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Colaboración entre el Observatorio de plagas y enfermedades agrícolas del ITACYL, la Organización Interprofesional de la Patata de Castilla y León (OIPACYL) y FMC Agricultural Solutions

Una red de avisos fitosanitarios para el cultivo de la patata en Castilla y León

María Carmen García Ariza1, Javier Blázquez Pindado2, Mercedes Fernández Villán1, María Rosario González Barbero1 y Constantino Caminero Saldaña1 

1: Observatorio de plagas y enfermedades agrícolas. Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (ITACyL

2: FMC Agricultural Solutions S.A.U.

18/03/2025

El objetivo de esta apuesta decidida por el sector es implementar una red de monitorización del estado de situación y evolución fitosanitaria, así como un sistema de emisión de alertas tempranas e información técnica a nuestros agricultores, como apoyo en sus procesos de toma de decisión en la Gestión Integrada de las plagas y enfermedades en este cultivo de indudable importancia socioeconómica en nuestra comunidad autónoma.

La patata, esa planta que hace 8.000 años fue domesticada en el altiplano andino y que, allá en el siglo XVI, el explorador e historiador Pedro Cieza de León introdujo por primera vez en España, recalando en las tierras de sus padres en Llerena, Badajoz, después de que, al parecer, la Casa de Contratación, encargada de regular el comercio en el puerto de Sevilla, rechazara aquella partida. Fue más tarde, en 1753, cuando fue 'bautizada' para la ciencia por Linneo como Solanum tuberosum, especie taxonómicamente englobada dentro de las solanáceas. En este largo devenir, la patata tuvo diversos usos, desde el forrajero al ornamental, hasta que, finalmente, las bondades de su tubérculo la consolidaron como uno de los alimentos principales para la humanidad.

Pero, en la historia, la patata también fue protagonista de uno de los ejemplos por excelencia de las consecuencias que los problemas fitosanitarios, las plagas y enfermedades agrícolas, pueden tener: la Gran Hambruna irlandesa de la década de los 40 del siglo XIX, con centenares de miles de muertos y un éxodo masivo, fue motivada porque los cultivos de patata, alimento del que dependía una gran parte de la población en Irlanda, fueron arrasados por lo que hoy conocemos como mildiu o tizón tardío.

Este tipo de antecedentes fitosanitarios, entre otros ejemplos, han contribuido a sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de garantizar la sanidad de nuestros cultivos. Lecciones aprendidas que, muchos años más tarde, siguen en vigor: “con los alimentos no se debe jugar” parece un eslogan ilustrativo al efecto. Sin embargo, el velar por la sanidad de los cultivos no es una tarea sencilla de afrontar, constituyendo uno de los principales desafíos a los que se enfrentan nuestros profesionales del sector agrícola.

Es la consciencia de ese desafío la que motivó que, para el caso de la patata castellano y leonesa, surgiese hace un par de campañas la colaboración entre el Observatorio de plagas y enfermedades agrícolas del ITACYL, la Organización Interprofesional de la Patata de Castilla y León (OIPACYL) y FMC Agricultural Solutions. El objetivo de esta apuesta decidida por el sector: implementar una red de monitorización del estado de situación y evolución fitosanitaria, así como un sistema de emisión de alertas tempranas e información técnica a nuestros agricultores, como apoyo en sus procesos de toma de decisión en la Gestión Integrada de las plagas y enfermedades en este cultivo de indudable importancia socioeconómica en nuestra comunidad autónoma.

En esta iniciativa, por el momento se ha contemplado la monitorización del cultivo en las comarcas agrarias de Centro, Sur y Sureste en la provincia de Valladolid, Peñaranda de Bracamonte y Salamanca en la de Salamanca y Cuellar en Segovia, estando en proceso el trasladar la experiencia a otras zonas productoras. El resultado de esta monitorización se traduce en la publicación de un boletín fitosanitario semanal, así como la emisión de avisos e información específica de las distintas plagas y enfermedades.

Esta información no sólo se canaliza directamente a los agricultores involucrados, sino que está disponible para todo el sector a través de la plataforma web del Observatorio (https://plagas.itacyl.es). Asimismo, se ha integrado la plataforma Arc® Farm Intelligence de FMC Agricultural Solutions, que permite visualizar la presión de las plagas en tiempo real, facilitando a los usuarios una toma de decisiones más precisa respecto a las soluciones fitosanitarias más adecuadas y necesarias, mejorando la eficiencia en el manejo de las plagas.

