“El plástico es eficiencia, es tecnología, es protección. Y es, también, sostenibilidad”
Luis Cediel, director general de Anaip
11/04/2025Reproducimos aquí el discurso que el director general de Anaip; Luis Cediel, dirigió a los asistentes en la clausura de la jornada ‘La industria de transformación de Plásticos en España: equilibrio entre regulación y competitividad’, celebrada ayer, 10 de abril, en el Senado.
Estimado vicepresidente primero del Senado, querido presidente de Anaip, senadoras, senadores, compañeros y compañeras de la industria, amigos todos: Gracias. Gracias al Senado por abrirnos hoy sus puertas. Gracias por permitir que el plástico —tantas veces juzgado sin defensa— haya tenido aquí, en esta casa de la soberanía nacional, la oportunidad de ser comprendido, reivindicado y, sobre todo, escuchado.
Gracias al vicepresidente primero, Javier Maroto, por su presencia y su respaldo institucional. Gracias a todas las personas que han intervenido, compartido y debatido. A cada ponente, a cada representante de la industria, de la ciencia, de la política y de la sociedad civil. Porque solo desde la conversación entre distintos puede construirse un consenso sólido. Y solo desde el conocimiento puede nacer la justicia.

Hoy clausuramos una jornada, sí, pero lo que aquí ha sucedido va más allá de un programa. Ha sido un acto de afirmación. Una defensa racional de una industria esencial. Y, sobre todo, un llamamiento a mirar con otros ojos uno de los grandes avances técnicos del último siglo: el plástico.
Permitidme detenerme aquí. Porque hoy quiero dar las gracias al plástico. Sí, al plástico. Ese material al que debemos mucho más de lo que solemos reconocer. Ese material que ha transformado nuestra forma de vivir, de producir, de cuidar y de proteger. El plástico no es solo un producto. Es una herramienta de progreso.
Está en las jeringuillas que salvan vidas. En las redes de riego que llevan agua donde antes solo había polvo. En los envases que protegen alimentos y evitan el desperdicio. En los aislamientos térmicos que reducen el consumo energético. En los paneles de automóviles que hoy son más ligeros y seguros. En los aviones que consumen menos combustible y contaminan menos gracias, precisamente, a su ligereza estructural.
El plástico es eficiencia. Es tecnología. Es protección. Y es, también, sostenibilidad. Sí, sostenibilidad. Porque mientras se demoniza al plástico, no siempre se mide con la misma vara a sus alternativas. Alternativas que, en muchos casos, requieren más agua, más energía, más suelo y más emisiones para fabricarse y transportarse. ¿Son de verdad más sostenibles? Nadie lo tiene claro.
Y, sin embargo, en este contexto incierto, España ha tomado una decisión singular: Somos el único país de toda la Unión Europea que ha implantado un impuesto específico al plástico no reutilizable. El único. Y lo hemos hecho sin una armonización europea. Sin un análisis compartido de impacto.
¿A quién penalizamos con este impuesto? ¿Al envase? ¿Al material? ¿O a la innovación que no entiende de fronteras? ¿O a los miles de puestos de trabajo que genera el plástico? ¿O a los millones de consumidores que todos los días compran algo que contiene plástico? Por eso y por ellos estamos defendiendo ahora en el Congreso que la nueva Ley de Industria recoja una exención a ese impuesto. Muchos grupos lo apoyan, ojalá salga adelante.
No confundamos sostenibilidad con ideología. No sustituyamos la técnica por la sospecha. Y, sobre todo, no carguemos sobre una sola industria el peso de una transformación que debe ser colectiva, gradual, basada en evidencia y no en prejuicio.
En los últimos años se ha deformado tanto el debate que algunos han llegado a afirmar que se puede vivir sin plástico. Eso es tanto como afirmar que se quiere retroceder mil años, que uno opta por la enfermedad en vez de la cura, por el frío en vez del calor. Es optar por lo irracional, porque no hay ninguna razón para denostar el progreso, el bienestar y el avance que ha supuesto el plástico.

"Hoy más que nunca, necesitamos una industria del plástico fuerte, competitiva, alineada con los objetivos climáticos y capaz de generar empleo de calidad en toda España", exhortó el director general de Anaip.
¿Existen externalidades? Claro que sí. Pero se necesita una solución moderna, basada en la economía circular, en la reutilización, en la valorización energética, en la investigación de nuevos polímeros, y en una regulación inteligente que acompañe —no asfixie— a quienes crean valor desde el respeto al entorno.
Quiero también defender desde aquí a todos los miles de personas que forman parte de esta industria. Que trabajan cada día para servir a sus compatriotas y que muchas veces se han sentido incomprendidos, atacados. Os quiero decir que os podéis sentir muy orgullosos de vuestro trabajo, de vuestra aportación y de lo que hacéis. Y esto se ha dicho poco y para nosotros es muy importante que se diga aquí.
Porque, hoy más que nunca, necesitamos una industria del plástico fuerte, competitiva, alineada con los objetivos climáticos y capaz de generar empleo de calidad en toda España. Una industria que pueda mirar al futuro con orgullo y no con miedo. Una industria que no sea víctima de una narrativa distorsionada, sino protagonista de una nueva etapa basada en datos, en responsabilidad compartida y en propósito.
La situación mundial nos exige ser audaces, valientes y tomar decisiones basadas en criterios técnicos, alejándonos de eslóganes fáciles y simplistas.
Por eso hoy, desde este Senado, nosotros también elegimos lo difícil:
— Elegimos explicar, no simplificar.
— Elegimos defender, no esconder.
— Elegimos mejorar, no prohibir.
— Elegimos producir, pero también repensar.
— Elegimos un futuro en el que el plástico siga siendo un aliado, no un enemigo.
Porque el plástico no es el fin de nada. Es el comienzo de una nueva forma de entender los materiales, los recursos y los límites del planeta.
Gracias por esta jornada. Gracias por vuestro compromiso. Y gracias, también, al plástico: por recordarnos que el verdadero progreso no consiste en renunciar, sino en saber transformar.