El carbón nacional, más competitivo y barato que el internacional
Redacción Ingeopres14/09/2012
El carbón nacional es, hoy por hoy, más barato que el mineral de importación. Los continuos ataques que sufre la producción nacional esconden una realidad, indican fuentes del sector, que muchas veces es desvirtuada por quienes se están empeñando en acabar o reducir a la mínima expresión a un colectivo que sustenta buena parte de la economía de la provincia de León.
Los datos son tozudos. Durante el pasado mes de agosto, el precio del carbón de importación una vez llegado al puerto de Amberes se situó en 79,70 euros por tonelada. A esta cantidad es preciso sumar 4 ó 5 euros para hacer frente a los gastos de desembarco y aduana. No acaba aquí la cuenta. Transportar el carbón de importación desde el puerto asturiano del Musel hasta la central térmica de La Robla cuesta entre 14 y 15 euros por tonelada. Sumadas todas estas variables, el precio de la tonelada de carbón de importación puesto en la térmica alcanza los 100 euros por tonelada.
Con una calidad equivalente al mineral de importación, quemar carbón nacional en una central térmica del interior alcanza los 84 euros la tonelada.
El repaso de los ocho primeros meses de este año –tomando como referencia el índice McCloskey que se emplea como referencia de los precios a nivel mundial– confirma que el precio del mineral nacional ha estado más barato que el internacional. Esta misma situación, según los datos aportados por la patronal del sector, también se repitieron durante 2011.
Con estos números en la mano y según señalan las fuentes del sector consultadas por el periódico la crónica de León, una explotación nacional con una ayuda de entre quince y veinte euros por tonelada podría ser rentable. Extrapolado a toda la producción nacional –cifrada actualmente en 9,2 millones de toneladas– con 165 millones de euros al año, las actuales explotaciones mineras podrían seguir produciendo un mineral que sería competitivo en el mercado. Las empresas mineras del país reciben anualmente unos 300 millones de euros para hacer frente a los sobrecostes de explotación –ayudas al funcionamiento–.
Además del precio, el mineral de importación cuenta con una clara desventaja respecto al carbón nacional: la volatilidad del mercado. El mineral internacional está sujeto a infinidad de vaivenes que se traducen en una más que notable oscilación en sus precios, mientras el carbón nacional se mueve siempre en una misma horquilla.
Esto ya ha pasado. En marzo de 2009 el carbón de importación alcanzó sus mínimos históricos al costar prácticamente la mitad de lo que costaba el carbón nacional. Precisamente ésta descompensación de los precios llevó a la minería de la provincia de León a una de sus peores crisis. Crisis que se vio agravada por la retirada del incentivo que se pagaba al carbón –la conocida como peseta/kilovatio– y que a la postre llevó a la obligatoriedad de diez térmicas españolas a quemar la producción nacional. La retirada de este incentivo, en el año 2008, tuvo su origen en una situación inversa que no era otra que, en aquella ocasión, el carbón nacional era infinitamente más barato cuando el mineral internacional tocó techo y llegó a pagarse a más de 200 euros por tonelada.
Desde la patronal minera –Carbunión– mantienen un argumentario que quiere ‘desmitificar’ las bondades del carbón internacional frente al nacional. Resaltan que los carbones nacionales se consumen mezclados con carbón de importación en una proporción que dependiendo de cada central térmica oscila entre el 40 y el 60%. Modificar la mezcla implica parar la central térmica durante un año y hacer unas inversiones de más de 300 millones de euros en cada grupo térmico.
Las empresas mineras sostienen que el carbón importado emite un 6% más de CO2 que el nacional. Parten de la base de que en la combustión emiten el mismo CO2, puesto que depende de los Mwh producidos y no de las toneladas consumidas. La clave está en que a la hora de hablar de contaminación no se están contabilizando las emisiones del transporte por barco hasta los puertos y desde éstos por carretera a las centrales térmicas. Además, reflexiona la patronal minera, cuando se consume el carbón nacional la cenizas que se producen se venden íntegramente a las cementeras evitando que éstas tengan que hacer el proceso de calcinación que emitiría más CO2. De este modo el “consumo de carbón nacional evita la producción de CO2 en las cementeras”.