Dentro de este esquema, y siendo la información la principal herramienta que necesitan nuestros agricultores para minimizar los riesgos que amenazan a sus cultivos, invitamos al lector a conocer un poquito más sobre algunas de las plagas y enfermedades que pueden acontecer en el cultivo de la patata, esbozando algunas pinceladas básicas de algunas de ellas.

Comenzamos por el escarabajo de la patata (Leptinotarsa decemlineata Say.), un coleóptero crisomélido de apenas un centímetro que suele aparecer durante la primavera o comienzos del verano. Es fácilmente reconocible por el dibujo de rayas longitudinales negras y amarillo-cremosas de sus élitros. Las hembras depositan los huevos, largos y anaranjados, agrupados en el envés de las hojas, de los que unos diez días más tarde nacerán las larvas. Estas, también fácilmente reconocibles, son gruesas, de color rojo o anaranjado, con la cabeza negra y dos líneas de motas negras a cada lado de su cuerpo. Las larvas, tras alcanzar sus últimas fases de desarrollo, se dejan caer al suelo para enterrarse y pupar, surgiendo nuevos adultos. Este ciclo se puede repetir una o más veces a lo largo del cultivo dependiendo de las condiciones ambientales

Tanto larvas como adultos se alimentan de hojas y flores, pudiendo, en ataques importantes, dejar los tallos prácticamente desnudos. La generación que coincide con la época de floración es la que suele ocasionar mayores problemas.

Dentro de la lucha integrada frente a esta plaga, la prevención mediante rotación con cultivos no huésped y el laboreo son las medidas aconsejadas, evitando en cualquier caso la presencia de solanáceas espontáneas (tomatitos, estramonio, …).

En cuanto a uso de productos fitosanitarios, es recomendable efectuar las aplicaciones sobre las larvas recién nacidas, cuando son más sensibles y aún no han producido daños de consideración. Para ello se debe inspeccionar la parcela con frecuencia una vez que se detecta la llegada de los adultos para constatar cuándo se produce la eclosión de los huevos.

Foto 1. Escarabajo de la patata: huevos, larva y adulto
Foto 1. Escarabajo de la patata: huevos, larva y adulto.

Otro crisomélido que puede afectar a la patata y otras solanáceas es la pulguilla de la patata (Epitrix spp.). Sobre esta plaga, reseñar que es un organismo regulado en la UE, existiendo un Plan de Contingencia de aplicación en todo el territorio nacional. El objetivo de dicho Plan es impedir su aparición y, caso de aparecer, determinar su distribución, combatirla para su erradicación y evitar que se propague. En consecuencia, lo más importante que debe tener en mente cualquier profesional del sector que sospeche de la presencia de esta plaga, es su comunicación inmediata a las autoridades competentes en materia de Sanidad Vegetal de su Comunidad Autónoma.

Su adulto, de unos dos mm de longitud, ovalado y muy oscuro, casi negro, emerge en primavera para alimentarse de las hojas, en las que deja numerosos orificios pequeños y circulares repartidos por todo el limbo. La hembra coloca los huevos de uno en uno en la base de la planta y de ellos emergen las larvas, alargadas, con tres pares de patas, blanquecinas, de cabeza marrón y que pueden alcanzar medio centímetro de longitud en su máximo desarrollo. Las larvas pupan en el suelo, pudiendo darse hasta tres generaciones durante el periodo de cultivo en función de los condicionantes ambientales.

Después de eclosionar, las larvas se dirigen a las raíces, alimentándose de ellas y de los tubérculos. En las patatas afectadas pueden apreciarse largos surcos ramificados por toda la superficie que deprecian el producto, facilitando, en añadido, la penetración de otros patógenos a través de ellos.

La prevención frente a la pulguilla pasa por la rotación de cultivos, el uso de patata de siembra certificada y la eliminación de restos de cultivo y malas hierbas. Sin olvidar la limpieza meticulosa de los almacenes, máquinas y aperos y la revisión periódica de las patatas almacenadas.

Durante la campaña de cultivo se debe vigilar desde la emergencia de los brotes hasta la cosecha, inspeccionando las hojas en busca de adultos al inicio del cultivo y examinando también los tubérculos a medida que se desarrollen para comprobar si hay actividad larvaria. La simple detección del insecto, o incluso la mera sospecha de su presencia, recordemos, requiere su comunicación inmediata a las autoridades competentes.

Continuamos con el gusano de alambre o alfilerillo (Agriotes spp. y otros). En este nombre, o el de falsos gusanos de alambre, se incluyen varias especies de insectos coleópteros de la familia de los elatéridos, siendo algunas del género Agriotes las más asociadas a los daños en patata.

