La actual producción mundial de aceites de oliva supondría desabastecimiento de mercado a cotizaciones medias
La producción de aceite de oliva en un año normal, podría rondar los 3,25 millones de toneladas, al igual que el consumo esperado según la evolución de los precios. Este año la producción, no superará los 2,5 millones de toneladas que, junto con el stock restante del año pasado genera una oferta inferior a 3,1 millones de toneladas. Esto indica una escasez de 0,15 millones de toneladas de aceite de oliva en el mundo, provocada por un desajuste entre la oferta y la demanda, que se traduciría en una caída de consumo por adecuación de este a la oferta, vía precio.
Estos previsibles 3,25 millones de toneladas de demanda de aceite de oliva, per cápita significan un consumo medio de 410 gramos al año. Cifra que no se podrá sostener en el futuro si no se plantan más hectáreas de olivar o no se optimizan las actualmente plantadas y en producción.
Lo anteriormente comentado, se debe al aumento de la población en los últimos 100 años que se ha multiplicado por 4, haciendo previsible que en algo menos de 80 años se incremente un 37 por ciento adicional. Así, en 2100, teniendo en cuenta la situación actual, serían necesarios 1,4 millones de toneladas adicionales de aceites de oliva, y otro tanto de aceituna de mesa, para poder mantener el consumo per cápita actual para aquel entonces, esos 410 gramos por persona y año.
En cuanto a los precios, si la situación continúa creciendo, los mayores consumidores, que son las familias de clase media, podrían dejar de consumir aceite de oliva virgen extra e ir introduciendo otras grasas más económicas en su día a día, no obstante esto es difícil, pues el resto de grasas animales y vegetales se han apreciado igualmente, y ello hace que el único factor de corto plazo que podría hacer caer los precios en origen debería de ser la climatología, y por ahora parece ser que esto no ocurriría. No todas las categorías tendrán la misma evolución en su remuneración en origen, en este caso por la caída de calidad, el virgen extra será el más demandado a unos mayores valores de cotización, y esta campaña podría caracterizarse por la valorización de la categoría virgen.
En resumen, ante la situación vivida en 2022 marcada por fenómenos como la guerra de Ucrania, la huelga de transportistas, la sequía, el incremento de valor de los insumos, la caída del IVA, o el incremento de precio del PET, (entre 1 y 5 céntimos de euros por envase, por el nuevo impuesto al plástico) lo hacen un entorno no solo impredecible, sino que inédito, y el sector prevé que, ante la menor producción de aceite de oliva este año, y la importante subida de los precios, la demanda caiga y el consumo de aceite puede sufrir un importante descenso, llevando al consumidor a sustituirlo por otras grasas más baratas, pero todo ello de forma gradual.
Esta situación de escasez de oferta, hará que los costes de molturación se eleven tanto en cooperativas, como en almazaras industriales, poniendo en peligro la viabilidad de aquellas cuya ventaja competitiva no esté claramente reforzada, del mismo modo, que podría afectar negativamente a envasadores, por la situación de crecimiento constante de precios, y dificultad en la negociación constante con las grandes superficies a la hora de fijar cotizaciones estables, tampoco ayuda la escasez de financiación para tal fin, en función del ratio disponibilidad de dinero / riesgo por parte de las entidades financieras hacia este eslabón de la cadena.
Toda esta situación inédita de precios altos, consumo con deterioro gradual, y constante plantación de olivar, para el momento en que cambie la climatología creará un entorno difícil, sobre todo para lo olivares poco competitivos, bien sean modernos o tradicionales de ahí que, para garantizar la producción futura de aceites de oliva y aceituna de mesa en el planeta se hace necesario:
- Una olivicultura sostenible y rentable para todo el personal que desarrolla esta actividad, agricultores y productores entre otros. Proporcionándoles estabilidad económica, de manera que nos garantizan disponibilidad de productos en el futuro.
- Una olivicultura precisa e innovadora ante la escasez de recursos como la tierra, el agua, e insumos. Optimizando el uso de todos y cada uno de los recursos utilizados en la actividad de explotación de la tierra, e introduciendo tecnología e innovación.
- Del mismo modo, una olivicultura sosteniblemente biodiversa, es decir, siendo condescendiente con el ciclo de la fauna y flora que comparten ecosistema con la misma, tanto en términos actuales, como futuros.