Junto a las razones meramente económicas, el carbón de importación se produce en países –como China o Colombia– en el que las condiciones de seguridad y laborales de los trabajadores han sido denunciadas en infinidad de ocasiones por las organizaciones sociales.
Más información en www.lacronicadeleon.es
Los datos son tozudos. Durante el pasado mes de agosto, el precio del carbón de importación una vez llegado al puerto de Amberes se situó en 79,70 euros por tonelada. A esta cantidad es preciso sumar 4 ó 5 euros para hacer frente a los gastos de desembarco y aduana. No acaba aquí la cuenta. Transportar el carbón de importación desde el puerto asturiano del Musel hasta la central térmica de La Robla cuesta entre 14 y 15 euros por tonelada. Sumadas todas estas variables, el precio de la tonelada de carbón de importación puesto en la térmica alcanza los 100 euros por tonelada.
Con una calidad equivalente al mineral de importación, quemar carbón nacional en una central térmica del interior alcanza los 84 euros la tonelada.
El repaso de los ocho primeros meses de este año –tomando como referencia el índice McCloskey que se emplea como referencia de los precios a nivel mundial– confirma que el precio del mineral nacional ha estado más barato que el internacional. Esta misma situación, según los datos aportados por la patronal del sector, también se repitieron durante 2011.
Con estos números en la mano y según señalan las fuentes del sector consultadas por el periódico la crónica de León, una explotación nacional con una ayuda de entre quince y veinte euros por tonelada podría ser rentable. Extrapolado a toda la producción nacional –cifrada actualmente en 9,2 millones de toneladas– con 165 millones de euros al año, las actuales explotaciones mineras podrían seguir produciendo un mineral que sería competitivo en el mercado. Las empresas mineras del país reciben anualmente unos 300 millones de euros para hacer frente a los sobrecostes de explotación –ayudas al funcionamiento–.
Además del precio, el mineral de importación cuenta con una clara desventaja respecto al carbón nacional: la volatilidad del mercado. El mineral internacional está sujeto a infinidad de vaivenes que se traducen en una más que notable oscilación en sus precios, mientras el carbón nacional se mueve siempre en una misma horquilla.
Esto ya ha pasado. En marzo de 2009 el carbón de importación alcanzó sus mínimos históricos al costar prácticamente la mitad de lo que costaba el carbón nacional. Precisamente ésta descompensación de los precios llevó a la minería de la provincia de León a una de sus peores crisis. Crisis que se vio agravada por la retirada del incentivo que se pagaba al carbón –la conocida como peseta/kilovatio– y que a la postre llevó a la obligatoriedad de diez térmicas españolas a quemar la producción nacional. La retirada de este incentivo, en el año 2008, tuvo su origen en una situación inversa que no era otra que, en aquella ocasión, el carbón nacional era infinitamente más barato cuando el mineral internacional tocó techo y llegó a pagarse a más de 200 euros por tonelada.
Desde la patronal minera –Carbunión– mantienen un argumentario que quiere ‘desmitificar’ las bondades del carbón internacional frente al nacional. Resaltan que los carbones nacionales se consumen mezclados con carbón de importación en una proporción que dependiendo de cada central térmica oscila entre el 40 y el 60%. Modificar la mezcla implica parar la central térmica durante un año y hacer unas inversiones de más de 300 millones de euros en cada grupo térmico.
Las empresas mineras sostienen que el carbón importado emite un 6% más de CO2 que el nacional. Parten de la base de que en la combustión emiten el mismo CO2, puesto que depende de los Mwh producidos y no de las toneladas consumidas. La clave está en que a la hora de hablar de contaminación no se están contabilizando las emisiones del transporte por barco hasta los puertos y desde éstos por carretera a las centrales térmicas. Además, reflexiona la patronal minera, cuando se consume el carbón nacional la cenizas que se producen se venden íntegramente a las cementeras evitando que éstas tengan que hacer el proceso de calcinación que emitiría más CO2. De este modo el “consumo de carbón nacional evita la producción de CO2 en las cementeras”.
Junto a las razones meramente económicas, el carbón de importación se produce en países –como China o Colombia– en el que las condiciones de seguridad y laborales de los trabajadores han sido denunciadas en infinidad de ocasiones por las organizaciones sociales.
Más información en www.lacronicadeleon.es