Sus adultos no generan problemas, siendo las larvas las que pueden causar los daños. Las larvas tienen forma alargada y cilíndrica, color brillante tostado o amarillento con la cabeza más oscura, tres pares de patas torácicas, cutícula endurecida y tamaño entre 5 y 25 mm en función del grado de desarrollo. Uno de los aspectos a tener en cuenta es que en su fase larvaria pueden permanecer activos hasta 4 o 5 años.

Las larvas se desarrollan bajo tierra, alimentándose de semillas en germinación, raíces, brotes y plántulas de diversas plantas. Así, además de la patata, pueden afectar a otros cultivos, sirviendo como meros ejemplos cereales, colza, girasol, alfalfa, remolacha o zanahoria. En función de la disponibilidad de alimento y de la humedad y temperatura, se desplazarán por el perfil del suelo, pudiendo alcanzar profundidades superiores a 50 cm.

En el caso de la patata, los síntomas se manifiestan en forma de pequeñas perforaciones y galerías en los tubérculos, lo que no solo reduce potencialmente el rendimiento, sino, especialmente, su valor comercial al afectar a la calidad del producto. En añadido, estas heridas pueden facilitar la entrada de enfermedades.

En la prevención, una de las medidas a considerar es la rotación con cultivos poco susceptibles, aunque el hecho de su carácter polífago y los varios años que pueden permanecer en estado larvario hace que sea complicado el establecimiento de una rotación adecuada. De hecho, es recomendable intentar, siempre que sea viable, evitar el cultivo de patata y otros hospedadores en parcelas donde se hayan detectado antecedentes importantes de ataque. En cualquier caso, es recomendable el laboreo del suelo para exponer los huevos y larvas a la sequedad y temperaturas extremas, así como la eliminación de malas hierbas y brotes otoñales que puedan servir de alimento inter cultivo para las larvas.

Su detección puede resultar difícil, pues las larvas están ocultas bajo tierra, incluso a gran profundidad. Por tanto, más allá de la mera observación de posibles daños en los cultivos, una estrategia aconsejada es el uso de cebos, enterrando un puñado de granos de trigo o maíz a unos 20 cm de profundidad y revisando en ellos la presencia de larvas pasados de 7 a 14 días. Sobre posibles tratamientos, se recomienda aplicar tratamientos preventivos en parcelas con antecedentes de alfilerillo, utilizando productos específicos aplicados al suelo, preferiblemente en la línea de siembra.

Foto 2. Alfilerillo: adulto y larvas
Foto 2. Alfilerillo: adulto y larvas.

Damos paso ahora a un lepidóptero, la palomilla o polilla común de la patata (Phthorimaea operculella Zeller). El adulto de esta polilla mide entre 6 y 10 mm de longitud, sus alas anteriores son tonalidad grisácea o pajiza con pequeñas manchas y las posteriores grisáceas con pilosidad en los bordes. De hábitos nocturnos, suele refugiarse durante el día entre los restos vegetales del suelo. En este caso, tampoco son los adultos quienes ocasionan daños, sino las larvas.

Las larvas al nacer presentan cabeza oscura y abdomen blanco lechoso, adquiriendo tonalidades rosáceas o verde amarillentas a medida que se desarrollan. Pasan por cuatro estados larvarios, con tamaño de apenas 1 mm al inicio hasta alcanzar unos 15 mm en su etapa final. En sus primeras fases actúan como minadoras de hojas y brotes jóvenes, pero, posteriormente, perforan los tubérculos, excavando galerías irregulares en cuyo interior se acumulan excrementos. Estas perforaciones deterioran la calidad del producto, facilitan la entrada de enfermedades y favorecen la aparición de podredumbres. La progresión de los daños puede continuar después de la cosecha, durante el almacenamiento.

Para reducir los riesgos, se debe emplear semilla certificada libre de palomilla, controlar la presencia de malas hierbas solanáceas y realizar un laboreo profundo previo a la siembra. Asimismo, se deben evitar periodos prolongados sin riego y proteger los tubérculos de la exposición al aire mediante aporcado. En postcosecha, limpieza minuciosa del almacén e instalar mallas en las ventanas para evitar la entrada de adultos. Evidentemente, solo se deben almacenar tubérculos sin signos de infestación.

De cara a posibles tratamientos, la estrategia más efectiva es prevenir la puesta de huevos. Para ello, se recomienda el uso de trampas con feromonas específicas, que permiten monitorear la presencia y actividad de los adultos. El umbral de tratamiento se establece con la detección de los primeros adultos o cuando se capturan 10 adultos por trampa y día.

