcionarios públicos encargados del salvamento marítimo.
Los dos primeros intentos fallidos de salvamento del Blue Star corrieron a cargo de la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima. Entrar en si la causa de este fracaso fue la escasez de medios o las adversas condiciones de la mar carece de sentido a estas alturas. Lo evidente es que el miedo a un tercer fracaso paralizó a los responsables del organismo público. Una de las características del miedo es que se transmite, algo que el armador del buque quimiquero percibió con claridad. Ante esta situación optó por contratar a una reputada compañía especializada holandesa. Con ello, en Salvamento Marítimo respiraron aliviados. Las posibles responsabilidades pasaban a terceros.
A la opinión pública le quedará siempre la duda de saber si la Administración marítima española hubiera sido capaz de desencallar el buque. Quiero creer que sí lo hubiera podido realizar, porque en caso contrario de poco sirve un modelo de salvamento marítimo que agrupa a más de 1.600 personas, dispone de 20 centros, 87 unidades marítimas y aéreas, 6 bases estratégicas de salvamento, un centro de formación y un presupuesto anual de 215 millones de euros. De cualquier modo, no estaría de más darle una pensada a una renovación del actual modelo de salvamento marítimo. Armadores extranjeros y ciudadanía española lo agradecerían. Una ciudadanía que bastante tiene con aguantar las perturbaciones mentales de una niña que recorre medio mundo diciendo que le han robado la infancia.