Entrevista a Abdellatif Ghedira, director ejecutivo del Consejo Oleícola Internacional
El sector del aceite oliva destaca por su gran dinamismo. Los intereses, muchas veces divergentes, de los diferentes países productores hacen que la figura del director ejecutivo en el seno del COI sea clave como mediador. Incorporado en su nuevo puesto desde el 1 de enero, hemos querido analizar con el tunecino Abdellatif Ghedira qué retos ha de afrontar el sector a nivel de normativa y también de promoción.
El COI es un organismo de gran importancia. ¿Productores e instituciones son conscientes de la relevancia que tiene?
Efectivamente, se trata de un organismo muy importante y que no ha adquirido la visibilidad que merece. Tengo el privilegio de haber estado a la cabeza de la delegación de Túnez ante el COI antes de ser nombrado director ejecutivo de esta organización, así que sé perfectamente lo que los países esperan del COI y también lo que los productores opinan de esta organización al haber sido también, antes de dirigir el COI, el director general de la Oficina Nacional del Aceite en Túnez (Office National de l’Huile). Lamentablemente, el papel del COI es poco conocido por las instituciones y los productores y aún menos por el público en general. Me entristece cuando hablo del COI y me preguntan aún qué es esta organización.
De hecho, darla a conocer es mi prioridad. Quiero que todo el mundo hable del COI. Y por eso tengo la intención de organizar en todo el mundo la celebración del Día Mundial de Olivo y también de involucrar al COI en la COP22 para mostrar el papel del olivo en la preservación del medioambiente y en la prevención de los efectos del cambio climático.
¿Qué objetivos se ha marcado a nivel personal como director ejecutivo del COI?
Mi objetivo es responder lo mejor posible a las expectativas de los países miembros reforzando la capacidad y los recursos del Consejo. Quisiera también que fueran los consumidores de los países no miembros quienes presionaran a sus gobiernos para adherirse al Convenio del COI. Quiero que sepan que adherirse al COI sólo les puede aportar beneficios y, lo más importante, asegurarles que su país está aplicando una norma comercial que garantiza la calidad del producto.
¿Está evolucionando la producción de aceite de oliva al mismo ritmo que las exigencias del consumidor?
Sí, creo que los productores son realmente conscientes de las expectativas del consumidor y que empiezan a incorporar estos requisitos en su producción. Lo que quieren los consumidores es vivir una experiencia: quieren calidad, salud, historia, símbolos, productos que les hacen sentirse bien. Los productores son cada vez más propensos a desarrollar productos de calidad y a poner en evidencia esta calidad, a través de una comunicación adecuada. Cuentan la historia —la trazabilidad—, describen los beneficios del aceite de oliva y explican cómo utilizarlo. No venden sólo un aceite de oliva, venden la historia de un árbol cuyo fruto ha producido un aceite de calidad que traerá placer y bienestar a los que tendrán la oportunidad de consumirlo. Esta tendencia es muy importante para contrarrestar los distribuidores sin escrúpulos que todavía creen que pueden inducir a error a los consumidores con productos fraudulentos.
Europa ha sido el gran productor y consumidor histórico. ¿Cómo va a cambiar este mapa en el futuro?
Este mapa ya ha empezado a cambiar. A nivel de producción la lista de países productores de aceite de oliva es cada vez más larga, llegando casi a 50. Además de Europa y de los países productores tradicionales de la cuenca mediterránea, se encuentran olivos en muchos países de América: Argentina, Brasil, Chile, Estados Unidos, México, Uruguay y Perú. En África, varios países han empezado a producir su propio aceite de oliva: Angola, Botsuana y Namibia. En Asia encontramos productores en Afganistán, Arabia Saudita, Georgia, Armenia, India, China o Japón. También Australia y Nueva Zelanda son países productores muy importantes. Y lo bueno es que se trata de un círculo virtuoso, porque para los consumidores de estos nuevos países productores el aceite de oliva ya no será un producto importado —exótico—, sino un producto doméstico y su interés respecto a este producto será mayor, lo que contribuirá al aumento de futuras importaciones de estos países.
En cuanto al consumo, este fenómeno de globalización es aún más pronunciado. Hace unos quince años los países no miembros del COI contribuían al 12,5% del consumo mundial; hoy en día consumen más del 25% del aceite comercializado. Los estudios de mercado realizados en los últimos años por el COI en China, Rusia, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Japón y Australia confirman esta tendencia y podemos decir que este aumento del consumo está vinculado a que los consumidores de todo el mundo están dando cada vez más importancia a la calidad, a la salud y a los aspectos sensoriales de los alimentos, lo que sin duda favorece al aceite de oliva. De producto regional —casi estrictamente mediterráneo— hace sólo unas pocas décadas, el aceite de oliva se ha impuesto gradualmente en el mercado norteamericano antes de convertirse en un producto global, ya que ahora se vende en más de 150 países de los cinco continentes.