El teletrabajo en España. Antes, durante y después de la pandemia
Los dos últimos años han cambiado el mundo tal y como lo conocíamos. Las restricciones consecuencia de la pandemia aceleraron una serie de cambios sociales que hasta hace poco parecían imposibles. Uno de ellos es el teletrabajo. Si bien los avances tecnológicos ya lo permitían hace tiempo, no fue hasta 2020 cuando, a fin de no parar la actividad económica durante el confinamiento, comenzó a extenderse entre las empresas, administraciones públicas e instituciones.
Dos años después, esta modalidad de trabajo se ha asentado, especialmente entre la población trabajadora, que lo defiende como una forma más de conciliar la vida laboral y personal. Lo que en un principio se expandió como algo circunstancial, temporal, se ha convertido en una demanda cada vez mayor. Además, ha resultado ser una oportunidad para las empresas para captar y retener el talento.
España era el país menos preparado para teletrabajar, pero es donde más creció esta modalidad. En marzo de 2020, el país no estaba preparado para afrontar el trabajo a distancia. Tres de cada cuatro personas en España encuestadas por Eurofound en primavera de 2020 afirmaban no haber trabajado anteriormente desde casa. Este 74,5% era el porcentaje más elevado entre los 27 estados miembros de la Unión Europea, por encima de Lituania (74,1%), Irlanda (71,5%), Italia (70,6%) y Malta (70,3%).
Dos países destacan por encima del resto: Estonia y Finlandia, en los que más de la mitad de la población si había trabajado antes de la irrupción del coronavirus (60,9% y 54,7% de la población, respectivamente). En Estonia, el 20,4% de la población teletrabajaba a diario y otro 13,6% lo hacía varias veces a la semana. Finlandia, por su parte, permitía el trabajo a distancia de forma más esporádica. El 16.7% teletrabajaba varias veces al mes y un 23,5% lo hacía con menos frecuencia.
Esto no es de extrañar, debido a las políticas de digitalización de ambos países. Finlandia es la tercera economía digital más avanzada de Europa y Estonia tiene un ambicioso programa de digitalización.
Y, ¿qué pasaba en España? Que antes de la pandemia solo el 7,3% teletrabajaba a diario, un 5,3% lo hacía varias veces a la semana y un 4,6%, varias veces al mes.
Los datos españoles permiten hacerse una idea de los retos que tuvieron que afrontar las Administraciones y empresas en marzo y abril de 2020 para incorporar el teletrabajo a su actividad.
La baja penetración de esta modalidad en nuestro país supuso un obstáculo para hacer frente al confinamiento desde el punto de vista de la actividad productiva.
Durante esas semanas, las personas empleadoras se afanaron en dotar de ordenadores portátiles, conexiones seguras a Internet y herramientas de videollamadas a sus trabajadores para intentar salvar la producción de bienes y servicios.
Pese al esfuerzo de la sociedad española, a raíz de la crisis sanitaria, solo el 31,7% comenzó a trabajar desde su casa, el décimo porcentaje más bajo de la Unión Europea. Entre los que no pudieron destacan los sectores y oficios cuyos puestos no lo permitían (más allá de alguna tarea administrativa y de oficina).
Caída progresiva del teletrabajo a medida que se volvía a la normalidad
A medida que las restricciones más duras caían, también se reducía el tiempo que la población trabajaba en línea. En el caso de España, se pasó de una media de 16,7 horas semanales de teletrabajo en el verano de 2020 a 15 horas en la siguiente primavera. Otros países que también recortaron sus horas de teletrabajo en este periodo fueron Bélgica, Luxemburgo, Suecia o Alemania.
Estos datos confirman que, pese al esfuerzo de empresas, administraciones y trabajadores por adaptarse al teletrabajo en las primeras semanas de marzo de 2020, con el trascurso de los meses y el menor impacto de la pandemia, esta modalidad ha ido perdiendo fuerza en la sociedad, aproximándose más a los niveles anteriores a la emergencia sanitaria que al máximo alcanzado en la primavera de 2020.
De esta forma, en la primavera de 2021 se teletrabajaba de media 15 horas semanales en España, similar a países como Italia, Polonia o Estonia, pero lejos de Portugal y Francia, donde se aprobaron leyes de teletrabajo obligatorio en los momentos de repunte de los contagios. España aprobó la suye en verano de 2021.
Al comparar esta cifra con la jornada media semana de trabajo (entre 35 y 45 horas en la mayoría de los países), se observa que el porcentaje medio de teletrabajo en España era del 35,6% en la primavera de 2021, es decir, menos de dos días a la semana. Portugal, Francia, irlanda y el Benelux se aproximaban o superaban los dos días y medio semanales, mientras que los países del Este se situaban en torno a un día.
La educación, un sector con potencial que prefiere el modo presencial
Estos datos permiten hacerse una idea general del teletrabajo en Europa. Pero la inevitable posibilidad de teletrabajar depende en gran medida de la actividad económica en la que una persona esté empleada. Según la ‘Encuesta sobre equipamiento y uso de tecnologías de información y comunicación en los hogares 2021’ del INE, realizada entre mayo y agosto del año pasado, más de 12 millones de personas (65% de la población ocupada) disponen de un empleo que no les permite teletrabajar, ya sea por tratarse de una industria de producción de bienes materiales -como la agricultura, la industria manufacturera o la construcción- o de un sector en el que prime la atención física al público- caso de la hostelería y el comercio-.