Foto 3. Palomilla: adulto y larvas
Foto 3. Palomilla: adulto y larvas.

Rematando el apartado de plagas, nos referiremos a los pulgones, pequeños insectos hemípteros de la familia Aphididae, de la que diversas especies pueden afectar al cultivo de la patata. Por citar algunas: el pulgón verde del melocotonero (Myzus persicae), el verde de la patata (Macrosiphum euphorbiae), el negro de las habas (Aphis fabae), el de las leguminosas (A. craccivora) o el del algodón (A. gossypii).

Todos ellos tienen un ciclo de vida relativamente complejo, pudiendo los adultos presentar formas aladas (habitualmente las responsables de la llegada a nuevas parcelas) o ápteras (sin alas). Sus hembras se reproducen por partenogénesis, permitiendo generar múltiples generaciones en un solo año y provocar un rápido incremento poblacional.

Sus daños directos son producto de que se alimentan perforando y succionando las plantas, pudiendo debilitarlas e, incluso, ralentizar su crecimiento. Pueden provocar deformaciones, alteraciones en la coloración de las hojas, bordes enrollados, reducción de la distancia entre nudos, daños en los ápices de crecimiento, ... Sin embargo, el principal problema que presentan los pulgones no son sus daños directos, normalmente sólo importantes en caso de ataques fuertes, sino su papel como vectores en la transmisión de virosis.

Así, los pulgones tienen capacidad de actuar como vectores de hasta más de veinte virus que pueden afectar a la patata, con un mecanismo de transmisión que puede ser de forma persistente o no persistente. En la transmisión no persistente, el insecto adquiere el virus en segundos mientras se alimenta de una planta infectada, pudiendo trasmitirlo casi de forma inmediata, sin necesidad de un período de incubación. En la transmisión persistente, el virus requiere un periodo de incubación dentro del sistema digestivo del pulgón antes de ser infeccioso.

Entre los virus propagados de forma no persistente podemos citar al virus Y de la patata (PVY), que ha condicionado históricamente la producción de semilla certificada, determinando si una zona es apta para esta actividad. Sin embargo, su variante (PVYNTN) ha ampliado su impacto a la patata de consumo. Provoca mosaico rugoso y amarillento, necrosis, enanismo en la parte aérea de la planta y deformaciones en los tubérculos, que desarrollan protuberancias circulares, costras y zonas podridas, reduciendo su calidad comercial.

Otros ejemplos de virus transmitidos de forma no persistente son el virus del mosaico latente (PVX), que debilita las hojas y la planta en general; el del mosaico de la alfalfa (AMV), que produce manchas amarillentas en hojas y necrosis en los tubérculos; y el virus A de la patata (PVA), con sintomatología en mosaico de intensidad y rugosidad variable.

Dentro de los de transmisión persistente, uno de los más importantes es el virus del enrollado de las hojas (PLRV), que causa clorosis entre las nervaduras y enrollamiento foliar, a veces acompañado de un borde de color púrpura o morado. Con el tiempo, las hojas adquieren una textura rígida y coriácea. La principal traducción en daños productivos es la reducción del tamaño de los tubérculos.

En la Gestión Integrada de cualquier tipo de virosis, lo primero a tener en cuenta es que, una vez lo han adquirido las plantas, los virus no tienen 'cura'. Lo que nos conduce necesariamente a la aplicación de medidas preventivas, dentro de las cuales, cobran importancia las relativas a los mecanismos de transmisión. Y aquí, ojo, pues en este texto tan sólo hemos enumerado algunos virus transmisibles por pulgones, pero hay otros que son transmitidos por otras especies, como algunas cicadelas, por algunos hongos del suelo, mecánicamente, por semilla, … en función del mecanismo o vector de transmisión las medidas a considerar pueden ser muy diferentes.

En cualquier caso, las medidas generales para minimizar el riesgo de virosis pasan por: el uso de semilla certificada libre de virus; la elección de variedades resistentes o poco susceptibles (caso de estar disponibles); la eliminación de plantas de patata de cultivos anteriores y especies de hierbas afines que pueden actuar como reservorio de virus.

En cuanto a las específicas de las transmitidas por pulgones, especialmente para patata de siembra, se debe considerar la ubicación estratégica del cultivo, priorizando en las zonas donde las condiciones ambientales dificulten la proliferación de estos insectos. Y, más en general, considerando posibles tratamientos, resulta fundamental la detección de la llegada de los primeros pulgones y su evolución en la parcela, para lo cual puede ser de ayuda el uso de trampas cromáticas amarillas adhesivas.

