El ‘sandbox’ revoluciona el sector financiero: más innovación, inversión y seguridad
Xavier Codó, presidente y CEO en Mitek Iberia & LATAM
17/06/2020Nos adentramos en un contexto complejo en el que hará falta tener flexibilidad y capacidad rápida de adaptación. Las empresas del sector financiero han portado el estandarte de la transformación digital en muchos aspectos, siendo referentes en cuanto a servicios online, experiencia de usuario y ciberseguridad. Lo han hecho bajo unas reglas tradicionales, demasiado férreas, sin poder escalar determinados proyectos a la velocidad y eficacia que hubiesen deseado.
Necesitamos contar con un espacio de pruebas que sea seguro para las empresas del sector financiero, y que nos permita testear y aprobar soluciones disruptivas que hoy no se contemplan en el marco regulatorio. Países como Reino Unido, Holanda o Suiza ya tienen sus sandbox para garantizar que el proceso innovador en el ámbito financiero se desarrolla de forma eficaz y fiable para los usuarios, pero España todavía está a la espera de tener el suyo.
Debemos acabar con la rigidez del sistema para abrirnos a nuevas herramientas homologadas. De este modo, podremos reforzar a muchas compañías que no cuentan con la suficiente experiencia de mercado, ayudándolas a probar su oferta con acceso a datos. Para estas empresas emergentes, podría ser muy útil contar con un espacio de pruebas como paso previo a hacerse con su licencia bancaria. Además, los grandes bancos también podrían desarrollar proyectos a un mayor ritmo.
De crearse, entidades bancarias y fintech podrían probar productos y servicios innovadores bajo un marco normativo flexible y con una relación estrecha con el supervisor. En febrero, el Consejo de Ministros aprobó el proyecto de Ley para la creación de un sandbox que estimulará la transformación digital del sistema financiero. La iniciativa es prometedora, siempre que la normativa esté alineada con las necesidades del mercado.
Y es que sus beneficios apenas pueden notarse durante los primeros años si no se realiza un despliegue en condiciones, tal y como se ha apreciado en Reino Unido, cuyo sandbox ha madurado con el paso del tiempo. Poco a poco, se ha ido convirtiendo en un polo de atracción para los inversores externos, quienes han visto con buenos ojos utilizar el mercado británico como un campo de pruebas.
Las compañías fintech que han participado en el sandbox de Reino Unido han obtenido una inversión media de más de seis millones de libras, según Finnovating. Este es uno de los principales motivos por los que dicho país continúa liderando la inversión en este sector, con el 50% de la inversión total en Europa. Tener el visto bueno del regulador siempre es un punto positivo de enorme magnitud. En este sentido, la implantación del sandbox en España conseguiría una concentración del talento y una mayor atracción internacional a nivel jurídico y económico.
Proyectos fintech, de blockchain o de verificación de identidades digitales esperan poder probar sus diferentes innovaciones en este entorno sandbox para conseguir operar en un espacio legal y comercializar sus productos y servicios. En nuestro caso, estamos confiados en que la puesta en marcha de este marco regulatorio supondría un salto para las soluciones asociadas a la apertura de cuentas bancarias o de concesión de créditos.
Pensémoslo por un momento. En este espacio de pruebas, podrían homologarse rápidamente soluciones innovadoras que hicieran que los procesos que requirieran una verificación de la identidad digital de un usuario fueran más rápidos, seguros y fiables. De esta forma, las empresas tecnológicas darían con alternativas de calidad a los métodos tradicionales como tener que grabar un vídeo y su posterior revisión manual.
No solo eso. La creación de un sandbox también supondría una serie de ventajas en cuanto a infraestructura. Al tratarse de un entorno controlado, es mucho más fácil prever los costes, que de por sí ya serían menores, siendo un terreno con un riesgo más bajo en lo que a operativa se refiere. Contar con una regulación adaptada a las necesidades de cada uno podría ser un gran revulsivo para lograr un lanzamiento más certero al mercado de los productos y servicios.
Todo ello se vería reflejado en el beneficio del consumidor final, con precios competitivos, mejores servicios y mayor interés público. También se apreciaría un aumento de la oferta y de la calidad de los servicios ofrecidos tanto por los nuevos actores nacidos al calor de la digitalización como de las entidades tradicionales. En un contexto tan complejo como el actual, se antoja más necesaria que nunca la implantación de un sistema estable, que motive las inversiones y la realización de proyectos innovadores.