La pyme y la teoría del devenir: gestión del cambio
17 de febrero de 2011
1. El cambio es inevitable
Ya lo dijo Heráclito hace más de 2.500 años: “Todo cambia, nada permanece”. Aunque seguro que no se imaginó, ni por un instante, que su frase iba a ser la clave para tantos gestores, gerentes y directivos del siglo XXI. Pero lo que cabe preguntarse ahora es; si ya sabíamos que el cambio era permanente ¿por qué nos preocupa tanto hoy en día?.
Y la respuesta la encontramos en: ¡la física! Sí señores, la velocidad es la que tiene la culpa de que hoy estemos abrumados por el cambio. Hemos pasado de un cambio evolutivo y claro, que se veía venir y podía preverse; a un cambio acelerado, impreciso y totalmente imprevisible. A esto hay que añadir que antes el cambio era intermitente: a la tempestad le seguía la calma. Pero ahora no, ahora VIVIMOS en el cambio.
Hoy día el cambio es supersónico por varias razones. En primer lugar, las fluctuaciones políticas y económicas ahora son internacionales. Por otra parte, los clientes tampoco son lo que eran. El llamado ‘cliente pelotazo’ ha desaparecido y el cliente amigo ya tampoco está. Hoy tenemos que enfrentarnos a clientes mejor informados y más exigentes, clientes que saben lo que quieren y saben cómo y dónde buscarlo aunque eso suponga abandonar a su proveedor habitual. Y por último, el impacto de las nuevas tecnologías. Internet y sus desorbitadas posibilidades han revolucionado completamente la forma de comunicarnos y de acceder a información. Hoy casi todo está a un click. Por todo ello, las antiguas barreras de tiempo y espacio que suponían ventajas competitivas para nuestras empresas han desaparecido.
2. Tenemos que cambiar
Y ustedes dirán pues todo esto ya lo sabemos. Y así es, pero es que ahora tenemos que ASUMIRLO. Y asumirlo implica tomar conciencia de que la estrategia de hace una década hoy no sirve para nada. Hoy tenemos que enfrentarnos a competidores nacionales pero también a alemanes, chinos, italianos, japoneses y a todo el mapa mundi. Hoy no vale ser un taller, hay que ser una empresa. Hoy no vale saber mecanizar, hay que saber comunicar y negociar. Hoy no sólo hay que ser bueno es que también hay que parecerlo. La imagen, nos guste o no, es importante. Y por último, hoy no vale con el teléfono y el fax, hay que usar el correo electrónico y hay que estar presente en la red (lo que no está en Google no existe).
Conclusión: que los factores que aseguraban el éxito en el pasado a día de hoy no nos garantizan el triunfo, lo cual es un problema. Pero es que la cosa es aún peor, porque aunque hoy logremos una estrategia que nos lleve al éxito ésta tampoco va a representar una ventaja competitiva en el futuro. Así que la única solución es conseguir empresas camaleónicas; porque la clave de la supervivencia a largo plazo se centra en la adaptabilidad y la capacidad de transformación.
3. ¿Cómo lo hago?
La primera ley de Newton (Principio de Inercia) afirma que todo objeto que no recibe un impulso permanecerá en estado de reposo o de movimiento uniforme. Lo que trasladado al mundo empresarial implica que nuestra empresa permanecerá haciendo lo de siempre a menos que una fuerza actúe sobre ella. Hace falta un líder, una persona que promueva el cambio y lo dirija hacia donde queremos. Sin liderazgo no hay cambio porque las personas seguirán haciendo lo mismo un día tras otro.
Podemos hacer cambios en 5 áreas:
- El ambiente físico: optimizar distribución de la fábrica, por ejemplo.
- La estrategia: necesitamos un plan estratégico más proactivo, más innovador.
- La estructura: el organigrama piramidal es demasiado rígido y no nos permite adaptarnos a las nuevas situaciones suficientemente rápido. Es necesario redefinir los puestos de trabajo y sobre todo crear nuevos flujos de comunicación entre ellos.
- Cambios tecnológicos: invertir en equipos y sistemas de información (recuerden lo de Google).
- Cambios en las personas: necesitamos empleados polivalentes que se sientan implicados en la empresa y no vean el cambio como una amenaza.
4. ¿En cuánto tiempo?
La segunda ley de Newton, la de la Cantidad de movimiento, nos dice que el tiempo que nuestra empresa tarde en completar el cambio dependerá del impulso que le apliquemos y de la magnitud de lo que queramos cambiar. Es decir, que depende de cuántos recursos destinemos al cambio y también de la profundidad del cambio que queramos realizar.
Dependiendo de lo radical que sea el cambio que vayamos a acometer nos encontraremos ante un simple desarrollo (crecemos dentro de nuestra actividad); ante una transformación, lo que implicaría tener que modificar la estructura de nuestra empresa; o bien ante una ruptura, lo que conlleva cambios en la cultura organizacional y una separación total del pasado.
5. ¿Cómo lo transmito?
La tercera ley de Newton (Principio de Acción-Reacción) sostiene que nuestro personal se opondrá al cambio con la misma intensidad con la que nosotros intentemos implantarlo.
Seguro que todos ustedes pueden identificar a algunos de estos perfiles en su empresa.
- El Aturdido: baja cualificación y menos ganas de cambiar;
- El Remolón: alta formación pero baja predisposición al cambio;
- El Altivo: con ganas de comerse el mundo pero sin cualificación;
- Y finalmente el que a todos nos gustaría tener: el Implicado, altamente formado y siempre predispuesto al cambio.
6. Valorar el cambio
No hay que temer al fracaso pero hay que respetar el cambio. Y no podemos tirarnos a la piscina y obtener pérdidas que no seamos capaces de asumir. Tenemos que ser protagonistas del cambio y no víctimas de él. En definitiva tenemos que controlarlo y no dejar que él nos controle.
Pero bueno, yo no quería publicar este artículo para hablar de gestión del cambio; eso ha sido sólo una excusa. Yo lo he escrito con el firme propósito de tentarles a cambiar. Y si lo he conseguido, les confesaré una cosa; que estoy totalmente de acuerdo con Oscar Wilde en que “la única forma de vencer la tentación es sucumbir a ella”. Así que ya saben, sucumban al cambio…