Otra enfermedad a tener en cuenta es el tizón temprano, alternariosis o negrilla (Alternaria solani Sorauer), enfermedad fúngica que tiende a incidir con más intensidad asociada a plantaciones estresadas por carencias nutricionales, falta de agua u otros problemas sanitarios.

Se manifiesta en hojas, flores y tallos formando manchas de color marrón, a menudo dibujando círculos concéntricos, que se oscurecen y necrosan a medida que se expanden, rodeadas de zonas cloróticas que acaban cubriendo toda la hoja, para terminar secándola. La infección suele iniciarse en las hojas más viejas, colonizando el resto en ciclos sucesivos. Los tubérculos también pueden verse afectados si presentan heridas o daños de otros agentes que permitan la entrada del hongo. En este caso aparecen en la patata depresiones irregulares, oscuras, de bordes marcados y arrugas en la piel circundante, debajo de las cuales la pulpa se acorcha, tomando una coloración amarillenta que se va ennegreciendo con el paso del tiempo.

Se mantiene en el suelo y en los restos de plantas infectadas, siendo otra fuente de inóculo primario la siembra con patatas portadoras del hongo. La alternancia de períodos secos con otros de humedad ambiental elevada o la presencia de rocío varios días consecutivos actúan como detonante de la enfermedad.

Las medidas preventivas pasan por rotar evitando los cultivos susceptibles, utilizar variedades resistentes, paliar los factores estresantes, evitar las prácticas que puedan herir los tubérculos y combatir otras plagas y enfermedades que puedan facilitar la infección. La detección de los primeros síntomas marca el momento de valorar la aplicación de un tratamiento.

Foto 4. Tizón temprano: sintomatología en hojas
Foto 4. Tizón temprano: sintomatología en hojas.

Y rematamos con el que empezamos, aquel antaño causante de la hambruna irlandesa: el tizón tardío o mildiu de la patata (Phytophthora infestans (Mont.) de Bary). Como curiosidad para algunos, aunque en la práctica se suele considerar a los mildius como enfermedades fúngicas, realmente están causadas por oomicetos, que taxonómicamente se encuentran muy separados de los hongos 'tradicionales'.

En cualquier caso, el inóculo primario de este pseudohongo puede provenir del suelo, restos de plantas infectadas, malezas hospederas o de tubérculos contaminados usados en la siembra. Las temperaturas suaves contribuyen a su difusión, siendo los mayores riesgos asociados a periodos de días cálidos con noches frescas y lluvias, nieblas o rocío.

En las hojas se manifiesta por manchas acuosas con halo amarillento en el haz, que se cubren de una borra o pelusilla blanquecina o grisácea en el envés cuando la humedad ambiental es suficiente. Estas manchas irán oscureciendo para terminar secándose y necrosando. En los tallos aparecen manchas alargadas húmedas de color oscuro.

Si el tejido aéreo está infectado, el agua de la lluvia puede arrastrar el inóculo hasta el suelo, alcanzando los tubérculos. En ellos se expresa por lesiones superficiales en la piel, por debajo de las cuales aparecen heridas de color marrón o rojizo que avanzan hacia el interior, generando podredumbres de textura acorchada que, a menudo, son colonizadas por bacterias que producen una putrefacción secundaria blanda y maloliente.

El manejo para reducir la incidencia de esta enfermedad incluye el uso de semilla de siembra libre de infección, las rotaciones con especies no hospedantes, evitar los excesos en riego y en la fertilización nitrogenada y la eliminación de restos vegetales después de la cosecha. Y, en almacén, almacenar únicamente tubérculos sanos en condiciones adecuadas de conservación que eviten infecciones posteriores.

Los posibles tratamientos se deben considerar ante la aparición de los primeros síntomas, especialmente si la previsión de lluvia o agentes climáticos apunta a condicionantes que favorezcan el lavado del inóculo de la parte aérea a los tubérculos.

Foto 5. Mildiu o tizón tardío: síntomas en hoja y tubérculo
Foto 5. Mildiu o tizón tardío: síntomas en hoja y tubérculo.

Esperamos que con este artículo hayamos podido contribuir de alguna forma en la transferencia del conocimiento e información sobre algunos de los problemas fitosanitarios que pueden acontecer en nuestros cultivos de patata. Y recordamos que quien esté interesado podrá encontrar más información sobre el devenir de la próxima campaña en los boletines elaborados por la colaboración entre el Observatorio de plagas y enfermedades agrícolas del ITACYL, la Organización Interprofesional de la Patata de Castilla y León y FMC Agricultural Solutions. Invitamos al lector a que nos conozca visitando nuestra plataforma web https://plagas.itacyl.es

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