Innovar para desarrollar las Smart Cities
Diversas corrientes de pensamientos científicos se han apropiado esta problemática intentando desarrollar unas soluciones y declarando que las ciudades necesitan ser más inteligentes, más cableadas o más “humanas” para enfrentarse a sus nuevos retos. La última etapa de esta reflexión ha llegado a definir el paradigma de Smart Cities añadiendo a las definiciones anteriores una nueva dimensión. Las Ciudades Inteligentes resaltan el uso de las tecnologías de la información y de la comunicación en la mejora de la eficiencia de los servicios urbanos y como respuesta a las necesidades de los ciudadanos.
Describir o clasificar que es una Smart City es una tarea difícil. Diferentes taxonomías existen, sin embargo, podemos destacar dos tendencias. Por una parte, asistimos al desarrollo de grandes urbes en las cuales responsables públicos llevan a cabo proyectos para monitorizar los servicios urbanos a través de cuadros de mando facilitados por los sistemas de información. Podemos aquí destacar diversas iniciativas como la puesta en marcha en Río de Janeiro de sistemas de control de la actividad urbana a través de un sistema de video vigilancia, el monitoreo en la ciudad de Niza de la disponibilidad del aparcamiento público o también la puesta a disposición de quioscos digitales en la ciudad de Nueva York en los cuales se puede tramitar cualquier petición o pregunta al ayuntamiento directamente y eso desde cualquier lugar de la ciudad. Este enfoque que los expertos suelen llamar Top-Down (arriba-abajo) permite a los responsables públicos llevar a cabo la transformación de la ciudad y mejoran de esa manera la calidad de vida de sus administrados.
Este enfoque contrasta por otra parte con proyectos llamados Bottom-Up (abajo-arriba) con una perspectiva más colaborativa o más humana, y donde la tecnología juega un papel menos importante. Son iniciativas donde los propios ciudadanos participan en la creación de servicios innovadores para la mejora de las condiciones de vida de sus conciudadanos. Como ejemplos, podemos recalcar el proyecto ‘Quarto Food’ realizado por una escuela de hostelería en Milán cuyos alumnos ofrecen diariamente y de forma gratis un menú a los ancianos del mismo barrio y disponible en la página web de la escuela o también el proyecto ‘Quarto Gardening’ en la capital lombarda que ofrece una oportunidad a los alumnos de la escuela de agricultura Quarto Oggiaro de cuidar las zonas verdes del barrio disminuyendo así sus costes de mantenimiento. Los proyectos pueden también tener un alcance educativo como la iniciativa desarrollada en la ciudad de Barcelona e impulsada por el negocio de proximidad llamado “el camino escolar”. Su objetivo consiste en mitigar las barreras que impiden a un niño de entre 8 y 12 años que vaya solo al colegio y sin ser acompañado por un adulto. Aumentar así la autonomía de los alumnos les permite desarrollar más habilidades psicosociales, cognitivas y de orientación espacial. Al reapropiarse el barrio, lucharán también contra los efectos de desertización que fomentan el coche y los grandes centros comerciales situados fuera del casco urbano.
La reciente conferencia de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Urbano en Quito tenía como objetivo amplificar la voz de los ciudadanos y darles más visibilidad en la tarea de gobernanza de la ciudad. De hecho, sus conclusiones apelan al ciudadano a pasar de un papel pasivo a activo, colaborando en la mejora del medio ambiente, tomando iniciativas y realizando proyectos para hacer frente al cambio climático, permitir un mejor uso del agua, y disminuir la contaminación ambiental y de los desechos. Asimismo, llaman a la universalización de servicios públicos satisfactorios y a una vivienda adecuada para toda la población mundial. Sin embargo, los modelos de prestación social y de servicios municipales basados en la recaudación de impuestos están monetariamente limitados y difícilmente son capaces de responder con eficacia a estas necesidades crecientes de la sociedad.
Como consecuencia, investigadores en ciencia social y científicos atisban como posible solución que el desarrollo urbano se mueva desde un foco gerencial hacia el empresarial y llaman así a que el sector privado coja un papel cada vez más importante. Sin embargo, su análisis nos enseña que las empresas que quieren involucrarse en proyectos de Smart City tienen que cambiar de modelo de negocio y no pueden desarrollar los nuevos servicios a los que aspiran los ciudadanos con las claves de su negocio actual. Las empresas tienen que colaborar entre ellas bajo diversas formas como pueden ser los ecosistemas de negocio digitales basados en la puesta en marcha de tecnologías emergentes tipo Internet of Things, Big Data, Social Media o Robótica.
Existen hoy en día proyectos piloto donde se han experimentado estos nuevos modelos de negocio. En 2010, Niza lanzó una iniciativa de Smart Transport y un proyecto llamado ‘Connected Boulevard’ que tenía como objetivo mejorar el transporte privado instalando sensores de presencia de vehículos en cada plaza de aparcamiento público, informando así al ciudadano de su disponibilidad y geolocalización a través de su dispositivo móvil. El valor creado por este modelo trasciende el modelo estándar y famoso de las cinco fuerzas de Porter. Efectivamente, está basado en una cooperación en red donde el valor capturado para el ciudadano es la suma de los valores aportados por los diferentes proveedores de la solución compuesta de un sensor de presencia en el suelo, de una red Wifi ubicuo de conexión, una aplicación móvil, una plataforma de consolidación de datos, etc. Esta colaboración se hace sin embargo posible porque el ayuntamiento asegura las buenas condiciones de participación y de ayuda entre los diferentes miembros del proyecto.
No podríamos olvidar mencionar que la universidad tiene también que jugar un papel importante para desarrollar las Smart Cities. Sin embargo, constatamos que el modelo universitario está basado en diferentes carreras en silos (industrial, civil, informática, administración y gestión de empresa, etc.) que no favorecen la integración del conocimiento tecnológico que pide la transformación de la ciudad. El próximo reto de la universidad podría ser entonces formar a científicos y tecnólogos con un conocimiento transversal. Concretamente, podríamos imaginar a ingenieros informáticos que entiendan de problemáticas relacionadas con el urbanismo o con la gestión de la energía para que puedan desarrollar nuevos modelos de servicios de vivienda. También matemáticos o físicos capaces de desarrollar teorías complejas podrían incorporarse al debate y ayudar desarrollando modelos novedosos de gestión de ciudad.