Un paseo por el Museo Lázaro Galdiano
En los últimos meses se ha llevado a cabo la renovación de la iluminación en una parte relevante de la exposición permanente del Museo Lázaro Galdiano. En una arquitectura neutra, moderna, donde la infraestructura para abordar la iluminación de los planos expositivos estuviera correctamente implementada, como distancia del carril electrificado al plano guardando una proporción con la altura del mismo, la operación no sería digna de especial mención, ya que simplemente se habría operado un cambio de tecnología tradicional a LED.
El palacio Florido, sede del museo, construido a principios del siglo XX al estilo clásico, cuenta en sus salas con decoraciones murales en techos que forzaron, en la reforma de principios de los años dos mil, a la colocación de carriles en los encuentros de techo y pared, algo que dificulta enormemente la iluminación de lienzos sin provocar deslumbramientos, brillos indeseados, etc.
Por otro lado, la colocación de parte de las obras en modo ‘galería’ tradicional ocupando, en muchos casos, las partes altas del plano expositivo acentuaba la proliferación de estos efectos negativos dificultando notablemente la contemplación de las piezas. Sin alterar la posición de los carriles se han conseguido eliminar en gran medida estas deficiencias.
En datos, para la iluminación indirecta de las pinturas murales se ha empleado la mitad de la potencia instalada en origen (de 1428 W a 720 W) y para las obras 214 proyectores han sustituido a los 338 existentes con una disminución del 86% de energía consumida.
Asumir en serio criterios de sostenibilidad exige algo más que la mera sustitución ‘punto a punto’ de una tecnología tradicional por otra más eficiente. Es necesario un proyecto, un compromiso real por la reducción de la huella de carbono (equipos y potencias) de la instalación y un buen hacer iluminando que haga más satisfactoria la experiencia visual del visitante.