El teletrabajo, en cambio, está muy asociado a profesionales muy dependientes del ordenador e Internet, herramientas que favorecen la realización de estas tareas fuera del establecimiento físico donde se encuentra su puesto de trabajo, ya sea el hogar, un especio de coworking o incluso una cafetería.
Por tanto, no es de extrañar que los sectores tecnológicos sean el principal abanderado del teletrabajo; el 87,9% de las personas ocupadas en los sectores tecnológicos tienen la opción de trabajar a distancia, y un 74% del total lo hizo durante la semana previa a la encuesta. Otros sectores que permiten mucho teletrabajo a sus empleados son las actividades profesionales, científicas y técnicas; las financieras y se seguros, y las inmobiliarias.
Sin embargo, tanto el sector inmobiliario como la educación destacan por el poco teletrabajo real entre sus empleados a pesar de tratarse de dos industrias que permiten ampliamente el trabajo a distancia. El sector inmobiliario es el segundo que permite más teletrabajo: el 87,2% de la población ocupada del sector puede teletrabajar. Sin embargo, solo el 37,1% lo hizo recientemente. Algo parecido ocurre en la educación: el 60,1% de sus profesionales tiene la opción de desarrollar sus obligaciones desde casa, pero solo el 20,5% de la población ocupada aprovecha esta oportunidad.
Las personas que menos días teletrabajan son las que más piden ampliar estas jornadas
Estos dos años de teletrabajo inevitable han modificado la visión que se tenía de esta modalidad laboral, sobre todo entre las personas ocupadas. Los resultados de la tercera oleada de la encuesta de Eurofound no dejan lugar a dudas respecto a la elevada preferencia que se tiene en España por el teletrabajo. El 83,7% responde que, aunque no hubiera restricciones, desearía hacerlo. Es el tercer porcentaje más elevado de la Unión Europa, solo por detrás de finlandeses y suecos. De hecho, somos el segundo país con mayor preferencia para teletrabajar a diario (23,6% de las personas encuestadas), por detrás de Dinamarca y por delante de Estonia, Italia y Polonia.
La Encuesta sobre equipamiento y uso de tecnologías de información y comunicación en los hogares 2021 del INE refrenda este mayor deseo de trabajar a distancia más días a la semana entre los propios trabajadores.
Estos porcentajes varían enormemente en función de la jornada actual de teletrabajo. Aquellas personas que teletrabajan menos días a la semana (un día y medio o menos) son las que preferirán teletrabajar más horas una vez superada la emergencia sanitaria. Es más: el porcentaje de los que desearían trabajar más días a la semana a distancia es mayoritario entre las personas que teletrabajan actualmente cuatro días o menos a la semana, lo que ejemplifica la buena acogida de esta modalidad laboral entre la población ocupada española.
Por actividades económicas, se observa que más de la mitad de las personas empleadas en la sanidad y la construcción desearían trabajar a distancia más días a la semana cuando se vuelva a la normalidad en todos los ámbitos, si bien son sectores en los que se requiere una cierta dosis de trabajo presencial y se hace necesario explorar nuevas fórmulas.
En cambio, los trabajadores de las actividades artísticas y de ocio y los del trasporte y almacenamiento prefieren no tener tanto trabajo a distancia. Mención especial merece el personal de la hostelería, el suministro de energía, los sectores tecnológicos y las actividades administrativas, pues muestran satisfacción respecto a sus condiciones actuales de teletrabajo, aunque en hostelería y suministro de energía el trabajo a distancia tiene limitaciones y son pocos los trabajadores de estos sectores que pueden disfrutar de él.
A modo de conclusión
Los dos últimos años han acelerado transformaciones sociales que se vislumbran a medio y largo plazo. Entre ellos, el trabajo a distancia; poco o nada desarrollado antes de ese momento y que hoy en día es una de las demandas más solicitadas por la población en España. Entre otros beneficios, se ha desvelado como una herramienta de conciliación de la vida laboral y familiar.
En estos dos últimos años, España ha pasado de ser el país europeo con menor implantación de teletrabajo -tres de cada cuatro adultos no habían trabajado nunca a distancia- a ser el tercero con mayor preferencia por esta modalidad a la vuelta a la normalidad. El 83,7% desearía teletrabajar de alguna manera, y el 23,6% a diario, el segundo porcentaje más elevado de la UE.
Las dos encuestas analizadas en este informe demuestran que la población española quiere teletrabajar mas a menudo, pero no siempre les es posible hacerlo, bien por la naturaleza de su trabajo o bien por otros motivos, como podría ser las políticas de quienes los contratan. Muchas de ellas están retomando la situación anterior a la pandemia.
Las demandas de las personas que trabajan y la respuesta de la compañía o instituciones de las que forman parte, ante sus peticiones, pueden ser un punto a tener en cuenta. La retención de talento, así como su captación pueden estar muy ligadas a esta circunstancia. Es un reto que previsiblemente fortalecerá a las compañías e instituciones que mejor lo gestionen.